La Alemania nazi de Adolf Hitler invadió varios países de Europa en su intento de dominar el continente, entre ellos los Países Bajos, donde tres jóvenes se unieron a la resistencia para participar activamente en contra del régimen.
Truus y Freddie Oversteegen tenían 16 y 14 años, respectivamente, cuando Alemania ocupó su país, mientras que Hannie Schaft contaba con 19. Era mayo de 1940 y la Segunda Guerra Mundial se limitaba al plano europeo, Hitler ya había tomado Luxemburgo, Bélgica y Francia.
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En el libro Under Fire: Women and World War II (Bajo Fuego: Las mujeres y la Segunda Guerra Mundial, en inglés) la antropóloga Ellis Jonker entrevistó a Freddie Oversteegen, quien ofreció algunos detalles de las labores que desarrollaban.
Hannie Schaft se convirtió en una una prominente luchadora comunista
En un principio se limitaban al único accionar que destinaban a las mujeres: entregar panfletos o periódicos antinazis, reportó la cadena BBC. “¡Por cada hombre holandés que trabaje en Alemania, un hombre alemán irá al frente!”, decía uno de los carteles.
“Creo que eran solo unas tímidas adolescentes. La guerra las convirtió pronto en mujeres valientes”, sostuvo Martin Menger, hijo de Truus Oversteegen.
Rápidamente llamaron la atención de Frans van der Wiel, comandante del Consejo de Resistencia clandestino del municipio neerlandés de Haarlem. Su siguiente misión fue sabotear puentes y líneas de ferrocarril.
Truus Oversteegen confesó que fueron ellas quienes pidieron asumir un rol más activo en la organización. “Le dijimos que nos gustaría hacer eso. Y aprender a disparar, a disparar a los nazis”.
De ahí en adelante las jóvenes tomaron las armas contra los nazis y especialmente contra los “traidores” neerlandeses que encontraban a las afueras de Ámsterdam, capital de los Países Bajos.
Fuerzas alemanas al momento de ocupar los Países Bajos en 1949
"Era bastante excepcional que chicas jóvenes participaran en la resistencia armada, y especialmente que ejecutaran a traidores, que es algo que hicieron estas tres adolescentes", confirmó la directora del Museo de la resistencia neerlandesa, Liesbeth van der Horst.
Hasta el último día de sus vidas no se arrepintieron por lo que hicieron. “Era un mal necesario, matar a los que traicionaron a la gente buena”, subrayó Truus Oversteegen a un entrevistador.
Cuando le consultaron a cuántas personas había asesinado o colaborado para matar, su respuesta fue tajante: “Uno no le preguntaría nada de eso a un soldado”.