La nube de polvo del Sahara es un fenómeno natural de recurrencia anual que si bien ayuda a fertilizar los suelos, termina siendo ambientalmente contraproducente, pues arrastra microorganismos contaminantes. Otra de sus características es la manera en la que afecta los atardeceres y amaneceres, los cuales podrán ser naranjas o rojizos debido a la interacción de los rayos solares con las partículas de polvo.
La nube de polvo recorre desde el Mediterráneo, parte de Europa Occidental, y se extiende hasta el Caribe, llegando hasta México, donde afecta principalmente a los estados de Quintana Roo, Yucatán, Campeche y, finalmente, Nuevo León.
El Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS) señaló, en un comunicado, que se prevé que la nube de polvo ingrese mediante la Península de Yucatán, la franja del Golfo de México y estados del noreste, como Nuevo León, donde se espera que el fenómeno llegue el martes 24 de mayo.
CAMS explicó que la movilización de la nube de polvo ocurre debido a la disponibilidad de fuentes de sedimentos orgánicos y minerales ligeros y secos -presente en casi todos los desiertos del mundo- y las condiciones del viento que provocan su inyección a la tropósfera.
Movimiento de la nube de polvo del Sahara. Foto: Meteored
Por lo tanto, pese a ser un suceso que toma lugar de manera reiterada, la magnitud de su presencia está condicionada al viento y sus patrones, que determinan factores como el tamaño de las partículas o la altura a la que viajará la nube de polvo.
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CAMS señala además que el polvo transporta microorganismos, incluidos patógenos, pero que aquello no debería ser motivo de alarma, ya que los virus y las bacterias en el aire son parte de la atmósfera.
Sin embargo, genera efectos negativos en la calidad del aire y, por consecuencia, en la salud, aumentando las temperaturas y agravando las alergias. También hay evidencia de que el transporte del polvo del Sahara causa enfermedades en los arrecifes de coral de el Caribe.
Las imágenes satelitales registradas por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) muestran que la gran nube de polvo empezó a cruzar el Atlántico el 13 de junio. En ese momento, su extensión superaba los 3000 kilómetros, pero hacia el 24 de junio estaba por encima de los 8000.
“Es la primera vez que se ve desde el espacio que el evento alcance esa magnitud. Es una meganube. No se veía algo así hace 50 años”, dice Sidney Novoa, director de Tecnología para la Conservación en la organización Conservación Amazónica (ACCA).