
He vuelto a ver Manuscripts Don´t Burn (2013) del iraní Mohammad Rasoulof. Pertinente para estos tiempos signados por la censura, y no solo en Perú. La película requiere de no mucha paciencia del espectador, basta con apagar el móvil y presupuestar dos horas y diez minutos para apreciarla en la magnitud de su epifanía.
Rasoulof se encarga de poner en bandeja las redes del poder dictatorial iraní, una de ellas funciona en dirección a la represión literaria, contra los escritores que son perseguidos, torturados y asesinados si es que osan en sus escritos denunciar las atrocidades que se cometen en Irán, en otras palabras: evitar toda clase de señalamiento/crítica del régimen de Mahmud Ahmadineyad (fue presidente hasta 2013).
El director centra su historia en dos matones del SAVAMA (Servicio de Inteligencia Iraní), Khosrow y Morteza, cuya misión es dar muerte a un escritor disidente, pero este aniquilamiento lo tendrán que hacer pasar como un suicidio. El escritor disidente ha escrito un libro en el que se manifiestan las atrocidades que Ahmadineyad niega ante todo el mundo y afirmando que los iraníes gozan de libertad y que son felices en esa libertad, y que la mala prensa de su régimen se debe a la campaña de desprestigio financiada por el imperialismo occidental.
Rasoulof enfoca la primera parte de su película en el drama de Khosrow, que viene barajando la idea de dedicarse a otra cosa, cualquier cosa que lo libre de ser un matón a sueldo, pero tiene enfermo a su hijo pequeño, quien solo podrá ser atenido con la ayuda del gobierno, el cual le permitirá superar las trabas burocráticas de los hospitales. Por su parte, Morteza, como superior, solo piensa en cumplir a cabalidad la misión, y en la medida de sus posibilidades, se encargará de ayudar a su compañero. En paralelo, el director se enfoca en los escritores disidentes y en los jefes que tendrán que reportar el éxito de la misión a los mandos superiores del SAVAMA.
Los elementos con los que Rasoulof trabaja, son muy modestos. Se vale de los cambios de luz del día, hace uso de espacios deshabitados, su guion es funcional y los actores saben que la contención expresiva es más importante que el despliegue histriónico. Lo que obtiene Rasoulof es, pues, un trabajo seco, ralentizado y poético en su discurso visual.
Quizá se nos pudo ahorrar muchos minutos iniciales, toda una pérdida de tiempo para lo que bien se pudo transmitir en quince, pero hablamos de un reparo menor debido a la ambición de su director por plasmar un contexto opresivo canalizado en uno de sus personajes (Khosrow), que vendría a ser la metáfora del libre albedrío en pos de una redención. Llama la atención también que en la película no aparezca ni una sola mujer, pero bueno, sabemos que en Irán las mujeres valen menos que un caballo. Si en caso aparecía una, iba a aparecer como suelen aparecer: tapadas.
Habría que fijarnos más en el cine que se viene haciendo en Medio Oriente. Y no sería descabellado calificar a sus creadores de héroes. En el caso de los responsables de Manuscript Don´t Burn, resulta evidente su compromiso creativo y político, compromiso que no depende únicamente de sus capacidades técnicas e histriónicas, es decir, no persiguen el lícito reconocimiento (una película como esta les cambiaría la vida a todos los que participaron en ella, pero no pueden salir de su país), puesto que decidieron no aparecer en los créditos de la película y así evitar cualquier tipo de represalia del oficialismo. Al respecto, en 2024, Rasoulof huyó de Irán a pie para evitar cumplir una condena del gobierno, que, literalmente, lo odia. En la actualidad, este talentoso director vive en Berlín. En plataformas.

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