Una vez más la COP25 ha fracasado y ese fracaso es un retroceso en el ámbito de la sobrevivencia de la especie humana y de las otras especies: todos seremos arrasados por los cambios bruscos climáticos si no actuamos ya. No se ha llegado a ningún acuerdo trascendente y los que se tomaron en París siguen en ascuas mientras los 196 países no decidan ponerlos en vigencia. Ni siquiera el tema de los mercados de carbono —con el cual estoy en completo desacuerdo— que propone cuidar de los bosques cuantificándolos y monetarizándolos ha sido debatido en profundidad. Se han pateado todos los temas calientes para Glasgow 2020, como si aún tuviéramos tiempo.
Lo que ha trascendido es que tanto Trump como Bolsonaro, los dos presidentes que niegan el cambio climático, han llamado “mocosa” a la joven activista Greta Thunberg, portada de la revista Time como personaje del año. Lo que no ha podido la COP25 lo ha logrado la joven Greta solo con su implacable lógica y sus dos manos: que los medios de comunicación propongan en el debate público la situación real del planeta. El objetivo es tomar acciones antes de los próximo ocho años.
Sobre la cumbre Greta ha declarado: “Parece que la COP25 en Madrid se desmorona. La ciencia es categórica, pero es ignorada. Pase lo que pase no abandonaremos. Esto es solo el principio”. Desde 1973 en que el Club de Roma propuso una investigación seria con expertos del MIT y de otras universidades para plantearse los límites del crecimiento, el mundo de los políticos y de los Estados ha ignorado las propuestas científicas tildándolas de alarmistas. Hace poco un grupo de expertos exigió en la revista Science que se reconozcan los derechos de la naturaleza con la misma fuerza que se han reconocido los derechos humanos, ¿alguien lo hará?
Perú es el tercer país en el mundo con alta vulnerabilidad al cambio climático: eso significa, por ejemplo, que es probable que nos quedemos sin agua en las franjas costeras mucho más rápido que nuestros vecinos. O que la imparable deforestación de la Amazonía perjudique no solo nuestra alta biodiversidad sino la vida de miles de indígenas. Pero ¿a alguien le importa?, ¿es parte de los debates políticos de cara al Congreso 2020?.