¿Por qué dices que el universo conspiró para llegar a tu proyecto Esperanza? Definitivamente, en esta conspiración ha habido un trabajo de mis padres, que vinieron de provincias, se criaron con familiares, pero no estuvieron con el papá y la mamá. Por eso lucharon para tener una familia muy unida. ¿Y qué más conspiró a favor? La Marina también me dio una serie de conceptos. El más fuerte fue estar preparado para actuar de una manera ecuánime en circunstancias difíciles. Además, en Berlín (empresa de publicidad en la que trabajó) aprendí a editar y es muy importante para, cuando tú ves un material, concentrarlo y llevar un mensaje específico. Fui entrenándome sin saber, a dar mensajes con ideas-fuerza que brotaron en los momentos duros. Si todo conspiró, ¿también la muerte de tu hijo, Walter, fue necesaria? Espero que no, pero fue un punto de quiebre, sí. Recuerdo que un amigo, que ahora participa en Esperanza, me invitó a unos talleres que daban a empresas para solucionar temas conflictivos. Walter, un día que regreso, me pregunta: ¿qué tal te fue, viejo? Le dije: me parece que tengo algo ahí que puedo explotar, porque creo que ayudo a la gente a reflexionar sobre unos temas y quiero hacer un taller con tus amigos... ¿Y lo hiciste...? No. Pero cuando se da el asesinato, nunca me pregunté: ¿por qué a mí, Dios mío? Cuando estuve frente a él, recordé esa conversación y dije: voy a hacer esos talleres, voy a meterme allí donde está el problema, y me acordé de una frase de Steve Covey que dice que el 10% de lo que te ocurre en la vida son hechos que no puedes manejar, pero el 90% es cómo tú reaccionas ante ese 10%. En ese momento, yo dije: este 90% va a ser dedicado a evitar otras muertes. ¿Y cuándo apareció el dolor? Al morir Walter, yo entré en una etapa de sonambulismo. Pero al darme cuenta de que estaba ante la muerte y que era irreversible, no peleé contra eso, sino acepté esa realidad y me enfoqué en darle valor a esa muerte… ¿Y eso hizo que postergues tu duelo? ¡Claro! Yo estoy seguro de que en algún momento se va a venir. Es más, ya he tenido un par de escenas en las que he sentido un peso increíble, que no había sentido antes. Fue después de la condena. El juicio fue un paréntesis, una suspensión de todo. Obviamente, lloraba todos los días, pero no en la forma en que lo sentí después de la sentencia. ¿Y ahora estás cerrando el duelo? Yo creo que está comenzando. Por eso para mí ha sido muy importante apurar estos encuentros. La gente cree que yo estoy yendo a ayudar, pero yo estoy yendo a ayudarme también. ¿En algún momento sentiste odio? No he sentido eso. Lo que pasa es que no sabía a quién odiar. Yo vi el cadáver de mi hijo, sabía que había personas que lo habían arrojado, pero no quién… Pero luego hubo culpables... En esos lapsos fui alimentándome de otras cosas. Además, tenía que calmar al resto de gente, hasta que llega el tema del entierro. Walter no sabía lo grande que fue, ni yo tampoco, porque la gente va a los entierros, pero no llora como lloraron ese día. Él se había ganado el corazón de mucha gente. Si David (Sánchez-Manrique, alias Loco David) hubiera tenido una actitud de arrepentimiento, ¿qué hubieras hecho? Si una persona viene y me dice que se arrepiente de lo que ha hecho, es imposible cerrarle las puertas y, juntos, hubiéramos buscado darle valor a la muerte de Walter. ¿Te imaginas tú al padre (de David) conmigo yendo a dar charlas? ¿Te imaginas lo poderoso que hubiera sido? Pero no ha sido así. ¿Y la sentencia hubiera sido otra? Indudablemente, porque una confesión adelantada y sincera te reduce la pena. Por eso sostengo que la actitud del padre ha terminado hundiendo al hijo. Se dice que podrías entrar en política. ¿Has tenido propuestas? Ya han venido y he dicho no. Yo solo soy el protagonista de una desgracia, pero aún no he hecho nada. Es más, si analizas mi historia, no es de éxito. Indudablemente tengo mis méritos, pero la gente quiere ver qué obras has hecho. De otro lado, a veces pareciera que quieren convertir a Walter, un chico normal, en un santo… Walter era una persona común y corriente, con defectos y virtudes. Con una virtud impresionante, sí, de ganarse gente, porque era de dar mucho afecto. Pero nada de santo. Lo que sí tuvo un comportamiento rescatable: que él no corrió a esconderse y eso hay que copiarlo. Porque, ¿qué ha pasado con la sociedad peruana? Ahora, todos hemos retrocedido, nos hemos asustado, hemos puesto rejas. Miguel Ángel Cornejo decía: los buenos somos mayoría y los malos, minoría. Pero los malos actúan y nosotros retrocedemos. ¿Tú eres un bueno que actúa? No digamos bueno, pero soy una persona que se ha dado cuenta de que tengo que asumir mi responsabilidad y no puedo retroceder. Es lo que estoy buscando con Esperanza: activar una reacción pacífica y que todos actuemos. Habrá un antes y un después de la muerte de mi hijo. ¿Qué imagen guardas de él? Siempre entrando por la puerta riendo y haciendo escándalo. Yo tengo un rito: a la hora que salgo, hago la cruz con agua bendita dibujando un sonrisa en su foto (se le quiebra la voz). Era un tipo alegre. De día era una luz. ❧