En La Restauración, película del cineasta peruano Alonso Llosa (que compite en la categoría ficción en el Festival de Cine de Lima), la actriz Attilia Boschetti interpreta a Rosa, una mujer de clase alta que transcurre sus días postrada en una cama, atendida por sus dos fieles sirvientes, dentro de su antigua casa en San Isidro. Su único hijo, Tato (Paul Vega), es un cincuentón adicto que acaba de salir de un divorcio y regresa al seno familiar convencido de vender la casa a sus expensas. Para la actriz, este personaje ha resultado un deleite personal.
La película habla del progreso y del ‘boom’ de la construcción en Lima, algo que en este contexto pareciera que sucedió hace mucho tiempo.
-Sí, pues, es que la película fue hecha hace dos años y en ese momento jamás nadie se podía imaginar que entraríamos en un estado así. Este tipo de argumentos podrían parecer algo extraños, pero la cinta es fresca e irónica.
¿Dirías que Rosa es una madre opresora?
-Todo ha sido llevado a la exageración, pero representa a esa mujer de la clase burguesa de los años 50, que vive en el recuerdo y no se ha querido enterar de cómo han cambiado las cosas, por esa actitud de desprecio que hay dentro de una clase social…
Y que aún se mantiene …
-Supongo que sí. Es la clase social burguesa, pero también un poco ignorante, gente que está metida en sus propias individualidades, muy conservadora, que no mira cómo evoluciona el mundo a su alrededor. Además, tener un hijo con tantos problemas, representa para ella una frustración innombrable...
Sin embargo, ambos necesitan la aprobación del otro. Es una relación extraña.
-Yo creo que más bien frecuente, porque se basa en las expectativas que tiene uno del otro, más que en el amor de verdad. No nos han educado para ver al otro como alguien diferente y que, por lo tanto, hay que amar por como es y no conforme quisieras que fuera. No nos enseñan eso, menos a los padres, que al final quieren hacer a los hijos a imagen y semejanza. Allí empiezan los problemas porque los hijos siempre son diferentes. Esta mujer no puede entender esto. Es muy rígida, además, está agobiada por una enfermedad que la paraliza.
¿Recurriste a tu condición de madre para construir parte del carácter de Rosa?
-Los matices de maternalidad son los míos también, uno siempre le pone de su cosecha. Pero Alonso (Llosa, el director) ha hecho un guion muy consistente, con personajes con muchos matices de humanidad y ese es su mérito.
¿Cuál fue el momento más complicado del rodaje?
-Por momentos fue muy cómodo porque estaba en la cama todo el tiempo (risas). La verdad, disfruté muchísimo, la historia es buenísima, la anécdota maravillosa, fue un regalo para mí. Nos emocionamos juntos en muchos momentos. Sin embargo, ese gran estreno que anhelaba con bombos y platillos no se pudo dar por la pandemia.
Una pandemia que ha obligado a directores de cine y teatro a cambiar la manera de presentar sus producciones. ¿Qué le parecen los estrenos a través del streaming?
-Me es muy difícil dar una opinión en este momento, estoy todavía en la fase de observación porque todo es extraño. Lo que veo es una gran capacidad de adaptación en los seres humanos, a cualquier realidad posible y me estimula y anima ver a los jóvenes que han buscado soluciones. Sé que se está creando mucho, pero es un momento de gran incógnita que puede cambiar de repente. Creo que todavía hay poco público que mira las cosas que se están haciendo, en todo caso, vivir de eso, quizás todavía no se pueda.