Las tardes en el terreno de Canto Rey, ubicado en el distrito de San Juan de Lurigancho, en Lima, no solo son de los cadetes de la policía que se ejercitan entonando cantos militares. Ahora también se juega al béisbol.
Un grupo de 88 niños y adolescentes es dirigido por José Ramón Olmedo, un migrante venezolano que dejó, por un momento, su trabajo como herrero para buscar mejores oportunidades ante el descalabro económico y la crisis humanitaria por la cual atraviesa su país.
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Salió de su natal Carabobo hace cuatro años con pocas mudas de ropa en su mochila. Al llegar a Perú pasó hambre, frío y otras calamidades lejos de su familia. El sueño de crear una academia de béisbol se veía cada vez lejano en su propio país y aún más en Perú, nación que no tiene a este deporte en el radar de sus favoritos.
El béisbol renace en Perú con la migración venezolana. Foto: @Normanchaca
Entre lo poco que trajo consigo está un pantalón de uniforme de béisbol, y lo recuerda con tanta precisión porque el día que partió de casa, su hijo, en ese entonces de 6 años, jugaba un torneo.
Un año después de haber emigrado retorna a Venezuela, pero con el firme propósito de regresar a Lima con su esposa e hijos. Todo se cumplió.
Una vez de regreso, recuerda que trajo todos sus implementos para jugar, como un bate, guantes, pelotas y vestimenta acorde. Esto sirvió para que en las tardes o en sus días de descanso se dirigiera a un campo de tierra árida a lanzar algunas pelotas para que su hijo las atrapara. Su accionar llamó la atención de otros jovencitos que poco a poco se fueron uniendo a una práctica improvisada por José Ramón.
Pasaban los días y más niños fueron llegando, así como padres preguntando por lo que veían. Ante el escenario, José Ramón aterriza aquel sueño lejano de crear su propia academia y es cuando funda Los Astros de San Juan de Lurigancho, el equipo que representa al distrito más poblado de la capital peruana.
José Rampon Olmedo conversa con los niños que entrena para la escuela de béisbol Los Astros de San Juan de Lurigancho. Foto: Víctor Almarza
Llegar a tener su propia escuelita de béisbol no fue un camino sencillo. El sueño que había nacido en Venezuela se materializó en Perú junto con uno de sus hijos.
“Aquí en Perú fue un reto total, porque es un deporte que las personas no conocen y no apoyan, además los implementos son difíciles de conseguir y no hay campos de béisbol para la práctica del deporte”, dice.
A José Ramón se le nota restos de material de trabajo en sus manos cuando conversa sobre su labor como entrenador debido a que todos los días tiene compromisos como herrero en su pequeño taller. Dedicado a este oficio desde hace 16 años, cuando llegó a Perú pudo ejercerlo, pero advierte que no fue tan sencillo al principio. “Yo recuerdo que caminaba con una máquina que me pude comprar entre siete u ocho horas diarias buscando trabajos de soldadura por la avenida Abancay. Poco a poco me di a conocer y fui haciendo clientes. Con eso me pude traer a mi papá de Venezuela”, comenta
No solo José Ramón ha creado una escuela de béisbol menor. Otros de sus compatriotas también lo han hecho en diferentes distritos de la capital peruana, con quienes se une para realizar pequeños torneos durante los fines de semana. Mientras enseña a un jugador de primera base cómo debe esperar la pelota tras un ‘rolling’ (roletazo o pelota bateada cuya trayectoria es rastrera), el mánager de Los Astros de San Juan de Lurigancho dice que le ha tocado improvisar en cada práctica y juego.
Tanto las almohadillas como las bancas donde se sientan los padres y representantes han sido fabricadas por él. Los bates, pelotas, guantes y demás elementos los han traído de Venezuela o han sido donados por algunos amigos. Sin embargo, reconoce que hay lugares o comercios en Perú que venden la indumentaria, pero no es muy común.
“Como todo inicio es difícil y es difícil querer hacer algo en un país que no lo conoce. (...) La gente me preguntaba qué es eso, pero yo soy un hombre de retos y a mí no me da miedo nada. Tenía ese deseo desde hace muchos años de crear mi propia escuela y mi hijo me inspiró a eso”, cuenta Ramón.
Cuando fue a Venezuela a buscar a su familia, lo primero que empacó fue un bate, un guante y seis pelotas para seguir trabajando en la formación de su hijo en el deporte; sin embargo, no imaginó que otros compatriotas buscaban la opción para que los hijos practicaran el deporte nacional de su país en este lado del continente.
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En cada tarde de práctica y fines de semana de juegos, Alexandro Leonel Flores Saavedra se viste de Astros. Tiene más de seis meses en la escuela de José Ramón y le gusta “casi todo”. Entre lo que destaca está “batear, ayudar a sus compañeros y hacer amigos”.
“Yo me enteré del béisbol gracias a la ayuda de un amigo de mi mamá y después fui aprendiendo cada día. Yo empecé desde cero y no sabía casi nada. Ahora ya soy uno de los mejores”, dice Alexandro Leonel, uno de los tres peruanos que forman parte del equipo.
Para él, el apoyo de su madre y toda su familia ha sido importante para continuar en la disciplina. “A mí me encantaría llegar a las Grandes Ligas porque mi madre se sentiría orgullosa y porque yo, siendo peruano, podría representarlos en este deporte desconocido para este país”, sostiene.
Para Mauricio Vargas Méndez, el béisbol es su vida y se siente bien formar parte de la escuela en SJL. Ante una derrota que sufrieron contra un equipo de otro compatriota venezolano, reconoce que el profesor Olmedo les dice que no importa perder o lo que se hace en el terreno. “Lo verdaderamente importante es aprender de los errores”, manifiesta el también admirador de Miguel Cabrera.
No todos los padres y representantes vieron a José Ramón entrenar con su hijo, otros lo descubrieron a través de Facebook. Euclides José Colina Bouquet fue uno de ellos y al enterarse llevó a su hijo al terreno de Canto Rey. “De verdad que esto me devolvió la alegría porque tenía dos años sin verlo jugar. Desde pequeño, él se dedicó al béisbol y aquí buscaba integrarse porque aquí nosotros lo que venimos fue a trabajar. Es lo que le gusta y gracias a Dios le ha gustado su escuela”, precisa.
Muchos peruanos desconocen que en este país se juega la disciplina a puerta cerrada en un estadio que no tiene nada que envidiarle a otros terrenos de juego ubicados en el Caribe. El diamante que pertenece al Complejo Polideportivo de Villa María del Triunfo fue la sede de la disciplina en la última edición de los Juegos Panamericanos Lima 2019.
Villa María del Triunfo
En ese lugar, los equipos de categoría amateur e inscritos en la Federación Peruana de Béisbol practican e incluso jugaron un reciente torneo que se denominó Copa Bicentenario, en alusión a los 200 años de la independencia del Perú.
La disciplina no ha alcanzado un nivel profesional en el país, pero sí ha reportado un avance competitivo, reconoce Ricardo Miranda, jefe de la Unidad Técnica de la Federación Peruana de Béisbol y exmánager de la selección nacional.
“El béisbol en Perú tiene más de 100 años. La historia dice que entró por el puerto del Callao con la llegada de muchos japoneses y norteamericanos. Se comenzó a jugar la pelota en el área de la comunidad asiática y sobre todo en la japonesa. Por su parte, la Federación de Béisbol se fundó en 1926″, dice.
El representante considera que el béisbol local se intensificó mucho más en los pasados Juegos Panamericanos Lima 2019, un evento que fue trascendental para el mundo, pero sobre todo para el Perú.
El país pudo contar con talento venezolano nacionalizado para poder representar a la bicolor. Los nombres de José Herrera, Jesús Vargas y Jonathan Farías formaron parte de ese histórico roster que participó en los Panamericanos.
Selección peruana de béisbol
La participación en esa competición fue muy valiosa para la blanquirroja. Además, Perú ha podido competir tanto en sudamericanos como en Copas del Caribe, siendo este último torneo donde logró obtener un segundo lugar, uno de los mejores resultados para la selección hasta ahora.
*Este artículo es el resultado de una beca obtenida por el Premio Suramericano de Periodismo de Migraciones de la OIM bajo la mentoría de la Fundación Gabo.*