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Humanos con derechos y derechos humanos en el día del humano que camina, por Nancy Arellano

“Hoy, Día Internacional del Migrante, conmemoramos nuestra capacidad de mirar a los ojos a otra persona y ver en ella, en él, a un ser humano igual, a un miembro más de nuestra especie, a un hermano de nuestra aldea global”.

Migrantes venezolanos caminan hacia Iquique desde Colchane, Chile, luego de cruzar desde la frontera con Bolivia. Foto: AFP
Migrantes venezolanos caminan hacia Iquique desde Colchane, Chile, luego de cruzar desde la frontera con Bolivia. Foto: AFP

Por Nancy Arellano.

Se habla mucho de derechos humanos sin comprender el trasfondo de estos. Sin entender que, en el centro de la teoría sobre ellos, está que son universales y no sometidos a “selección”.

Los derechos humanos son el gran logro del siglo XX. Son la reafirmación más coherente de que somos seres con inteligencia suficiente para reconocer en el otro la calidad de “nuestros iguales” y establecer vínculos de dignidad y valores, de respeto; pero más allá es un compromiso con la esperanza de una convivencia pacífica, armónica y creadora.

Hoy, Día internacional del Migrante, conmemoramos el hecho más con sustanciado con ser humanos: caminamos. Como dijo un célebre autor: “Tenemos pies, no raíces”, podemos movernos y buscamos protegernos y proteger a los nuestros de las inclemencias del clima, de las crisis sociales y económicas, de los excesos de la autoridad, de la barbarie de otros seres humanos que amenazan lo más sagrado: la vida.

La migración es un acto de esperanza instintivo, una respuesta al acecho del depredador o una adaptación natural del hombre en búsqueda de espacios para florecer. Tan antigua como el propio hombre y tan constante que todas las grandes civilizaciones se han erigido sobre procesos de movilidad: desde las tribus chichimecas que construyeron el imperio azteca. Los incas frente a la culturas preincaicas o nuestros pueblos nómades aún latentes. Los egipcios, los romanos, los moros, los sabios de Bizancio que llegaron a traer consigo el despertar del Renacimiento. Hasta los europeos y los asiáticos en Latinoamérica; y, por supuesto, la huella migrante en Estados Unidos o en el sur de Europa que han marcado en este siglo una identidad. Esto, sin contar un importante flujo que existió a Venezuela hasta el año 2000, matriz que se revirtió con fuerza desde 2010.

Hoy, nuestra Suramérica sigue experimentando un proceso natural de movilidad, y Perú sigue con un balance de 1 a 3 entre inmigrantes y emigrantes. El hecho no está exento de retos, pero retos que son simplemente humanos y que nos convocan a reconocer en el otro lo más esencial: humanidad. Somos los mismos y no importa de dónde vengamos, sino a dónde podamos llegar juntos.

Hoy, Día Internacional del Migrante, conmemoramos nuestra capacidad de mirar a los ojos a otra persona y ver en ella, en él, a un ser humano igual, a un miembro más de nuestra especie, a un hermano de nuestra aldea global.