"Los comuneros ya no pueden sembrar aquí su maíz, su plátano, su yuca, porque este terreno ya está muerto prácticamente", lamenta un líder indígena shipibo sobre la minería ilegal de oro, una enfermedad que consume Madre de Dios y la Amazonía del Perú. La situación se evidencia cuando se captan imágenes de profundos huecos de agua color ocre, que ahora reemplazan el verdor del bosque.
Desde el 2017, Madre de Dios pierde 21.000 hectáreas de selva al año producto de la explotación. Eso ha llevado a que el Perú sea el mayor exportador legal de oro en Sudamérica, con un 44%, conforme a los datos del Instituto Peruano de Economía. ¿Algún día acabará este flagelo a la naturaleza?
PUEDES VER: Científicos resuelven un dilema que hace explotar cabezas: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?
A orillas del río Madre de Dios, las balsas succionan el suelo día y noche, como si fuesen mosquitos, en busca de oro. La minería ilegal avanza voraz sobre la selva amazónica en Perú, gran productor mundial del metal precioso. Mientras tanto, bosque adentro, o en lo que queda de él, crece el conflicto entre mineros que se disputan el oro en el frágil ecosistema de la frontera con Brasil y Bolivia.
En Madre de Dios, en el sureste de Perú, la explotación es despiadada, a pesar de la persecución de la fuerza pública. Desde el 2017, este departamento megadiverso de 180.000 habitantes pierde en promedio unas 21.000 hectáreas de selva al año.
El precio internacional del oro se disparó en los últimos cuatro años hasta alcanzar en abril su máximo histórico. El apetito de los inversores aumenta la sed por el metal en Perú, décimo productor mundial de oro y segundo en Latinoamérica, según el Servicio Geológico de Estados Unidos.
Donde antes había vegetación hoy se abren profundos socavones inundados de agua color ocre, con las llamadas balsas o tracas dentro que succionan montañas de cascajo en busca de la finísimas y valiosas partículas de oro. "Los comuneros ya no pueden sembrar aquí su maíz, su plátano, su yuca, porque este terreno ya está muerto prácticamente", lamenta Jaime Vargas, líder indígena shipibo de 47 años y promotor de la reforestación de los "desiertos de cascajo" que deja la extracción.
Aunque la minería está prohibida en sus territorios —además de desatar enfrentamientos—, los indígenas conviven con los buscadores de oro que los invadieron, e incluso algunos trabajan con ellos. "Pero el responsable es el Estado, por su desorden" en el manejo de la minería, denuncia Vargas.
Un hombre trabaja en una zona minera de oro en el departamento de Madre de Dios, en la región amazónica del sureste de Perú, el 30 de mayo de 2024. Foto: APF/Ernesto Benavides
En Perú coexisten tres modalidades de minería: la formal que ampara la ley, la informal en proceso de legalización y la ilegal. Los ilegales son los mayores depredadores de la selva. Su actividad financia el crimen organizado que se impone en zonas como La Pampa, un enclave sin ley y contiguo a una de las reservas ecológicas de Madre de Dios en la Amazonía. "Los mineros ilegales nos invaden por todo lado", expresa Lucio Quispe, de 40 años, con más resignación que enojo.
Horas antes de que hablara con la AFP, sus dos hermanos, Robert y Reinaldo, fueron atacados brutalmente a machete cuando limitaban un punto de extracción con cintas rojas de peligro. Hasta mitad de junio, Reinaldo seguía hospitalizado en Puerto Maldonado, capital del departamento. Los Quispe explotan una concesión de 200 hectáreas a dos horas de la ciudad. Paradójicamente, el mismo Estado que les dio la autorización todavía no los reconoce como mineros formales.
Imagen aérea de dragas en una zona de extracción ilegal de oro en el departamento de Madre de Dios, en la región amazónica del sureste de Perú. Foto: AFP/Ernesto Benavides
Las tres modalidades se sobreponen entre sí y las tres alimentan el mercado aurífero. En el 2022, Perú produjo 96 toneladas de oro, pero se exportaron alrededor de 180 toneladas hacia Canadá, India, Suiza o Estados Unidos, principalmente, según estadísticas oficiales.
"El 45% de lo exportado no cuenta con registros de producción", alertó la superintendencia que supervisa la banca peruana y coopera contra el lavado de activos.
La OEA, en un reciente informe de su división contra la delincuencia organizada trasnacional, apuntó al corazón del problema: tanto la minería ilegal como informal permearon el comercio del oro peruano.
Incluso, estudios independientes sitúan a Perú como el mayor exportador de oro ilegal en Sudamérica, con el 44%, por delante de Colombia (25%) y Bolivia (12%), de acuerdo con el Instituto Peruano de Economía.
Brutal fotografía de minería ilegal en Madre de Dios. Foto: AFP/Ernesto Benavides
Un trozo de mercurio que contiene oro es visto en una zona minera en el departamento de Madre de Dios. Foto: AFP/Ernesto Benavides
En 2010, Perú demarcó un corredor minero de 5.000 kilómetros cuadrados para proteger reservas de Madre de Dios como la de Tambopata y el Parque Nacional del Manú. Dentro de esa franja está permitida de forma excepcional la minería informal hasta fin de este año. Desde 2016, cuando arrancó el tortuoso proceso de legalización, las autoridades han estirado los plazos.
De los 9.000 inscritos hasta 2019 —cuando venció el período de registro— solo 200 (2%) han obtenido licencia, según Augusto Villegas, director regional de Energía y Minas de Madre de Dios. En el corredor minero se explota oro de aluvión, lo que implica remover grandes volúmenes de material para llegar a obtener la "perla o botón" amarillo, explica. Por cada 100 metros cúbicos de tierra se extrae alrededor de 10 a 15 gramos de oro cuyo valor, por gramo, alcanza los 63 dólares.
"Pero no se puede hacer tortillas sin romper huevos; no se puede hacer minería en Madre de Dios sin sacrificar el bosque", reconoce.
Con información de AFP.