Un mundo en el que abunden las sequías, las olas de calor y las lluvias torrenciales. En el que escaseen el agua y los alimentos. En el que colapsen las capas de hielo de la Antártida y Groenlandia, se derrita el permafrost y desaparezcan los glaciares de montaña. En el que se extingan cada vez más especies de flora y fauna.
Ese es el mundo que muchos líderes gubernamentales, empresariales y académicos temen que comenzaremos a vivir dentro de solo 10 años, de acuerdo al Informe de Riesgos Globales 2024 presentado hace unos días por el Foro Económico Mundial, justo antes de celebrar su acostumbrada reunión en Davos, Suiza.
El informe se basa, principalmente, en la encuesta anual de percepción de riesgos globales, que el Foro de Davos realiza todos los años, entre setiembre y octubre, de un universo de aproximadamente 1.500 líderes políticos y empresariales e investigadores académicos y de la sociedad civil. Además, usa los conocimientos de más de 200 expertos en diversas materias, incluidos especialistas en riesgos.
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A todos ellos se les pregunta cuáles son los mayores riesgos que la humanidad enfrenta en la actualidad y cuáles serán los que enfrentará dentro de 2 años y dentro de 10 años.
Es la décima novena vez que el Foro de Davos publica este informe. Si bien en los reportes anteriores abundaba la preocupación por los graves problemas que aquejan al mundo, había espacio para el optimismo. En este último informe, el tono es sombrío. El 63% de los encuestados espera que en la próxima década vivamos un escenario mundial tormentoso.
Cuando se les pregunta cuáles serán los mayores riesgos que enfrentará la sociedad dentro de dos años, la mayoría de los expertos señala la desinformación (1), el clima extremo (2) y la polarización social y/o política (3).
Pero, cuando se les pide pensar en lo que ocurrirá dentro de una década, las miradas se concentran en los problemas medioambientales. De una lista de 34 riesgos globales, los cuatro primeros tienen que ver, precisamente, con fenómenos que impactan en las condiciones de vida en el planeta: 1) eventos climáticos extremos (sequías, tormentas, incendios a gran escala, etc.); 2) cambios críticos de los sistemas terrestres; 3) pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas; y 4) escasez de recursos naturales (como el agua y los alimentos).
“La próxima década marcará un período de cambios significativos que llevará nuestra capacidad de adaptación al límite”, dice el reporte. “Casi dos tercios de los encuestados (63%) predicen un panorama turbulento o tormentoso, con agitaciones y, en el mejor de los casos, un riesgo elevado de catástrofes globales”.
Los autores del informe parecen especialmente preocupados por los que se denominan “puntos de inflexión climáticos”, que son los umbrales en los que se produce un cambio a largo plazo, potencialmente irreversible y autoperpetuante en un sistema terrestre.
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Hacen notar que, en casi todos los escenarios del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el umbral de 1,5° C por encima de los niveles preindustriales se cruzará a principios de la década de 2030.
“Según las últimas investigaciones, es probable que al menos cuatro sistemas planetarios alcancen una temperatura de 1,5° C”, indican, lo que provocaría que lleguen a su punto de inflexión climática. Si estos escenarios se cumplen, como temen los expertos, estaríamos viendo la extinción de los arrecifes de coral en latitudes bajas, el colapso de las capas de hielo de Groenlandia y de la Antártida occidental y el descongelamiento abrupto del permafrost.
Los autores del informe agregan que es posible que con ese aumento de temperatura también esté en riesgo la circulación termohalina del Giro del Atlántico Norte, al tiempo que los bosques boreales, los manglares y las praderas marinas comenzarían a volverse vulnerables.
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Sequías. La pérdida de una masa de hielo de Groenlandia podría provocar sequías en el norte de África. Foto: difusión
El biólogo Ernesto Ráez Luna dice que los riesgos globales que advierte el Informe del Foro de Davos son absolutamente reales y están bien documentados.
El también ecólogo tropical comparte la preocupación por los procesos de cambio en los sistemas terrestres, pues considera que tendrán un gran impacto en la vida de las personas.
“El derretimiento del permafrost, que es el suelo permanentemente congelado de las regiones árticas, está ocurriendo mucho antes de lo previsto por los modelos climáticos (…). Y provocará una enorme emisión de gases de efecto invernadero que no se podrían controlar y la liberación de patógenos que no han estado en nuestro medio durante miles de años”, dice.
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Otro punto de inflexión climática que lo alarma es el retroceso de los glaciares tropicales “a una velocidad brutal” que implicará una pérdida enorme de reservas de agua dulce y un aumento del riesgo de avalanchas, como la que ocurrió en Yungay en 1970.
Otro proceso que nos afecta como país es la transición de la Amazonía a una sabana, algo que, según el reporte, podría ocurrir mucho antes de llegar a los 3° C, debido a una combinación de impactos climáticos y ecológicos. Ernesto Ráez dice que solo reduciendo la extensión de la Amazonía en un 25% se desencadenaría un colapso acelerado del bioma amazónico.
“Se perdería la gran mayoría de árboles y la Amazonía se convertiría en algo parecido a una pradera arbolada”, pronostica.
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El Informe de Riesgos Globales 2024 advierte que estas transformaciones tendrán graves implicaciones sociales y económicas, como el incremento de la migración involuntaria, de las condiciones de salud crónicas, las enfermedades infecciosas y la recesión económica.
“La intensificación de la competencia por los recursos podría provocar disputas sobre las menguantes fuentes de agua dulce, tierras cultivables y áreas habitables”, indica.
Un dato importante que observa el reporte es que los encuestados más jóvenes consideran los riesgos ambientales como una preocupación más urgente y los ubican en una posición más alta cuando se piensa en el corto plazo.
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Por otro lado, los encuestados del sector privado, a diferencia de los de la sociedad civil o del Gobierno, sienten que la mayoría de los riesgos ambientales se materializarán en un período de tiempo más largo.
Ernesto Ráez dice que la responsabilidad de dictar políticas para encarar este período de crisis corresponde a los poderosos del mundo.
“Hoy en día, el poder está tan desequilibrado y concentrado en pocas manos que, a menos que el 1% más rico de la población y eventualmente el 10% más opulento decidan asumir responsabilidad por el planeta, son muy pocas las probabilidades de que el resto de los seres humanos podamos tener alguna influencia”, dice.
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Por Ernesto Ráez Luna, ecólogo tropical
El Informe del Foro de Davos ha identificado adecuadamente los riesgos globales, que son absolutamente reales y bien documentados. En ese sentido, está lejos de ser una voz alarmista.
En donde falla, a mi parecer, es en identificar las causas. Los riesgos que están emergiendo en el mundo son consecuencia de un sistema social, económico e ideológico que está destruyendo el planeta. La fuerza real que está detrás de todos estos procesos es el incremento extremo de la desigualdad, el incremento extremo de la extracción de los recursos naturales y una astronómica concentración de la riqueza.
El informe hace una apelación a los Gobiernos, pero es irrisoria porque los Gobiernos, hoy en día, son elegidos por las personas más ricas del planeta.