'Carolina', rata que salvó miles de vidas detectando casos de tuberculosis, se jubila tras más de seis años de servicio
Ella es una de las ratas africanas entrenadas que logró detectar miles de casos de tuberculosis en África que pasaron desapercibidos en clínicas, salvando a más de 30.000 personas de contagios.
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Durante siete años, Carolina trabajó incansablemente detectando tuberculosis en Tanzania y Etiopía. Esta rata gigante africana, entrenada por la ONG APOPO, identificó más de 3.000 casos que no habían sido detectados por pruebas clínicas convencionales, ayudando a prevenir más de 30.000 posibles contagios.
En noviembre pasado, Carolina fue homenajeada por sus compañeros tras retirarse de sus labores médicas. Hoy vive en un espacio especialmente acondicionado en la sede de APOPO, donde pasará sus últimos años en tranquilidad, luego de una carrera que transformó vidas.
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'HeroRats', las aliadas inesperadas contra la tuberculosis
Las HeroRats, como son conocidas estas ratas africanas de bolsa, poseen un sentido del olfato tan desarrollado que pueden detectar, en segundos, la presencia de Mycobacterium tuberculosis en muestras humanas.
Gracias a esta capacidad, APOPO ha conseguido mejorar la detección de tuberculosis en clínicas africanas en más de un 48 %, un dato relevante considerando que las pruebas microscópicas tradicionales apenas alcanzan entre un 20 % y 40 % de precisión.

Tanto "Carolina" como otras ratitas, han sido de gran ayuda en laboratorios y clínicas. Foto: APOPO
“La primera impresión es que las ratas son enemigas, pero cuando la gente ve cómo trabajan, se enamoran de ellas”, explica Tefera Agizew, directora médica del programa de tuberculosis en APOPO.
Estas ratas pueden revisar hasta 100 muestras de esputo en solo 20 minutos, un proceso que en laboratorios humanos puede tardar hasta cuatro días. Este ahorro de tiempo y aumento de precisión permite tratar a los pacientes de forma más rápida y evitar nuevos brotes.
El entrenamiento que transforma ratas en heroínas
Las ratas dentro de 'HeroRats' no nacen sabiendo detectar enfermedades. Son adiestradas desde jóvenes en la sede de APOPO, en Morogoro, Tanzania, mediante un proceso de refuerzo positivo: reciben comida como recompensa cada vez que detectan correctamente una muestra infectada.
Según Cindy Fast, neurocientífica del comportamiento y jefa de entrenamiento, el olfato de estas ratas es tan potente que “podrían detectar media gota de cloro en un espacio del tamaño de 20 piscinas olímpicas”.
Además, su físico las hace ideales para trabajos delicados. No pesan lo suficiente como para detonar minas terrestres, uno de los proyectos iniciales del programa en los años 90, y viven entre 8 y 10 años en cautiverio, con una vida laboral activa de hasta 7 años, como en el caso de Carolina.
Estas ratas, lejos de la imagen común del roedor urbano, son tranquilas, obedientes y fáciles de entrenar, lo que las convierte en aliadas valiosas tanto en salud pública como en desminado humanitario.
Un impacto tangible en la salud pública africana
En 2023, más de 50.000 personas murieron por tuberculosis solo en Tanzania y Etiopía, según cifras citadas por Tess Ryckman, epidemióloga del Centro de Investigación de la Tuberculosis de Johns Hopkins. Aunque la incidencia bajó ligeramente en porcentaje, el crecimiento poblacional mantiene alta la cifra de casos absolutos.
A este panorama se suman otros factores: el estigma social, la relación con el VIH y la escasa disponibilidad de pruebas rápidas. Aquí es donde el aporte de las ratas africanas ha sido vital. APOPO estima que el programa evitó cerca de 400.000 nuevos casos de tuberculosis solo el año pasado.
“No solo salvamos vidas, también cambiamos la percepción sobre las ratas, que muchos consideran insignificantes”, afirmó Fast. “Para nosotros, son compañeras y verdaderas heroínas”.


























