Chile ha registrado en 2024 la tasa de natalidad más baja de toda América y se ha convertido en uno de los países con menos nacimientos a nivel mundial. Entre 2013 y 2023, los nacimientos en el país disminuyeron un 29%, con una tasa de 1,17 hijos por mujer, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Este nivel es inferior al de países desarrollados como Italia (1,20) y Japón (1,21), lo que ha generado preocupación en distintos sectores sociales y económicos del país.
El descenso de la natalidad en Chile ha sido catalogado como una "crisis sanitaria" por expertos, quienes alertan sobre el impacto a largo plazo en la estructura demográfica y la economía. Actualmente, el país se encuentra muy lejos de los 2,1 hijos por mujer necesarios para el recambio generacional. A pesar del aumento de la migración en los últimos años, que ha sido responsable de un 17,4% de los nacimientos en 2021, la tendencia no se ha revertido, y el primer semestre de 2024 ya mostró una caída adicional, con solo 70.336 nacimientos registrados.
La caída de la natalidad en Chile está vinculada a varios factores, principalmente sociales y económicos. Según la socióloga Martina Yopo, de la Universidad Católica, "los cambios en torno a la reproducción han sido rápidos y abruptos". En Chile, la transición hacia una sociedad con menor presión por formar familias tradicionales ha ocurrido en menos de dos décadas, mientras que en Europa estos procesos tomaron mucho más tiempo.
Esta transformación está impulsada por una mayor autonomía reproductiva de las mujeres, quienes han ganado acceso a la educación superior y a mejores oportunidades laborales. La flexibilización de los roles de género ha permitido que muchas chilenas, como la abogada Camila Ramírez, decidan no tener hijos.
"Ser madre no es parte de mi proyecto de vida", asegura Ramírez, quien disfruta de su independencia y prefiere enfocarse en su desarrollo personal y profesional.
El aumento del costo de la vida también juega un papel importante en la decisión de postergar o desistir de la maternidad. Según datos del INE, un tercio de los nacimientos en 2023 fueron de mujeres entre 30 y 34 años, lo que ha incrementado los problemas de fertilidad en el país y afectado actualmente a una de cada cinco mujeres, frente a una de cada diez hace una década.
El descenso en los nacimientos podría tener consecuencias económicas significativas en el largo plazo. El economista Jorge Berríos señala que una tasa de natalidad tan baja "implica que habrá una población mayor en edad que tendrá que seguir trabajando, ya que no hay una renovación generacional suficiente".
Esto no solo afectará el mercado laboral, sino también la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social y pensiones, dado que habrá menos jóvenes para mantener a una población cada vez más envejecida.
En este contexto, Aníbal Scarella, presidente de la Sociedad Chilena de Medicina Reproductiva, subraya la importancia de abordar esta crisis con urgencia. "No estamos ayudando a que las personas puedan conciliar el desarrollo laboral con la posibilidad de tener hijos", menciona. Scarella propone una serie de medidas para incentivar la natalidad:
Frente a esta problemática, el Gobierno de Chile ha comenzado a implementar políticas que buscan mitigar el impacto de la baja natalidad. Entre las iniciativas más destacadas se encuentran:
Sin embargo, estas medidas aún no han sido suficientes para revertir la tendencia. Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas, la tasa de nacimientos podría continuar descendiendo en los próximos años si no se implementan reformas más profundas que incentiven a las parejas jóvenes a formar familias en un contexto económico que les ofrezca mayor estabilidad.
La presión económica es uno de los principales obstáculos para que muchas mujeres decidan ser madres en Chile. Tamara Guzmán, kinesióloga de 41 años, comparte que "el costo de vida es tan alto que ni siquiera me alcanza para pensar en criar un bebé".
Para muchas familias, los gastos relacionados con la crianza —como pagar una niñera, el jardín infantil, los pañales y la leche— representan una carga que no pueden asumir sin sacrificar su calidad de vida.