La Segunda Guerra Mundial no fue únicamente de los conflictos más sangrientos y trágicos de la historia, sino también un suceso en el que el mundo entero marcó un antes y un después respecto a las ideologías que se habían formado décadas antes y los efectos devastadores que estas podían generar. La mayor demostración fue el holocausto judío. Adolf Hitler mandó a matar, como mínimo, a 6 millones de ellos.
Los impulsos ideológicos de Adolf Hitler están numerosamente documentados, y han sido —naturalmente— objeto de mucho análisis y reflexión, todo para intentar graficar al tirano detrás de tanta perversidad y estar alertas al futuro.
Sin embargo, la tarea es compleja, más aun cuando hay incongruencias en sus propias convicciones y prácticas, como la ocurrida con Eduard Bloch, el único judío al que el dictador habría tratado diferente e incluso ayudado a escapar. ¿Qué pasó con él?
Foto: The Literary Hub
Según revela el portal del museo del holocausto en una publicación dentro de su sección “Ideas equivocadas del holocausto”, Eduard Bloch fue el doctor de la familia Hitler y el único judío por quien el Führer habría sentido al menos la más mínima empatía.
En 1943, Bloch, ya radicado en Estados Unidos, brindó su testimonio ante la Oficina de Servicios Estratégicos de aquel país. La intención era que revele detalles de la vida e infancia de Hitler para poder ser utilizados durante la guerra.
De acuerdo con Bloch, Hitler consideraba que él lo había tratado bien, debido a que, en 1907, cuando su madre Kiara enfermó de cáncer de mama, el doctor les habría ayudado económicamente con la costosa medicina requerida para su tratamiento.
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Bloch era el médico de cabecera de la familia, y ante el grave estado de Kiara, le asignó un intenso tratamiento con yodoformo, el cual era el procedimiento recomendado para entonces.
Este tratamiento era corrosivo y suponía un olor fétido y doloroso; sin embargo, fue la vía para que la madre de Hitler no sufriera más. Ella falleció el 21 de diciembre de 1907.
Pese a ello, la familia Hitler era pobre por entonces, y de no haber sido por la gentileza del doctor Bloch, Kiara habría sufrido más. El médico les hacía importantes descuentos para ello, y hubo algunas veces que ni siquiera les cobró.
Hitler “dio un paso adelante, tomó mi mano y, mirándome a los ojos, dijo: ‘Te estaré agradecido para siempre’. Luego se inclinó”, contó Bloch.
Años más adelante, el artista y luego militante del partido nazi siguió demostrando su buena voluntad y agradecimiento al doctor con regalos, incluso hechos a mano.
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“Postales, cálidos saludos navideños, regalos de sus obras de arte y hasta preocupaciones por su bienestar después de haberse convertido en Führer”, menciona el portal.
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Bloch seguía radicado en Linz, Austria, donde había tratado a la familia Hitler. Tras la noche de los cristales rotos y el inicio de la política racial de los nazis hacia los judíos, este envío a una carta al Führer solicitándole ayuda.
En 1937, Hitler envió una delegación de nazis a Linz para recoger noticias de la ciudad. También les encargó conseguir novedades de Bloch. “Preguntó por mí, si estaba vivo aún y si aún ejercía la medicina”.
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El dictador habría indicado, según recoge el testimonio de Bloch: “Él es un judío noble, un Edeljude. Si todos los judíos fueran como él, entonces no habría una cuestión judía”.
Bloch agregó que estaba seguro que “ningún otro judío, ni en Alemania o Austria, había recibido los favores que él recibió”. Luego, llegó una orden de Berlín que indicaba a la Gestapo quitar la infame estrella amarilla del apartamento y la oficina del doctor, y que se le permitiera a su familia quedarse en su hogar.
Más adelante, en 1938, Austria se anexó a la Alemania nazi, se comenzaron a hacer los trámites para que Bloch pudiera salir del país, especialmente después de que en octubre se le prohibiese ejercer como médico.
Finalmente, en 1940, el doctor partió a Estados Unidos con su hija y su yerno Franz Kren, también doctor de profesión. En 1945, pocas semanas después de la rendición de los nazis en Berlín, el doctor falleció a sus 73 años en Nueva York, ya conociendo el destino del joven a cuya madre había ayudado décadas antes.
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Si bien se considera que Disney fue el principal artífice para la Acta de extensión de copyright de 1998, lo cierto es que, si bien sí impuso mucha presión, las razones fueron más allá de la industria estadounidense.
“Contrario al mito popular, Disney no fue el único responsable del Acta de extensión del copyright (1998). Esta fue aprobada con el apoyo vigoroso de Disney, sí, pero fue realmente hecho en parte para mantener las leyes de EE. UU. consistentes con las de Europa”, señala Lawrence Watt Evans, autor de ciencia ficción y fantasía.
“La extensión europea del copyright se había hecho previamente, principalmente, por la presión de Alemania, que quería que el Estado de Baviera retenga los derechos de la versión original en alemán de Mein Kampf, el libro de Adolf Hitler, cuyo dueño era tal estado que lo había suprimido desde 1945, tras el fin del régimen nazi″, prosigue.
En Mein kampf (“Mi lucha”), Adolf Hitler llamaba a la “persecución despiadada” de los grupos que fueran en contra del “interés común” de la Alemania aria. En ese sentido, ponía entre sus metas el aniquilar “tanto al judío como su obra”.
Una vez en el poder, Hitler ordenó el Holocausto, un genocidio del pueblo judío que dejó más de 6 millones de víctimas. Pero también se dio la persecución y asesinato de gitanos, comunistas, la comunidad LGTBIQ+, personas con discapacidad y otros colectivos. “Ellos (los nazis) consideraban a todos estos grupos humanos inferiores y que debían desaparecer”, detalla el historiador Michael Mendieta.
El comentario sobre Adolfo Hitler fue condenado en varios países, especialmente en Israel. Foto: AFP