Esperaron casi cuatro décadas para volver a abrazarse como aquel 14 de junio de 1982, cuando Jorge y Eduardo, dos exsoldados albicelestes, colgaron sus cascos y se despidieron de la trinchera en la guerra de las Malvinas. Hoy, 39 años y dos familias después, se reencontraron en Alto Río Senguer en Chubut (Argentina) para estrechar al amigo que estuvo en una de las etapas más duras de sus vidas.
“La guerra fue un error y un horror”, contó Jorge. Él, a los 19 años, partió a las islas para defender el honor de su patria. Era febrero de 1982 y tan solo un año antes había terminado de realizar su servicio militar obligatorio. Sin embargo, le llegó una convocatoria al Regimiento de Infantería 25 de Chubut, a donde acudió desde su natal Córdoba sin saber que pasaría los siguientes 74 días con un fusil bajo el brazo defendiendo a su país y su vida.
Al llegar conoció a Eduardo Rojas, quien se convirtió en su compañero de posición en la misma trinchera, un hoyo de dos metros que se conoce como ‘pozos de zorro’.
Vivieron juntos su primer ataque aéreo y naval por parte de los ingleses el 1 de mayo en horas de la madrugada. Solo se tenían el uno al otro y la esperanza de sobrevivir a la lucha. Mes y medio después se vieron por última vez el 14 de junio, el día de la rendición argentina.
Aunque la guerra dejó estragos en ellos —al punto de no poder hablar de Malvinas durante dos años, enfatizó Jorge—, formaron familias y siguieron con la vida que habían logrado salvar en el frente de batalla. Sin embargo, aunque trazaron caminos diferentes, no olvidaron al compañero que les dio una gota de ilusión para mantener la cordura.
“Lo encontré hace unos años en un grupo de excombatientes. Mantuvimos contacto telefónico, pero no pudimos vernos personalmente por la distancia”, detalló.
Junto a su esposa, viajó más de 1.000 kilómetros hasta Alto Río Senguer, al sudoeste de Chubut, para reencontrarse con Eduardo en víspera de su cumpleaños.
Jorge bajó del auto. Su amigo lo esperaba en la vereda frente a su casa. Un abrazo que se volvió infinito y el silencio ensordecedor estremecieron la escena. “Quise abrazarlo fuerte y que él sintiera que no me había ido”, comentó Jorge.
En compañía de sus familias, los exsoldados disfrutaron tres días juntos con la promesa de que al separarse no esperarían 39 años más para volver a verse.