En la madrugada del miércoles 22 de junio, un sismo de 5.9 grados de magnitud sacudió al sureste de Afganistán, territorio cercano a la frontera entre este país y Pakistán. De acuerdo a lo que reportó el Servicio Geológico de los Estados Unidos, el epicentro del movimiento telúrico se ubicó en la provincia de Paktika, a 44 kilómetros de la ciudad de Khost.
Según las primeras estimaciones brindadas por las autoridades locales, el saldo de víctimas sería de al menos 250 muertos y más de 150 heridos.
No obstante, con el transcurrir de las horas, el número de afectados se ha elevado de forma considerable y, por el momento, portavoces del Gobierno señalan que la cifra de fallecidos supera los 1.000, a los que se sumarían un aproximado de 1.500 personas heridas. En este contexto, hay expectativa de que la situación pueda continuar variando.
“El número de víctimas es probable que aumente, ya que algunos de las poblados están en áreas remotas en las montañas y tomará algún tiempo recolectar detalles”, declaró el ministro del Interior afgano, Salahuddin Ayubi.
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El rescate de los afectados en el epicentro del desastre viene siendo realizado por las autoridades afganas a través del uso de helicópteros, con los cuales se ha dispuesto el traslado de los heridos a zonas seguras donde puedan recibir alimentación y atención médica, aunque se teme que la falta de medios adecuados a causa del retiro de la ayuda internacional pueda agravar el panorama.
Es preciso señalar que el área donde se registró el sismo es profundamente rural y se caracteriza por la presencia casi total de viviendas mal construidas y ubicadas en zonas peligrosas, como bordes de montañas o lugares empinados, factores que han contribuido a la alta mortandad derivada del desastre natural.
Trece miembros de una misma familia se encuentran entre los más de mil muertos del terremoto de 5,9 grados que sacudió la noche del martes el este de Afganistán, entre ellos la madre, hermanas, y cuatro hijos de Sawar Khan, uno de los sobrevivientes de la peor catástrofe de este país en décadas.
”Perdí a trece miembros de mi familia, incluyendo a mi madre, mis hermanas, y cuatro de mis hijos. Mi esposa y mi hija están hospitalizadas en otra sala”, dijo a Efe Sawar Khan, junto a su hijo Dadullah, mientras recibe atención en una sala de un hospital en el distrito de Urgon, en la provincia afgana de Paktika.
La ayuda humanitaria llega cada vez a más zonas golpeadas por el terremoto que sacudió el este de Afganistán, causando la muerte de más de mil personas e hiriendo a unas 1.500, mientras la ONU estimó que necesitan un “mínimo” de 15 millones de dólares para asistir durante tres meses a las víctimas.
Como respuesta a la emergencia humanitaria, un convoy salió este jueves de Kabul para apoyar de inmediato “a 4.000 personas con albergue, carpas, frazadas y otros artículos de socorro para protegerlos del mal tiempo y atender sus necesidades inmediatas de salvamento”, anunció el representante de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Afganistán, Leonard Zulu, en Twitter.
La organización precisó que el envío incluye “600 carpas, 4.200 mantas, juegos de cocina y lámparas solares” que están de camino para socorrer a las víctimas en Khost y Paktika, las dos provincias afganas más afectadas, limítrofes con el vecino Pakistán.
También el Programa Mundial de Alimentos (PMA) confirmó disponer de reservas de alimentos para atender a 14.000 personas en Paktika, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) envió diez toneladas de suministros médicos suficientes para 5.400 cirugías y tratamientos médicos para cubrir a 36.000 personas durante tres meses.
Con información de EFE y AFP.