La artista Shipibo-Conibo, Sara Flores, inauguró una exposición personal en la famosa galería White Cube de París. Parece que es en el extranjero en donde se valora el arte amazónico y no en nuestro país. En Lima no se interesan por su trabajo, a pesar de que cuente con galería en París y Nueva York.
La primera exposición individual de la artista peruana Sara Flores acaba de abrir en la galería White Cube de París. Nacida en 1950 en la comunidad Tanbo Mayo de la Amazonía peruana, Flores, perteneciente a la nación shipibo-conibo, presenta obras inspiradas en la interconectividad del ecosistema amazónico y arraigadas en las tradiciones de su herencia ancestral, destacando la antigua práctica de Kené.
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Busco comunicarme con ella y consigo el Whatsapp de Mateo Norzi, artista, diseñador, cineasta y activista por los derechos indígenas, que actualmente se desempeña como director ejecutivo del Shipibo Conibo Center, Nueva York, institución que trabaja con Flores. Me indica que en ese preciso momento está junto a Sara. La está acompañando al aeropuerto para que regrese al Perú. ‘Hagámoslo ya’, me escribe Matteo. Lo llamo y Sara acepta conversar conmigo. Parece muy contenta.
“Es la primera vez que me encuentro en este país (Francia)”, me explica. “Me he sentido muy feliz de encontrarme con los amigos que me esperaban y mis dos hijas. Vine para inaugurar la exposición que hay ahora con mis trabajos de arte. Todo lo hago a pulso y sin máquina”. Si uno viene a la exposición, puede verla. Las puertas están abiertas para que entren todos.
-¿Estás contenta con el resultado de la exposición?
-Sí, muy contenta. Muy feliz. Jamás hubiera pensado que iba a exponer el trabajo que hacemos con mis dos hijas. Me han recibido con los brazos abiertos. Estoy muy agradecida con Matteo Norzi, que es un gran amigo y que me hizo llegar aquí.
-¿Me cuentas un poco qué significa el kené?
-El kené es nuestra costumbre. Antiguamente, nosotros no vestíamos con nuestro traje típico que lleva el kené. Todas las familias llevan el kené. Cuando uno lo tiene desde niño ahí, nunca se le olvida. Cada país tiene sus costumbres y su identidad cultural. Esta es la nuestra. Jamás podría olvidarlo. Ese ha sido el trabajo que me traído hasta este país tan lindo. He paseado todo lo que he podido. Ahora mismo estoy yendo al aeropuerto para regresar a mi país y a mi comunidad.
-¿Cuándo empezaste a hacer estos trabajos?
-Empecé cuando era niña. Aprendí viendo lo que hacía mi mamá. Desde los diez años comencé a hacerlo. Todo fue mirando. Cualquier niño aprende viendo a su mamá o a su papá hacer algo. Cuando cumplí quince años empecé a hacer el trabajo yo sola. Me salía bien. Con ese trabajo y esa costumbre familiar continué haciendo mis kenés hasta el día de hoy. Es una tradición familiar que pasa de madre a hija. Todas las mamás enseñan a sus hijas a hacer cosas de mujeres como el trabajo, los vestidos y faldas, bordados, pintados. Yo hago de todo, también bordado, pero más trabajo con los pintados.
-¿Tus hijas también aprendieron de ti?
-Sí, claro. Hasta ahora yo les estoy enseñando, porque a veces no saben cómo dibujar un árbol o una flor. No siempre saben por dónde dar la vuelta para que salga tan bonito. Yo les enseño. Cuando son mayores de edad, ya lo pueden hacer solas.
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Matteo Norzi explica que Sara trabaja en esto hace sesenta años. En enero va a cumplir los setenta y cuatro, y empezó cuando tenía catorce. “En cualquier otro contexto”, explica, “los artistas viven en los márgenes de la sociedad. Se levantan todas las mañanas para crear sus obras”.
Shipibo-conibo. Piezas serán exhibidas en París. Foto: difusión
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Ella ha pintado toda su vida sin tener ningún reconocimiento en su país. Obviamente, en su comunidad sí lo tiene. La reconocen como la mejor, pero nunca llegó a interesar a mucha gente en Lima.
Recién después de la pandemia, el mundo del arte internacional ha despertado un nuevo interés en las prácticas de los pueblos indígenas. Después de mucho tiempo de que estén separados de la contemporaneidad, el trabajo de estos está siendo visibilizado.
Así, en esta temporada, el director de White Cube, Jay Jopling, tuvo la oportunidad de ver el trabajo de Sara. Nunca más pudo dejar de mirarlo. Para mí, el trabajo de Sara tiene una energía, vibración que te captura. Él primero compró algunos cuadros para su casa. Después hicimos una primera exposición en 2022 y esta es la segunda que hace con White Cube.
En ese contexto, ellos reclamaron la representación formal de Sara. Hay un compromiso de largo plazo con llevar su trabajo por todo el mundo’.
-Sara, ¿has expuesto alguna vez en el Perú? ¿Te gustaría hacerlo?
-Me gustaría. Aún no ha sucedido. Yo vivo en la región de Ucayali. Nunca me han visitado ni buscado. Parecen no estar interesados en mi trabajo. Ni siquiera en comprarlo o venderlo. Ahora, con la ayuda del amigo Matteo de Shipibo-Conibo Center me encuentro acá. Me siento feliz y estoy lista para regresar a mi pueblo.
-¿Por qué crees que el interés por tu trabajo viene primero del extranjero y no de tu país?
-Me gustó mucho que descubrieran mi trabajo antes de que envejezca y no pueda mirar. A última hora me encuentren los extranjeros, pero entre peruanos parece que no nos amamos. No hay reconocimiento. Cuando hacemos nuestros trabajos, luego no tenemos a quién vendérselos. Si necesitamos algo de dinerito para buscar medicina en el hospital o en la clínica, no tenemos. No hay plata ni para ir al médico si uno se siente mal. La ayuda no ha venido de mis paisanos, sino de afuera. Ahora que estoy aquí en otro país me siento muy feliz y tranquila. Voy regresar a mi casa a contar todas las experiencias de mi viaje. He hecho muchas cosas y he estado con muchos amigos.
-¿Cómo explicas ese desinterés por el arte amazónico o al arte indígena en general?
-Es una discriminación que nos hacen a los que somos nativos o indígenas. No les importa nada.
-Estoy de acuerdo. Con respecto al viaje, ¿qué ha sido lo que más te ha gustado?
-Me gustó de todo. Hay muchas casas hermosas y muchos amigos. Me he encontrado con el embajador peruano, Rolando Ruiz Rosas, y él ha admirado mucho mi trabajo. Me invitó a su casa y hemos conversado y cenado muy bien. Creo que él ha abierto sus ojos para que nos conozcan. Ha sido muy amable y nos ha hecho sentir en casa.
Sara me agradece mucho por la entrevista y me invita a su casa en Ucayali para que vea dónde vive y cómo es que trabaja. Se lo agradezco mucho y le prometo que haré lo posible por visitarla. Verdaderamente, sería muy interesante poder ir.