En los últimos 8 años, Lepht Anonym se ha realizado más de 50 operaciones para introducirse implantes tecnológicos. ¿Su finalidad? Cree firmemente en que esta práctica beneficiará tanto a la especie humana como a su curiosidad.
Radicada en Reino Unido, Lepht es “una hacker de wetware sin rostro o género, sin dioses o dinero, a la que le gusta la gente, la ciencia y el transhumanismo práctico”, según se describe en el perfil de su popular blog Sapiens Anonym.
“Yo prefiero sufrir el dolor y adquirir conocimientos que evitar el dolor y quedarme sin el conocimiento”, le dijo a la BBC en 2016 al explicar la razón por la que se ha autoimplantado estos chips.
Como ella, hay toda una nueva comunidad ―también conocida como ‘grinders’— que experimentan y fusionan el cuerpo humano con tecnología bajo el modelo de un cyborg. “Es un campo inexplorado y emocionante que, en gran parte, está alejado de las disciplinas convencionales de la ciencia o de la filosofía y que cambia totalmente algunas creencias éticas antiguas”, recogía un artículo publicado en El País, en 2016.
La mayoría de los biohackers ―sigue el diario español― realizan ellos mismos las operaciones y “aprenden sobre la marcha los principios básicos de la medicina y de la esterilización (a menudo simplemente mojan las agujas y los escalpelos en alcohol)”. Esa es la gran diferencia ―y riesgo―, apuntó un artículo de la BBC.
“Lo que hacemos es intentar usar tecnología de una manera personal para que nuestros cuerpos sean mejores”, detalló Lepht Anonym a la cadena británica.
El filósofo británico Max More fue quien articuló los principios de este movimiento intelectual, que cuenta con partidarios y detractores en todo el mundo. En 1990, explicó que “los transhumanistas buscan la continuación y aceleración de la evolución de la vida inteligente más allá de su forma humana actual y sus limitaciones por medio de la ciencia y la tecnología, guiados por principios y valores de la promoción de la vida”.
Un grupo de ellos son ―como dice Lepht― transhumanistas prácticos. Esto quiere decir que practican experimentos en su propio cuerpo para apurar el paso de la ciencia y tecnología. En nombre de estos ideales, Lepht aguanta el dolor que se autoinflige. “Los imanes que tengo en los dedos dolieron, dolieron de veras, tanto que por un instante empecé a verlo todo blanco. Fue real, realmente doloroso”, mencionó a la BBC.
Lepht Anonym tiene, entre los dispositivos, un chip subcutáneo que le permite interactuar con su teléfono y desbloquear algunas puertas, además de un pequeño chip brújula cerca de su rodilla izquierda con una bobina de tesla que se puede cargar externamente.
Su esperanza es que los “primitivos resultados” que ella ha conseguido puedan ser usados por otros, gente más capacitada, para construir algo mejor. “La comunidad del biohackeo es una cooperativa. Se trata de mejorar la calidad de vida de la gente, pero de una manera práctica —enfatizó—. Desde mi punto de vista, esto es algo que yo me hago a mí misma, ejerciendo mi derecho sobre mi propio cuerpo.
En su artículo publicado en El País, Kevin Warwick ―científico de Cibernética― mencionaba que “el biohacking ofrece posibles ventajas”. Sin embargo, “con el tiempo, veremos cómo se usan estos implantes que mejoran a los seres humanos para aumentar la memoria y para comunicarse mediante el pensamiento”.
“Hoy en día se trata principalmente de investigar para ver hasta dónde pueden llegar los límites”, remarcó.