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Hiro Onoda: el soldado japonés que pasó 30 años sin saber que la II Guerra Mundial había terminado

El lugarteniente luchó en la Segunda Guerra Mundial y no se rindió hasta 1974, tras sobrevivir durante casi 30 años en la selva de Filipinas.

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Una imagen del filme de Arthur Harari basado en la historia real del teniente Hiro Onoda. Foto: Atalante

Hiro Onoda fue un oficial de inteligencia que luchó en la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en el último soldado japonés en rendirse tras la derrota de su país. Esto ocurrió el 9 de marzo de 1974, casi 30 años después del final del conflicto bélico.

Él sobrevivió durante 30 años por su cuenta en las selvas de Filipinas, hasta que entregó su espada (gesto de rendición) luego de asimilar, finalmente, que Japón había sido derrotado.

“Todos los soldados estaban preparados para la muerte, pero como oficial de inteligencia se me ordenó llevar a cabo una guerra de guerrillas y no morir”, dijo Onoda en una entrevista con la Australian Broadcasting Corporation. “Tenía que seguir mis órdenes como si fuera un soldado”, afirmó.

Él confesó que le había costado aceptar el resultado de la guerra. Un comportamiento que para muchos extranjeros puede parecer descabellado, pero que para el Japón imperial era bastante lógico.

El lugarteniente había jurado no rendirse jamás y morir por su emperador, ya que creía que sus compatriotas actuarían de la misma manera si se les presentase la oportunidad; no obstante, no fue así.

El 15 de agosto de 1945, el emperador japonés Hirohito hizo algo sin precedentes al hablar con la ‘gente común’, aunque fuera solo mediante un disco fonográfico, para comunicarles que aceptaba la “declaración conjunta” de Estados Unidos, el Reino Unido, China y la URSS. Esta fue una forma más honorable de decir que se rendían ante sus enemigos.

El discurso fue dado pocos días después de que las bombas atómicas destruyeran Hiroshima y Nagasaki.

Sin embargo, como muestra del espíritu japonés de la época, un grupo de jóvenes oficiales llevó sus tropas hacía los terrenos del palacio imperial para impedir que se emita el discurso porque creían que aún podían obtener la victoria.

Aunque no pudieron detener la transmisión del mensaje, consiguieron que EE. UU. no juzgara a Hirohito como criminal de guerra. Como resultado, este permaneció en el trono como un títere del Gobierno norteamericano.

Desde entonces, China y Corea han criticado duramente a Japón por no pedir perdón apropiadamente por lo que hizo durante la guerra: aunque ciertamente han pedido disculpas, las palabras y actitudes de sus líderes políticos hacen que estas no parezcan sinceras.

Un ejemplo de esto ocurrió en el histórico discurso ofrecido ante el Congreso de Estados Unidos en 2015 por el primer ministro Shinzo Abe, quien no emitió una nueva disculpa por la conducta de su país en tiempos de guerra ni mencionó el uso de esclavas sexuales durante el mismo periodo.

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, en el Congreso en Washington, EE. UU. Foto: EFE

Hiro Onoda y su disconformidad con el nuevo Japón

Los cambios en la mentalidad del país no fueron del agrado del lugarteniente, quien creía que la generación de la posguerra se había ablandado, por lo que decidió mudarse al extranjero.

“La filosofía y las ideas de Japón cambiaron drásticamente después de la Segunda Guerra Mundial”, dijo Onoda a ABC. “Esa filosofía chocó con la mía, así que me fui a vivir a Brasil”, contó.

Hiro vivió un tiempo en una ganadería, pero eventualmente regresó a su país para abrir una escuela llamada Onoda Shizenjyuku, a fin de capacitar a jóvenes en las habilidades de supervivencia que le ayudaron a sobrevivir tres décadas en la jungla de Filipinas.

Sus aventuras se detallan en su libro “No surrender: my thirty-year war”. The Japan Times extrajo algunos de los aspectos más destacados en 2007:

  • “Los hombres nunca deberían competir con las mujeres. Si lo hacen, los hombres siempre perderán. Eso es porque las mujeres tienen mucha más resistencia. Mi madre dijo eso y tenía mucha razón”.

Onoda nació en marzo de 1922 en Wakayama, al oeste de Japón, y murió a los 91 años un jueves por la tarde en el Hospital St. Luke, en Tokio, el 16 de enero de 2014. Su verdugo: una neumonía.

El primer ministro Shinzo Abe fue efusivo en sus elogios al lugarteniente, aunque no habló de su guerra solitaria ni mencionó a los aldeanos filipinos que mató mucho después de la rendición de Japón (acciones por las cuales fue perdonado por el Gobierno del país afectado). En cambio, lo describió como un auténtico héroe.

The Washington Post rememoró que, cuando Onoda emergió en 1974 con lo que quedaba de su viejo uniforme, dijo que, en todo ese tiempo, no había “pensado en nada más que cumplir mi deber”.