El papa Francisco cumple este viernes 85 años y se sitúa entre los diez pontífices más longevos de la historia de la Iglesia, entre Inocencio XII, que falleció el 27 de septiembre de 1700, dos meses después de haber cumplido esa edad, y Juan Pablo II, que murió el 2 de abril de 2005 sin haberlos cumplido.
No está previsto que Francisco celebre esta fecha con festejos particulares, ya que cumplirá, como el resto de los días, con su agenda oficial que se gestiona desde la Secretaría de Estado.
En 2022, el pontífice entrará en el noveno año de su pontificado con la vista puesta en cerrar la tan esperada Constitución Apostólica, aunque en la práctica ya se han puesto en marcha las principales reformas. De hecho, el juicio contra el destituido cardenal italiano Angelo Becciu y otras cinco personas por la compra irregular de un lujoso edificio en Londres en 2014 —que se retomará a mediados de febrero— refleja algunos de los cambios esenciales de la organización del Vaticano tanto en el plano jurídico como en el económico.
A finales de abril, el Papa introdujo uno de los cambios más importantes en la Curia Romana al derogar la ley que impedía que los cardenales de esta institución fueran juzgados por un tribunal ordinario y decretar que pudieran ser procesados por el tribunal ordinario de primera instancia del Vaticano, que está compuesto también por jueces laicos.
Hasta entonces, los obispos y cardenales tenían el privilegio de solo ser juzgados por un tribunal del que formaban parte jueces y otros cardenales nombrados por el obispo de Roma. La novedad que estableció el Papa es que los purpurados tienen ahora el mismo trato que cualquier laico ante la justicia. El proceso contra Becciu también ha supuesto un acelerador con respecto a la reforma económica y, en concreto, en la introducción de un sistema de mayor vigilancia y control, sobre todo en cuestión de gastos.
Según las investigaciones de los magistrados del tribunal de la Santa Sede, la compra del edificio londinense se gestó a través de un fondo de inversión, manejado en ese entonces por el banquero italiano Raffaele Mincione, por más de 300 millones de euros, cuando Becciu era el sustituto de la Secretaría de Estado, cargo que opera en la práctica como el de jefe de gabinete del papa. Parte de ese dinero provenía de donativos llegados como óbolo de San Pedro, de los cuales los donantes esperan que se dediquen de modo inmediato y directo a obras de caridad del papa.
Por ello, Francisco decidió retirar los fondos propios de la Secretaría de Estado, que se quedó sin cartera. Además, ahora es la Secretaría para la Economía el órgano principal que tiene la función de supervisar cada partida presupuestaria del Vaticano, lo que limita las responsabilidades y las oportunidades de cometer actos de corrupción.
Otra de las reformas tiene que ver con la posición que ocupa la Curia Romana en el organigrama de la Iglesia universal. El papa quiere que esté al servicio de las necesidades de las diócesis, y sobre todo que tenga capacidad de escuchar y ayudar a las Iglesias locales en sus necesidades. De ahí también el proceso de consulta que ha abierto en la Iglesia y que culminará en el 2023 con la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos en Roma con el tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
Además, el pontífice ya ha adelantado otras reformas, como aumentar el número de laicos y mujeres en los puestos de mando en la Iglesia, que ha ido creciendo progresivamente, o la limitación de los mandos de la Curia a cinco años.