A través de un anuncio en la cuenta oficial del bloque de países BRICS, se confirmó que el acuerdo de petrodólares entre Arabia Saudita y Estados Unidos había finalizado el 9 de junio, sin que se haya establecido un nuevo pacto. De esta manera, dicha alianza llega a su fin después de 50 años.
Según un informe de Telesur, Arabia Saudita puede comercializar petróleo y otros productos usando monedas distintas al dólar estadounidense, como el yuan chino (RMB), el euro y el yen. Esta medida podría tener un impacto considerable en los mercados financieros internacionales.
Arabia abandonó el petrodólar con Estados Unidos. Foto: France 24
El acuerdo, en efecto, estuvo vigente desde 1974 y establecía que Arabia Saudita solo aceptaría dólares estadounidenses como pago por su petróleo. Esto ayudó a consolidar la posición del dólar como moneda de reserva global, mientras que Estados Unidos ofrecía garantías de seguridad y otros beneficios económicos al reino saudí.
La demanda global de dólares para la compra de petróleo ha contribuido a la solidez de la moneda, facilitando a los consumidores estadounidenses el acceso a importaciones asequibles. Además, la inversión extranjera en bonos del Tesoro ha ayudado a mantener bajas las tasas de interés.
El sistema del petrodólar sustituyó al oro como patrón de valor, permitiendo a Estados Unidos mantener su dominio sobre el comercio internacional.
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La finalización de este acuerdo podría tener consecuencias significativas, como la debilitación del dólar estadounidense, el incremento de la influencia económica de China y un cambio en la dinámica de la geopolítica global.
La decisión de Arabia Saudita pudo haber sido motivada por diversos factores, entre ellos, el deseo de diversificar sus transacciones económicas más allá del dólar, el creciente descontento con la política estadounidense en la región y la aspiración de aumentar su independencia económica.
Esta decisión debilita la posición del dólar internacionalmente. Foto: Enernews
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Esta nueva etapa señala un proceso de desdolarización que China y Rusia han promovido durante varios meses.
Esta iniciativa es parte de una tendencia adoptada por muchos otros países para distanciarse del dólar. Aunque la mayoría de los analistas coinciden en que el fin del petrodólar no supone un golpe mortal para la moneda estadounidense, ya que no implica el fin de su dominio, sí contribuye a debilitarla.
Según los análisis del Instituto Mises, un centro europeo de estudios económicos, esto se produce en un contexto en el que la participación del dólar en las reservas mundiales ha disminuido significativamente.
El Petrodólar es un sistema monetario que surgió en 1973 a través de un acuerdo entre Estados Unidos y Arabia Saudita. Según este pacto, el país de Medio Oriente recibiría armamento y protección para sus bases petrolíferas a cambio de mediar en el precio del barril de petróleo utilizando el dólar estadounidense.
Con el tiempo, este acuerdo se expandió a otros países, lo que aumentó la demanda del dólar en el comercio de petróleo y permitió que Estados Unidos mantuviera su dominio en la economía global hasta la actualidad.
Sin embargo, en los últimos años, varios países han expresado su intención de utilizar sus propias monedas en las transacciones petroleras, lo que ha llevado al declive del Petrodólar.
Los petrodólares nacieron para mediar el precio del barril de petróleo, a cambio Arabia Saudí recibiría armamento y protección. Foto: AFP
En la década de 1970, la economía europea comenzó a competir con la estadounidense, lo que resultó en déficits comerciales que afectaron la productividad y el empleo interno en Estados Unidos. Para contrarrestar esto, EE. UU. devaluó el dólar, lo que hizo que sus productos fueran más asequibles en los mercados internacionales.
En 1972, el presidente Nixon anunció la suspensión de la convertibilidad del dólar en oro, a pesar de las objeciones de los socios europeos.
Los petrodólares representan los ingresos generados por la venta de petróleo y tienen una gran influencia en la economía mundial. Estos ingresos permiten a los países exportadores financiar proyectos de desarrollo y también afectan las economías de los países receptores de inversión.
Además, el sistema petrodólar asegura una demanda estable del dólar estadounidense, lo que ayuda a mantener su valor y estabilidad, facilitando el comercio y la inversión globales.
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Si Arabia Saudita decide vender su petróleo a China en yuanes, se daría un paso crucial hacia el establecimiento de los petroyuanes. Esta medida podría impulsar significativamente el uso del yuan en el comercio internacional y fortalecer la posición de China como una potencia económica global. La adopción del yuan para las transacciones petroleras reduciría la hegemonía del dólar y podría inspirar a otros países a seguir el mismo camino, lo que diversifica el sistema financiero mundial.
El sistema de petroyuanes, respaldado potencialmente por oro, permitiría a China promover la internacionalización del renminbi sin necesidad de plena convertibilidad. Este cambio también podría debilitar el sistema SWIFT, dominado por el dólar, en favor del sistema chino de pagos CIPS. La colaboración entre China, Rusia y otros países en esta dirección podría aumentar, especialmente tras las sanciones al país ruso que han llevado a una mayor utilización del yuan en el comercio de petróleo. Si esta tendencia continúa, el yuan podría alcanzar un volumen significativo en el mercado internacional y desafiaría el estatus del dólar como moneda de reserva.
Brasil se ha consolidado como el principal productor de petróleo en América Latina tras alcanzar una producción de 3,77 millones de barriles diarios en la primera parte de 2024. Esta cifra lo coloca en la séptima posición a nivel mundial y supera a Venezuela y otros países de la región. México sigue el ranking latinoamericano, con una producción significativa, pero aún por debajo de la brasileña. Argentina, Colombia y Ecuador completan la lista de los principales productores de Sudamérica.
Este avance ha sido posible gracias a la flexibilidad de Brasil para incrementar su producción en respuesta a los altos precios del crudo, a diferencia de los países miembros de la OPEP, que han tenido que reducir su bombeo para mantener los precios.