Cada año, millones de toneladas de plástico llegan a los océanos, afectando gravemente la biodiversidad marina y poniendo en riesgo la salud humana. En América Latina, un país destaca como el mayor generador de contaminación plástica en los ecosistemas marinos, lo que suscita gran preocupación entre científicos y organizaciones dedicadas al medio ambiente.
Esta problemática afecta de manera directa a la fauna marina y tiene consecuencias a largo plazo en las personas. Estudios han encontrado microplásticos en especies de peces que son ampliamente consumidas en todo el mundo. La acumulación continua de estos materiales en los océanos podría llevar a un daño irreversible, a menos que se implementen medidas urgentes para detener esta crisis ambiental.
La entrada masiva de plásticos en los océanos comenzó a aumentar de manera alarmante desde la década de 1950. Foto: CleanHub
Brasil es el país sudamericano que más plásticos arroja al océano, según un estudio reciente de la ONG Oceana. Se calcula que, anualmente, se vierten 1,3 millones de toneladas de residuos plásticos en el mar desde esta nación. La cantidad representa un 8% de todo el plástico que llega a los océanos a nivel mundial, una cifra alarmante que lo ubica en el octavo lugar entre los mayores contaminantes del planeta.
El estudio compara el peso de estos desechos plásticos con 1,3 millones de automóviles pequeños, un equivalente que dimensiona la magnitud del problema. La falta de un marco regulatorio y leyes específicas para controlar la producción y eliminación de este material es uno de los principales factores detrás de esta situación.
Aunque Brasil es el mayor productor de plásticos en América Latina, todavía no cuenta con leyes que regulen la producción ni que establezcan un manejo adecuado de estos residuos. Esta carencia impacta directamente en la salud de los habitantes, ya que muchos de estos plásticos terminan en la cadena alimentaria humana a través de los peces y otros productos del mar.
El estudio de Oceana subraya la necesidad urgente de que Brasil implemente leyes que aborden la crisis plástica desde una perspectiva integral. Entre las principales recomendaciones, se menciona la adopción de un modelo de economía circular. Este enfoque busca reemplazar el actual modelo de producción lineal (donde los plásticos se producen, se usan y se desechan) por uno en el que los materiales se reutilicen o se reciclen de manera eficiente.
Además, la organización señala la necesidad de que se invierta en investigación y desarrollo para encontrar alternativas sostenibles a los plásticos. Entre estas alternativas, destacan los materiales compostables o reutilizables, que podrían ser integrados en los sistemas productivos del país. Este tipo de inversiones no solo reducirían la cantidad de plásticos en el océano, sino que también podrían generar nuevas oportunidades económicas y tecnológicas para el país.
“El plástico que contamina nuestros mares es el resultado de un sistema de producción que ya no es sostenible”, dijo Ademilson Zamboni, director de la ONG, para la agencia EFE. Asimismo, sostuvo la necesidad de que el poder público lidere la transición hacia un modelo más sostenible, con leyes que regulen la producción y el manejo de residuos.
El impacto de los plásticos en el océano es devastador y su alcance es global. Se estima que alrededor de 200 millones de toneladas métricas de residuos plásticos ya se encuentran en los océanos. Si no se toman medidas inmediatas, se calcula que para 2050 habrá más plástico que peces en el mar, según proyecciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
En Brasil, se ha encontrado plástico en los estómagos de más de 200 especies marinas. Además, el 98% de los peces amazónicos analizados presentaron residuos plásticos o microplásticos en sus intestinos y branquias, lo que evidencia la gravedad del problema. Los microplásticos también representan un peligro para la salud humana, ya que estos pequeños fragmentos se incorporan a la cadena alimentaria.
Más de 700 especies de animales en el mundo se ven afectadas por la contaminación plástica en el mar. Foto: WWF
La ONU considera la contaminación plástica como la segunda mayor amenaza ambiental para el planeta, después del cambio climático. Los plásticos tardan cientos de años en degradarse completamente y, durante ese tiempo, se descomponen en partículas más pequeñas que permanecen en el ambiente durante siglos. Los fragmentos, conocidos como microplásticos, se encuentran en todo el mundo, desde el Ártico hasta las profundidades del océano, y ya forman parte de nuestra vida diaria, desde nuestra ropa hasta el agua que consumimos.
La contaminación plástica constituye un riesgo significativo para la salud humana, tanto a corto como a largo plazo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que sustancias químicas presentes en plásticos, como ftalatos y bisfenol A (BPA), pueden causar reacciones alérgicas, irritaciones cutáneas e infecciones gastrointestinales al ingresar al organismo por contacto, ingestión o inhalación. Además, la presencia de microplásticos en alimentos y agua aumenta la probabilidad de intoxicaciones agudas, lo que plantea serias preocupaciones.
A largo plazo, la exposición crónica a estos compuestos se ha relacionado con un incremento en enfermedades como diabetes, trastornos hormonales y ciertos tipos de cáncer. La OMS señala que los disruptores endocrinos en plásticos interfieren con el sistema hormonal y afectan el desarrollo reproductivo e inmunológico. Ello resalta la urgencia de la implementación de políticas para mitigar la contaminación plástica y proteger la salud pública.
Diversos estudios científicos han documentado la presencia de microplásticos en diferentes partes del cuerpo humano, en los últimos años. Foto: UCA