Un 1 de enero de 1972 dejó de existir la persona que más empleos había generado hasta ese entonces. Todo por un absurdo error, por una inquina del destino. Luis Banchero Rossi fue un empresario pesquero, quizá uno de los más grandes inversionistas en el Perú. Hasta 1970, los ingresos brutos de sus industrias bordeaban los US$ 60 millones. Su muerte fue un trágico suceso, lo cual representó que la nación dejara de contar con el aporte de quien, por mérito propio, había logrado construir todo un imperio. En ese tiempo, su crecimiento empresarial se dio geométricamente: adquirió fábricas de harina y aceite de pescado que estaban en quiebra y construyó otras. Su posesión empresarial se basaba en 10 inmensos complejos, 320 barcos de todo tamaño para el propósito de la pesca. La fortuna de Banchero era tan grande como su lado humano. Cuando fue elegido como presidente de la Sociedad Nacional de Pesquería, promocionó la investigación científica en el océano Pacífico . Donó, además, equipos para impulsar la pesca artesanal y la conservación de productos. Su buen olfato para los negocios también le permitió incursionar por otros rubros que no se relacionaban con la pesca. Fue director del Banco de Crédito, adquirió cinco barcos graneleros, fue propietario de la aseguradora “Panamericana”, además de incursionar en la minería y en la prensa, siendo director del diario Correo. Un hombre a carta cabal. Desafortunadamente, después de las celebraciones por el Año Nuevo de 1971, Luis Banchero fue asesinado en su casa de campo en Chaclacayo a los 42 años. Y todavía más penoso que todo el legado empresarial y pujante, ese que había dado miles de empleos, se vea nacionalizada en el gobierno del general Juan Velasco Alvarado.