“Kay prestamuqa allin allinta Llanapahuara kay bancos comunales kay qullqi wammni, Rantirani kuchicunata, wallpa chakunata chayman qinan quisuchakunata rurani (Este préstamo de bancos comunales me ha ayudado bastante porque he podido adquirir mis animales menores como mi chancho, mi gallina, y también en la producción de quesos)”, manifiesta Ebelia Salazar, de Cusibamba, un poblado ubicado a tres horas de la ciudad de Huamanga en Ayacucho.
Al igual que Ebelia, más de 70.000 mujeres de zonas rurales acceden a créditos mediante los bancos comunales; un tipo de financiamiento dirigido para los lugares más alejados, donde no llega la banca tradicional.
Este modelo de financiamiento y promoción del ahorro aplicado por ONG’s consiste en agrupar a entre 10 y 20 personas de la misma comunidad para otorgarles préstamos de entre S/ 100 y S/ 20.000, principalmente para producción de ganadería, agricultura, artesanía, tejido y pequeños comercios.
“Está dirigido para mujeres y varones mayores de 25 años, pero la mayoría son mujeres porque son quienes administran el hogar en estas zonas y quienes tienen más responsabilidad para asistir a las reuniones mensuales”, explicó María Anccasi, coordinadora regional de bancos comunales de la ONG Alianza para el Desarrollo Social (ADES) en Ayacucho.
Banco comunal. Foto: La República
Pese a que no se les pide muchos requisitos —solo su DNI—, la tasa de morosidad es baja, ya que los miembros de los grupos se conocen y avalan entre sí. “En estas zonas hay mayor responsabilidad en los pagos, son conscientes de hasta cuánto pueden pagar y de no perjudicar al resto del grupo. Nosotros buscamos un líder en la comunidad, que conoce con quiénes puede trabajar, y entre ellos se seleccionan”, apuntó Anccasi.
Cada grupo tiene una junta directiva compuesta por presidenta, secretaria y tesorera.
Rosario Durán, secretaria del banco comunal Virgen del Carmen de Cusibamba, creado hace dos años, cuenta que la primera vez, con cierta cautela, solicitó un préstamo de S/ 400. Pero al ver que sus ahorros crecían y que podía tener financiamiento para comprar su ganado, comenzó a pedir más.
“La primera vez pedí solo S/ 400, vi que me funcionaba y empecé a pedir más. Ahora voy a pedir S/ 3.000 para comprar mis chanchitos, los engordo y los vendo luego”, relata y detalla su tipo de negocio, que por ejemplo consiste en comprar un cerdo a S/ 150, lo alimenta, crece y lo vende a S/ 500 o más, dependiendo del tamaño.
Rosario destaca como ventaja que los bancos comunales van a los pueblos para las reuniones mensuales. Cuenta que antes accedió a un préstamo de una caja rural, pero para realizar sus pagos tenía que viajar a Huamanga (en la capital de Ayacucho), y eso le generaba un gasto de S/ 30 en pasaje y 6 horas de viaje (ida y vuelta) cada mes.
Bancos comunales. Foto: La República.
En el caso de ADES, los ciclos de préstamos se hacen por seis meses. El promotor del grupo viaja al poblado para reunirlos mensualmente con el fin de cobrar la cuota y dar capacitaciones financieras, como enseñarles a ahorrar o administrar sus recursos. En el sexto mes, la junta directiva organiza un compartir para el fin de ciclo, en el que pagan la última cuota y deciden si piden más financiamiento.
“Yo he pedido S/ 2.500, pero ahora quiero S/ 4.500 porque me están ofertando un terrenito, donde quiero sembrar pasto. Mientras más alimentadas estén mis vacas, más leche darán y más quesos produzco”, cuenta Ebelia Salazar mientras saca sus cuentas.
La operatividad de los bancos comunales cayeron hasta en 60% con el impacto de la pandemia. Según datos del consorcio Promoción de la Mujer y la Comunidad (Promuc), que agrupa a 17 ONG de este tipo, pasaron de más de 10.473 bancos comunales al cierre del 2019 a un promedio de 5.908 el año pasado.
Actualmente tienen registrados a 77.566 socios con créditos vigentes, de los cuales más de 67.926 son mujeres (ver infografía). Del total, el 70% está en zonas rurales y el 30% en zonas urbano-marginales. Las regiones con mayor participación son Cusco, Arequipa y Puno, detalló Carlos Salgado, gerente general de Promuc, quien agregó que las tasas de interés promedio son de 3% mensual, pero por el impacto de la crisis COVID-19 las redujeron a 2,25% aproximadamente.
“En esta pandemia hemos tenido que bajar las tasas de interés para facilitar el pago a nuestra población. Eso lo hicimos con nuestros propios recursos porque no accedimos al fondeo del FAE-Mype, Reactiva Perú ni ninguno de los programas estatales”, apuntó Belinda Gómez, presidenta del consejo directivo de Promuc.
Las entidades del sector piden mayor cercanía del Gobierno e impulso a este tipo de financiamiento. Desde la SBS señalaron que en la Política Nacional de Inclusión Financiera (PNIF) se incluyen medidas en esa línea.
“La SBS ha desarrollado una norma de créditos grupales que permite utilizar este modelo y llegar a segmentos de zonas más alejadas. Pero por otro lado dentro de la PNIF hay medidas que está liderando el Ministerio de Agricultura para llegar a estos segmentos de zonas rurales, ya que ellos tienen una base de información importante con mayores detalles. Hay una serie de medidas específicas para el sector rural, desde información hasta garantías para poder llevar financiamiento a las zonas de más difícil acceso para el sector financiero formal”, señaló Mariela Zaldívar, superintendente adjunto de conducta de mercado e inclusión financiera.
Infografía - La República
Infografía - La República
Este tipo de financiamiento aún no está regulado por la SBS, por lo que las ONG no pudieron acceder al FAE-Mype, Reactiva Perú, ni ningún programa estatal que les brinde fondos para trasladar los créditos a las mypes. “A pesar de que nosotros llegamos a un sector olvidado, no estamos considerados en el FAE ni Reactiva”, enfatizó Arturo Noa, gerente general de ADES.
Asimismo, tuvieron que dar facilidades como congelamiento de cuotas y reducción de tasas con sus propios recursos. “No tenemos el mismo apoyo que la banca tradicional. Hemos enviado cartas al Ejecutivo y nunca obtuvimos respuesta”, enfatizó Carlos Salgado de Promuc.