La resistencia del papel en Lima: las otras ferias de libros que persisten pese al avance de la tecnología
Mientras la Feria Internacional del Libro de Lima crece y atrae miles de visitantes, en el centro de la ciudad, libreros de Amazonas y Quilca mantienen sus ventas contra viento y tecnología. Con nostalgia e innovación resisten en la era digital.
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La Feria Internacional del Libro de Lima ha reunido 250 stands este año, 50 más que el año pasado. La Cámara Peruana del Libro espera superar el medio millón de visitantes. El mayor evento editorial del Perú crece, cabe preguntarse si la cantidad de lectores también. Mientras tanto, donde también hay cientos de puestos de libros es en el centro de la capital. Cada día, los libreros de jirón Amazonas deslizan sus puertas metálicas para exhibir libros y revistas sobre distintos temas, desde literatura hasta deportes. Son 200 pabellones aquí y además están los de jirón Quilca.
Sin embargo, la concurrencia de compradores no es la misma que en otras épocas. Desde su puesto en Quilca, donde vende desde hace más de 20 años, Hilarión Rodríguez deja a un lado su táper de sopa con fideos y comenta: “El internet nos ha matado la venta de libros”. Aun así, afirma que todavía hay quienes prefieren leer en papel, algo a lo que se aferran vendedores de ambos puntos de comercio de libros consultados por este medio. En Amazonas, se suma un obstáculo temporal desde fines de junio: la remodelación del puente Balta, que ha ocasionado el desvío de quienes transitan por la zona.
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En los puestos de Quilca puede hallarse libros originales, réplicas y de segundo uso de distintos temas. Foto: John Reyes / La República
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Amazonas: un mundo entre páginas que resiste
“No vas a llevar una computadora o laptop bajo el brazo en un bus”, expresa firmemente Sergio Montañez, secretario de la junta directiva de la Asociación Cámara Popular de Libreros Amazonas. El también vendedor en el pabellón C27 defiende que la demanda por los libros físicos persiste, a pesar de la abundancia de formatos digitales. “Si no, hubiéramos desaparecido. No desaparecemos. Al contrario, generamos más cosas”, sonríe.
“Uno tiene que adaptarse al cambio, tiene que innovar”, sostiene por su lado Jorge Huarancca, vendedor que además difunde contenido literario y promociones mediante TikTok. Desde su pabellón denominado ‘Mi mundo, mis libros’ ofrece ejemplares de literatura de la forma tradicional, pero también en formato digital. “Estoy en un campo ferial donde la competencia es fuerte. Como en todo negocio, tiene que haber variedad”, explica. El comerciante asegura que logra ventas cada día y está a la vanguardia con libros originales.
La realidad es distinta en cada pabellón. Una hilera de puestos más allá, el librero del B9, que prefiere no revelar su nombre, espera que llegue algún primer cliente, cerca ya del mediodía. Abrió a las 10 a. m., pero su maraña de libros apilados, con portadas que evidencian el paso de años, se ve intacta. “Todavía no hemos vendido nada porque nos han cerrado el puente Balta. La gente se está yendo por Abancay”, comenta. Cuenta que hay días en los que no consigue ni una sola venta y, con sus 78 años, sale a vender en carretilla.
Un señor se acerca a preguntar por una revista acerca de mundiales de fútbol, acompañado por su pequeño hijo. Mientras el comerciante le dice que no tiene el ejemplar, al niño le llama la atención una revista infantil por las imágenes y colores de la portada. La devuelve, pero el librero se la regala. “Soy antiguo, me gusta que me sonría la gente”, expresa. Su edad no le impide buscar el uso de la tecnología a su favor. Ha logrado que algunos de sus clientes le compren luego de enviarles fotos por WhatsApp de los libros que tiene. Aunque sus ventas escasean, se mantiene firme: “Es trabajo”.

En Amazonas abunda la variedad de libros originales de segunda mano. Foto: John Reyes / La República
Los puestos que abundan son los que tienen 'de todo un poco'. “Trato de combinar mi negocio con revistas, libros originales y usados”, cuenta Soraida Espinoza, que lleva 25 años vendiendo en el pabellón A10. Ella también ha notado que las ventas están más bajas que antes: “Por el internet, ya no se recibe muchos clientes, pero de todas maneras los antiguos llegan”. Estima que al mes puede ganar hasta 500 soles, pero hay que ajustarse. “Los libros usados hay que tratar de venderlos cómodos y al alcance del bolsillo”, agrega.
Aparte de la zona de ventas, Amazonas también cuenta con una sala de lectura gratuita donde asisten personas de todas las edades a estudiar y donde también organizan presentaciones de libros. "Tantas generaciones han pasado por acá... Jóvenes que llegaban en secundaria y luego de años ya son profesionales", narra Montañez. "No solo somos comerciantes, nuestra misión es poner el libro al alcance de la población", resalta. Tito Huarcaya, quien registra los ingresos, señala que hoy la biblioteca comunitaria recibe un máximo de 80 personas al día y que hace años llegaban 200 lectores.

La sala de lectura en Amazonas recibe a lectores de forma gratuita con inscripción al ingresar. Foto: John Reyes / La República
Quilca: refugio de libros
Aunque separados por varias cuadras, los libreros de los jirones Amazonas y Quilca comparten más que la ubicación en el centro limeño. Ambos grupos fueron reubicados en momentos distintos por la Municipalidad de Lima. Los libreros de Amazonas, que antes estaban en Grau, fueron trasladados hace 28 años a donde están ahora, como parte de un plan para ordenar la informalidad. "Por ahora, tenemos inconvenientes con la remodelación del puente Balta. Pero, aplaudimos que se conserve el centro histórico", declara Montañez.
Por su parte, los libreros del jirón Quilca operaban en un espacio emblemático conocido como el 'Boulevard de la Cultura', que fue desalojado en 2016, durante la segunda gestión de Luis Castañeda Lossio. Tras el desalojo, la mayoría se dispersó hacia distintos puntos de la ciudad, aunque algunos lograron establecerse a pocas cuadras del antiguo punto literario.
“En los años 90, entraban a mi tienda 30 personas al día. En el año 2000, cuando empezó el boom del internet, serán unas 15. Ahora, ponle 10”, cuenta Juan Martínez, quien vende libros en la segunda cuadra desde hace tres décadas. “A pesar de que pagamos el alquiler del local, todavía resulta. Con esto mantenemos a nuestras familias. Aún hay un sector que lee”, manifiesta.

En Quilca puede hallarse libros descatalogados que no venden en cadenas de librerías. Foto: John Reyes / La República
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Una observación que precisa Martínez es la diferencia generacional de los compradores en distintas épocas. Desde su perspectiva, actualmente, los visitantes más jóvenes suelen superar los 20 años. “Antes venían más de 15 años. Ahora, llegan más de 40, 50 años, personas mayores”, observa.
“Hace 20 años, había más movimiento. Poca gente camina ahora, se están olvidando de su centro de Lima”, coincide Hilario Rodríguez. “Al día, antes salía para una canasta familiar. Ahora, solo alcanza para comer y pagar el alquiler. Antes, se podía ahorrar”, agrega. Un alquiler en Quilca puede costar más de 100 soles, pero cuesta menos cuando comparten entre dos o más vendedores. “A veces, nos alcanza a las justas para reemplazar los libros vendidos, si no nos descapitalizamos. Entendemos de negocios, pero estamos sobreviviendo. Mucho facilismo con el internet, los muchachos se están automatizando. ¿O no?”, asevera.
Cuando viaja en bus o metropolitano, el librero, más conocido como 'don Hilarión', se fija si hay personas que leen. “Uno o dos que encuentres es raro. Incluso hay 'viejitos' con su celular”, dice el hombre de 73 años. Él confiesa que también está atento a su móvil por si le sale alguna venta vía WhatsApp, pero que siempre guarda un libro en su mochila para leer en el camino.
























