En julio de 1959, William Rankin, un teniente coronel de Estados Unidos, volaba en su avioneta cuando se topó con una gigantesca nube cumulonimbus (nube de tormentas), un fenómeno meteorológico que suele ser el causante de truenos, relámpagos y granizo.
Según el Servicio Meteorológico Nacional del Reino Unido (Met Office), las nubes cumulonimbus son las más peligrosas y amenazantes de la Tierra. Se trata de inmensas nubes verticales que pueden alcanzar hasta los 20 km de altura y en cuyo interior se forman especies de centrales eléctricas que pueden producir hasta 10 veces la energía de una bomba de Hiroshima.
Rankin piloteó su nave por arriba de la cumulonimbus para evitar cualquier contratiempo. Sin embargo, a 14.300 metros de la superficie, su nave sufrió una falla inexplicable y su motor se detuvo.
Entonces se dio cuenta de que, si deseaba vivir, su única opción era salir expulsado al exterior sin traje presurizado y caer, solo con paracaídas y un tanque escaso de oxígeno, dentro de aquella nube de condiciones extremas.
Según cuenta Rankin en su libro “El hombre que montó el trueno”, cuando salió expedido de la nave la temperatura a su alrededor era de −50 °C y había tan poco oxígeno que no podía respirar.
Además, la descomprensión instantánea que sufrió al salir de un ambiente presurizado al exterior causó que comenzara a brotarle sangre de los ojos y sus oídos, mientras que su abdomen comenzó inmediatamente a hincharse.
También relata que perdió su guante cuando fue eyectado de la nave, así que, durante la caída, su mano comenzó a congelarse por el extremo frío.
Rankin desplegó un barómetro que soltaría automáticamente el paracaídas cuando llegara a los 3.000 metros, sin embargo, esto ocurrió mucho antes, ya que la presión atmosférica del interior del cumulonimbus disparó los niveles del instrumento.
Fue así que, repetidamente, se vio elevado de arriba hacia abajo por las corrientes mientras le caían cristales por todo su cuerpo y él contenía la respiración.
Para su suerte, al final, la tormenta lo soltó y cayó encima de un árbol, golpeándose la cabeza con una de sus ramas. Luego fue al hospital por congelación y otras lesiones, pero ninguna de gravedad, cuenta en su relato.
Según el testimonio de Rankin, cuando miró su reloj tras pisar tierra firme, supo que había estado 40 minutos dentro de la nube.