Mientras usted lee estas líneas cualquier situación de extremo peligro puede haberse producido en Bolivia, incluyendo una guerra civil. Mientras yo las escribo no puedo predecir qué pasará en algunas horas, quizás minutos. Un video que circula en las redes sociales muestra a un grupo de varones con wiphalas –banderas de siete colores que representan al Estado plurinacional— corriendo por las calles de El Alto mientras gritan “guerra civil/ guerra civil”. En Santa Cruz, otro grupo de personas que han intentado linchar a un dirigente queman una wiphala.
Algunos analistas y periodistas –incluyendo el ex integrante de CNN Carlos Montero, fuera de toda sospecha de ser un “ultra”— sostienen que la situación producida tras las elecciones presidenciales y la sugerencia de las FFAA de que “el presidente renuncie”, se configura como un verdadero golpe de Estado. Otros, como los miembros de la Comisión Episcopal de la iglesia católica, sostiene que no lo es. En medio de todo grupos de extrema derecha están azuzando a la violencia: los miembros de la ultraconservadora Iglesia Pentecostal con representantes en las altas esferas de las Fuerzas Armadas o dirigentes de la logia de Los Caballeros del Oriente, como Fernando Camacho –a quien los ignorantes periodistas peruanos llaman “héroe cívico”— con un poder económico tan fuerte como su racismo “anticolla” contra los aymaras y quechuas. La situación es grave porque se está armando a la población y justificando la matanza entre hermanos: Camacho dijo que, salvando las diferencias, “se debía sacar la agenda como lo hacía Pablo Escobar y anotar a los traidores”.
Evo Morales, el dirigente cocalero que llegó a ser el primer presidente indígena en un país de extremas contradicciones y desigualdades como el nuestro, que reivindicó una postergación de siglos desde que se produjo el servilismo de la mita de Potosí, ha aceptado la oferta de asilo ofrecida por México, aunque aún sigue dentro del país sin paradero conocido. Evo Morales, que pudo pasar a la historia como el presidente que logró el crecimiento del PBI boliviano –a costa del extractivismo, no olvidemos— o porque logró la conversión del país constitucionalmente en un Estado plurinacional, hoy huye de un caos producido por su insistencia de mantenerse en el poder tras la cuarta re-re-reelección, asesorado por su vicepresidente, el intelectual Álvaro García Linera. ¿Qué herida profunda salta ahora con vilipendios y violencia de ambos lados? Como sostiene lúcidamente mi colega Gabriela Wiener: “Evo tenía que irse, pero así no”.