Perú bajo alerta mundial por tuberculosis resistente a medicamentos: pacientes enfrentan la variante más difícil de tratar
La falta de acceso oportuno a pruebas y medicamentos adecuados, junto con barreras económicas y sociales, pone en riesgo la vida de miles de pacientes con tuberculosis. Expertos afirman que demoras en la detección, tratamientos incompletos y la falta de apoyo integral son solo algunas de las dificultades que deben superar las personas afectadas.
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La tuberculosis (TB) vuelve a colocarse entre las mayores alertas sanitarias del país. Según el más reciente reporte mundial de la OMS, el Perú se encuentra en medio de una situación endémica y sigue figurando entre los 30 países con mayor carga de tuberculosis resistente a medicamentos (MDR/RR-TB) a nivel mundial, con 100 a 299 casos por cada 100.000 habitantes. Esta es el tipo más complejo y costoso de tratar: requiere esquemas prolongados, medicamentos altamente especializados y un sistema de salud capaz de sostenerlos sin interrupciones.
Nuestra realidad muestra lo contrario. A pesar de que el país actualizó sus guías de atención en 2023 y 2024, en las que incorporó los nuevos esquemas orales de seis meses, expertos alertan que aún existen brechas que están dejando a miles de pacientes expuestos a tratamientos incompletos, barreras de acceso, fallas logísticas y una atención que no alcanzaría a cubrir las verdaderas dimensiones sociales de la enfermedad.
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Un sistema que se diagnostica tarde y deja avanzar la enfermedad
El primer gran problema es la demora en la detección. El Dr. Leonid Lecca, director general de Socios en Salud, explica que, en Lima, “el promedio de tiempo desde que inician los síntomas hasta que se empieza con el tratamiento es más o menos de 52 días”, y que “casi el 30% tiene un tiempo de demora de más de 90 días”. Son semanas en las que el paciente permanece contagioso y, además, su condición empeora.
Según explica, estas demoras están vinculadas a barreras económicas, geográficas y burocráticas. “Hay muchas barreras, sobre todo los costos que los pacientes tienen que asumir para poder llegar a la atención”, señala. Aunque el diagnóstico y el tratamiento son gratuitos, desplazarse al centro de salud implica transporte, tiempo perdido de trabajo o estudio, estigma y múltiples visitas médicas. De hecho, solo al 11–14% de las personas se les diagnostica TB en la primera visita. "El promedio de visitas para un diagnóstico definitivo es de cuatro. Es decir, en promedio, un paciente debe asistir cuatro veces para recibir el diagnóstico de la enfermedad".
A ello se suma la falta de disponibilidad de pruebas rápidas, especialistas o equipos en determinados establecimientos. Como resume Lecca: “Va más allá del mismo servicio; incluye accesibilidad, aceptabilidad y asequibilidad.” Otro factor que agrava la demora es que 40% de personas acude primero al sector privado, donde las sospechas de TB no siempre se evalúan con enfoque adecuado. “Muchas personas no piensan en tuberculosis desde el inicio, incluyendo algunos profesionales de salud del sector privado”, señala el especialista.
Mario, paciente con este diagnóstico desde hace tres años, evidencia lo referido por Lecca: "En un principio, se sienten golpes helados en la espalda. Hasta que pude obtener mi diagnóstico pasaron un poco más de dos meses". Comenta que inicialmente acudió a una posta cercana a su domicilio, pero no le aceptaron la prueba de esputo debido a que produjo muy poca saliva. No pudo regresar de inmediato por motivos laborales; sin embargo, una semana después volvió: “Esta vez me atendieron, pero me quedé esperando a que me llamaran para conocer los resultados. Tuve que ir con mis propios medios a Solidaridad a que me atendiera el neumólogo, y recién ahí me confirmaron”.
La variante más difícil: tuberculosis resistente
La lucha contra la TB resistente contempla una serie de riesgos que comprometen la continuidad del paciente para finalizar el tratamiento, uno de los principales objetivos al tratar la enfermedad. El Lic. Carlos Rojas, coordinador del Observatorio Social de Tuberculosis del Perú, Observa TB, explica que esta es una enfermedad que ataca principalmente a los sectores más vulnerables, aquellos en situación de pobreza. Por ello, es crucial que las iniciativas estatales busquen acercamiento y facilidades a estos sectores.
Según la última información del Minsa, en 2024, se reportaron 33.049 casos de tuberculosis en el país, con 1.456 casos de TB multirresistente (TB-MDR), 730 casos de TB rifampicina resistente (TB-rR) y 2.186 casos de TB resistente (TB-MDR/rR). Lima y Callao concentraron el 54.7% (18.021) del total nacional, de los cuales 73.3% (1.566) pertenecen a la Tuberculosis resistente. Regiones como Loreto, Ucayali, Madre de Dios, Lima e Ica lideran la incidencia. En cuanto a grupos poblacionales altamente vulnerables, advierte el experto, "tenemos al grupo de personas que viven con VIH y personas con diabetes cuyas afecciones disminuyen las defensas y las hacen propensas a sufrir de tuberculosis".
El especialista explica que la población privada de libertad también se encuentran propensa a este tipo de enfermedad, "por su alto nivel de hacinamiento, mala alimentación y limitaciones para el acceso a la atención de salud en general y de la Tuberculosis en particular". Personas usuarias de drogas, explica, son uno de los grupos con mayor riesgo de abandono al tratamiento con serias limitaciones para la atención de salud, al igual que las personas en situación de calle.
Falta de masificación de medicamentos pone en riesgo a pacientes
Aunque el Perú incorporó los modernos esquemas acortados de seis meses, totalmente orales, Rojas advierte que estos no se han masificado. "Antes, el tratamiento podía durar hasta dos años, incluía entre 11 y 14 pastillas mas inyectables. Con la modificación se sustituyó por el tratamiento oral y acortado, que dura seis meses, con una mínima cantidad de pastillas (4) completamente orales, según indicaciones de la OMS. Sin embargo hasta el momento no se ha masificado en todo el Perú este tipo de tratamiento, subsistiendo brechas, a pesar de que en la práctica ha pasado un año a más de la inclusión de estos nuevos tratamientos".
El 24 de noviembre de 2025, la Defensoría del Pueblo informó al Observatorio Social de Tuberculosis del Perú sobre las acciones realizadas frente a la falta de acceso a los medicamentos del nuevo esquema oral acortado para el tratamiento de la tuberculosis resistente. La intervención se originó por denuncias de pacientes asegurados de EsSalud, entre ellos el caso de B.B.Z.C., atendido en el Hospital Sabogal, que no recibieron bedaquilina y linezolid debido a desabastecimiento, lo que los obligó a continuar con tratamientos antiguos, más prolongados y con mayores riesgos de abandono.
En respuesta, la Defensoría convocó a una reunión interinstitucional con el Ministerio de Salud, CENARES, EsSalud, Fuerzas Armadas, Policía Nacional e INPE, además de organizaciones de la sociedad civil. El objetivo fue asegurar la implementación del esquema oral acortado establecido en la Norma Técnica Nº 221-MINSA/DGIESP-2024 y coordinar mecanismos que garanticen la continuidad del tratamiento en todos los subsectores, sin inequidades ni retrocesos hacia terapias obsoletas.
De acuerdo a la información de la Defensoría, durante esta coordinación, el MINSA informó que cuenta con stock asegurado de los medicamentos del nuevo esquema y que ha brindado préstamos a EsSalud para evitar interrupciones. Cenares señaló que las compras para 2025 ya están gestionadas y las de 2026 en proceso, mientras que EsSalud reconoció dificultades en sus adquisiciones, rotación constante de personal estratégico y retrasos en la implementación de la norma técnica, lo que afecta a miles de pacientes y ha reducido las tasas de curación en TB sensible y resistente.
El documento de la Defensoría también detalla que varios sectores (EsSalud, INPE y las Fuerzas Armadas) no cuentan con presupuesto específico para tuberculosis, lo que los obliga a depender del apoyo del MINSA o a usar fondos destinados a otras funciones. Esta limitación estructural compromete la sostenibilidad del tratamiento y la capacidad de responder adecuadamente a la carga de TB resistente, especialmente en poblaciones vulnerables.
El reto más importante: impedir el abandono del tratamiento
El Dr. Leonid Lecca señala que completar el tratamiento sigue siendo uno de los principales retos para combatir la tuberculosis en el país, y esto se debe a diversas aristas. En primer lugar, apunta a que esto no depende solo del tipo de medicamento, sino de todo lo que rodea a la vida del paciente: costos ocultos como transporte diario al centro de salud, pérdida de ingresos por faltar al trabajo, tiempo de espera en los establecimientos y estigma social. "Muchas personas no quieren atenderse cerca a su casa debido a que no quieren ser vistos por familiares o vecinos", indica.
A esto se suma que "la atención aún exige que la mayoría de pacientes vaya todos los días a tomar su dosis, lo que genera desgaste y aumenta el riesgo de interrupción". Además de esto, influiría la falta de disponibilidad de pruebas, insumos o personal en algunos servicios, lo que desalienta a las personas que requieren seguimiento constante.
El especialista señala que el abandono es más frecuente entre pacientes que viven en pobreza o pobreza extrema: "Son ellos quienes requieren más soporte". Especialmente aquellos con viviendas precarias, poco acceso a servicios básicos o dificultades para costear traslados. Identifica, además, una asociación importante entre consumo problemático de alcohol y abandono del tratamiento, por lo que considera urgente desarrollar intervenciones específicas que integren el manejo de adicciones con el seguimiento de la tuberculosis. Añade que la falta de soporte sicosocial también afecta la continuidad, especialmente en quienes tienen condiciones de vulnerabilidad.
Respecto a lo que debería hacerse, Lecca destaca: “Sería interesante impulsar modelos comunitarios o la observación virtual del tratamiento para que no vayan todos los días al centro”. Propone fortalecer el tratamiento observado virtual, los modelos comunitarios donde personal de salud o promotores llevan la medicación al domicilio, y los paquetes de ayuda socioeconómica. Menciona avances como las tarjetas de alimentos que reemplazan las canastas y mejoran la cobertura, así como la necesidad de integrar salud mental y apoyo social para reducir los riesgos de abandono. Para él, la continuidad del tratamiento depende de un enfoque integral que combine mejores medicamentos, acompañamiento constante y reducción de las barreras sociales que enfrentan los pacientes.
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¿Cómo lo vive un paciente?
Para Mario, lo más dificil del tatamiento han sido los efectos secundarios de las medicinas: "mareos y dolores de cabeza", y los procedimientos burocráticos. En su caso, a la tercera semana comenzó a experimentar síntomas graves: picazón intensa, dolor de cabeza, hinchazón y llagas en la piel. Los médicos le habían pedido reportar cualquier reacción, pero "durante días no pude encontrar a la licenciada encargada del programa en la posta". Siguió tomando las pastillas porque nadie le dijo lo contrario.
Un médico eventual le recetó medicamentos para alergias, pero mantuvo su tratamiento de TBC. El cuadro empeoró hasta el punto de afectar gravemente su hígado. Lo estabilizaron recién cuando llegó a emergencias, y tuvo que suspender completamente la medicación por tres meses. Denuncia que esto lo llevó “al borde de la muerte” debido a la falta de supervisión oportuna. Señala también que episodios de mala administración de pastillas ocurrieron más de una vez en hospitales como Collique y Cayetano. Él mismo debía corregir al personal gracias a que ya había memorizado los nombres de sus medicamentos.
Una vez dado de alta, debía recoger sus pastillas diariamente en la posta, pero la distancia, el trabajo y los horarios rígidos le dificultaban la continuidad. Eventualmente dejó de recoger medicamentos, lo que lo llevó a una recaída. Terminó nuevamente internado, esta vez con un tratamiento más fuerte, incluyendo ampollas y un catéter venoso. En total, pasó tres años entre hospitalizaciones, tratamientos ajustados y controles estrictos. Pese a ello, asegura que nunca quiso abandonar el tratamiento, aunque reconoce que muchos pacientes podrían hacerlo ante tantas dificultades.
Programas sociales fallidos
La pobreza es la principal condición estructural asociada al desarrollo de la enfermedad, argumentan los especialistas. Por ello, el Programa de Complementación Alimentaria para el Paciente con Tuberculosis (PCA-PANTBC), cuya finalidad es entregar alimentos mensuales al paciente y a sus contactos, es clave para evitar el abandono. Al respecto, el Observatorio Social de Tuberculosis ha documentado fallas severas.
Según un informe emitido por el observatorio, 192 gobiernos locales provinciales tenían programada la entrega de canastas PANTBC para el 2023. De estos, el 72.4% (139) no entregó canastas o presentó meses sin entrega. En Lima Metropolitana, 42 gobiernos distritales debían cumplir el mismo fin; sin embargo, 29 de ellos tuvo problemas similares. Hasta septiembre de 2024, solo 96 de 192 provincias habían reportado entregas.
Hubo, además, denuncias de canastas incompletas, entregas acumuladas tras meses de inactividad, y periodos de hasta cinco meses sin reparto, a pesar de tener presupuesto. "En 2024 se realizaron denuncias a la Contraloría de la República respecto al manejo del programa en las Municipalidades distritales de Carabayllo, Comas, Independencia, Los Olivos, Rímac, Santa Rosa, La Victoria y la Municipalidad Provincial de Tacna ante la falta de entrega o entrega incompleta de la Canasta PANTB", resalta Rojas.
Para Mario, las canastas "vienen en pésimo estado. El arroz se pone duro, la leche que nos dan es aguada. El mote hierve durante horas y no se puede cocinar. En esto se gasta demasiado gas. Me parece que no se adecúan a la realidad de los enfermos".
Políticas que urgen
Ambos especialistas coinciden en la necesidad urgente de mejorar el acceso temprano al diagnóstico y la detección activa de casos. El Dr. Lecca subraya la importancia de eliminar barreras como costos, tiempos y disponibilidad de pruebas, y enfatiza que debe fortalecerse la atención a los pacientes mediante la provisión de recursos como rayos X y pruebas moleculares. Además, destaca la urgencia de "buscar de manera activa comunidades de alto riesgo sin esperar a que el paciente acuda al centro de salud". El especialista hace hincapié en la captación temprana, pero agrega que es esencial garantizar diagnósticos rápidos, especialmente en la detección de resistencias, y señala que los equipos deben ser capaces de identificar estos casos sin demoras. Ambos coinciden en la necesidad de un diagnóstico más eficiente y una mayor cobertura de los programas de detección.
Respecto al tratamiento, el Dr. Lecca propone alternativas para asegurar la continuidad de la atención, como la "observación virtual del tratamiento" y el fortalecimiento de modelos comunitarios como el DOT domiciliario. También señala que es crucial desarrollar “un paquete de intervención específica" para las poblaciones con mayor riesgo de abandono del mismo, como aquellas con consumo problemático de alcohol o drogas.
Rojas, por su parte, se enfoca en la implementación del tratamiento oral y acortado al 100% en todos los subsectores, subrayando que debe garantizarse la disponibilidad de medicamentos propios para evitar desabastecimientos. Mientras que Lecca pone énfasis en la necesidad de nuevos enfoques logísticos, desde el Observatorio alertan sobre la caída crítica en la efectividad del tratamiento en EsSalud y la necesidad de corregir sus fallas.
En lo social, se debe fortalecer la protección económica y alimentaria del paciente, ejecutar una reforma profunda del programa PANTBC y garantizar que las canastas lleguen “en la cantidad, calidad y oportunidad adecuada”. Asimismo, urge implementar políticas reales para atender integralmente a personas usuarias de drogas, habilitar protocolos de salud mental, asegurar el funcionamiento total del albergue para pacientes y eliminar trabas burocráticas como las demoras en referencias y dificultades para hospitalizar a poblaciones vulnerables. Igualmente, exige mejorar el seguimiento clínico, fortalecer al personal de salud, cumplir visitas domiciliarias y mantener el control de efectos adversos.
Los expertos subrayan que el país debe poner la tuberculosis en la agenda pública, lanzar una campaña comunicacional masiva sostenida durante todo el año, implementar guías nacionales para secuelas post-TB y exigir al Estado rendición de cuentas según la Ley 30287. También insiste en fortalecer la integración con los programas de VIH y diabetes, pues los desabastecimientos de antirretrovirales y medicamentos metabólicos afectan la adherencia y aumentan el riesgo de complicaciones.
Mario, por su parte, evidencia problemáticas desde su condición: "El personal de salud no mostró compromiso cuando acudí a la posta, parece que no sienten empatía por el paciente. Muchas veces hubo estigmas y discriminación". Para él, es crucial y urgente una educación sobre la enfermedad: "Ahora veo cosas que antes no conocía. Falta educación y conciencia sobre la tuberculosis, deberían hacerse muchas más campañas de concientización a la gente, o mejorar las que hay para que realmente lleguen a las personas".
Destaca que las autoridades "deben focalizarse en el sitio donde está el paciente, hacer pruebas, y combatir desde allí". Para él, la tuberculosis debería recibir la misma atención que recibió en su momento el COVID, ya que "es una enfermedad que se contagia igual", y añade que "si no combates donde empieza, se va a expandir".




























