Narcotráfico: Así se transporta un cargamento de cocaína en el Vraem
Testigos directos. Sin saberlo, reporteros de La República subieron a una camioneta de transporte de pasajeros, pero que en realidad era una cubierta para un alijo de droga. Los periodistas recorrieron la carretera Puerto Ene-Satipo, una de las salidas de la cocaína producida en el Vraem.
Regresábamos de incursionar en las comunidades nativas asháninkas de Pitirinquini, Tiñovancani, Catungo Kimpiri y Gran Shinongari, de la provincia de La Convención (Cusco), amenazadas por el creciente poder del narcotráfico en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem). En Puerto Ene subimos a una camioneta, que nos llevaría a la ciudad de Satipo (Junín), de donde emprenderíamos retorno a Lima. Hasta entonces creíamos haberlo visto todo.
En la zona es frecuente el transporte de pasajeros en camionetas 4x4, así que embarcamos en una en que había una pareja. Pero esta se retiró. En su lugar llegó una mujer con apariencia de comerciante que, luego de conversar media hora con el chofer, se sumó al grupo de pasajeros que completaba otra mujer con sus dos niños. En la tolva del vehículo había un cargamento cubierto con plásticos de color negro. Por lo que escuchamos, la camioneta procedía de la zona cocalera del Vraem. Partimos a las 4 de la tarde, sin saber lo que nos esperaba en el camino.
Estábamos de incógnito. Nadie sabía que éramos periodistas de La República. Solo así podíamos movilizarnos en un área con presencia del narcotráfico, que tiene amenazados a dirigentes indígenas que se oponen a su presencia.
Aproximadamente una hora después de estar en camino, a la altura de Valle Esmeralda (distrito de Río Tambo, provincia de Satipo, Junín), sufrimos un accidente cuando el chofer evitó colisionar con un camión. Tuvimos que detenernos, lo que permitió romper hielo con el conductor y los otros pasajeros. La única que se quedó en silencio fue la madre y sus dos hijos. El chófer nos pidió prestado el teléfono celular porque el suyo estaba sin señal. Luego, la mujer que iba sola solicitó lo mismo porque deseaba hacer una llamada urgente para comunicar el retraso de su llegada. Nos dictó el número, contestaron y le pasamos el aparato para que conversara. Estaba con el altavoz encendido. “Tienen que desviarse de la carretera, más adelante han puesto control policial”, le dijo un sujeto a la mujer. Esta frase encendió nuestras alarmas.
Boom. Según el último reporte de Devida, el Vraem concentra el 37,6% de los cocales del país. Foto: Jhon Reyes
La pasajera se dirigió al conductor y le ordenó: “En Mazamari hay un control policial. Tenemos que salir de la carretera principal”. Estaban planeando evadir a la Policía porque estaban en algo completamente ilegal. No había otra explicación. Esto significaba que tardaríamos más tiempo en llegar a Satipo. Si es que llegábamos...
Así que le reclamamos al chofer que continuara con la ruta normal porque le habíamos pagado para ir directo a Satipo.
“Será un retraso de solo 10 minutos. Vamos a bordear la carretera y salir más adelante para evadir el control”, explicó el conductor.
No era cierto. Le iba a tomar más tiempo. Y queríamos llegar a Satipo lo más pronto posible tras la demora ocasionada por el accidente. El cambio de ruta nos afectaría. Así que insistimos en mantener la ruta. La mujer con los dos niños no decía nada.
Entonces, nuestra compañera de ruta, la mujer con aspecto de comerciante, intervino como una fiera:
“¡Ya, pues, no seas problemática! ¡Tenemos que desviarnos porque la Policía va a encontrar mi carga! Yo te doy la plata para que te vayas en otra camioneta”, dijo en voz alta.
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No podíamos creer lo que estábamos escuchando ni en lo que nos estábamos metiendo. Cuando nos vio con la cara de sorpresa, la mujer nos despejó cualquier duda.
“¿No entiendes? ¡La camioneta tiene que desviarse porque estoy llevando carga ilícita y la Policía me lo va a quitar!”, gritó, por si no habíamos comprendido su mensaje.
La pantalla. En Puerto Ene, esta camioneta de transporte de pasajeros fue acondicionada con la “carga ilícita”. Foto: difusión
Lo que había pasado fue lo siguiente: la camioneta había salido del Vraem con un cargamento de cocaína con la pareja de esposos que vimos a bordo. Luego, en Puerto Ene, subió la mujer para continuar con el transporte hacia Satipo. El chofer lo sabía todo. El transporte de pasajeros solo era una pantalla para despistar a las autoridades.
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Nos negamos en redondo en bajarnos para abordar otra camioneta y le dijimos que ella lo hiciera porque llevaba una “carga ilícita”. En ese momento, la pasajera recuperó la señal de su teléfono. Escuchamos claramente que su interlocutor insistía en que la camioneta hiciera un desvío porque el control policial continuaba. Al terminar de conversar, se dirigió otra vez hacia nosotros y nos presionó para que subiéramos a otro vehículo. Por supuesto, el conductor la respaldaba. Se sumó a la exigencia.
Así que estallamos.
“¡Pero si usted es de la carga ilícita! ¡Por su culpa todos estamos en peligro! ¡Usted tome otra camioneta!”, la confrontamos.
Con su respuesta lo dijo todo.
“¿Acaso no se da cuenta? ¡Aquí todos nos dedicamos a lo mismo, es como vivimos, así le damos a comer a nuestros hijos, con eso los criamos!”, contestó con energía.
Trató de convencernos de que llevaba hoja de coca, pero de ninguna manera eran costalillos, sino paquetes compactos. Además, era muy extraño que extrajeran hoja de coca del Vraem, cuando es conocido que en esa misma zona se procesa la cocaína.
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Seguimos en ruta hasta que, a las 9 de la noche, poco antes de llegar a Pangoa, la camioneta se detuvo y bajó la pasajera. El conductor continuó rumbo a Satipo. De pronto, a la altura de la localidad de Chavini, la mujer con los dos niños, que durante todo el camino se mantuvo callada, recibió una llamada telefónica. Era la pasajera que había discutido con nosotros. La dueña del alijo de droga. La mujer con los niños le pasó el teléfono al chofer de la camioneta.
“Aló, prima. Estamos por Chavini. Ya pasamos Pangoa, estoy yendo a Naranjal, así que apúrese, señora”, le dijo el conductor.
La dueña. La pasajera que pidió desviar la camioneta. Foto: difusión
Nos dimos cuenta de que la mujer que se había quedado en Chavini tomó otro vehículo y se adelantó para verificar el control policial. El chofer volvió a recibir su llamada para preguntarle por dónde estaba: “Ya estoy por las lomas de Mazamari. Hay que apurarse”, le respondió.
Entonces le propusimos al conductor que nos embarcara en otro vehículo y él esperara lo que quisiera a la dueña de la droga. “No queremos ir presos”, le exigimos. “Si hay un operativo, solo detienen al conductor y a la señora. A ustedes, no”, se sinceró: “Yo no quería recoger la carga, pero me la enviaron de allá”. Por esos días no se reportó ninguna incautación de droga. Lo más seguro que el cargamento llegó a su destino.
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La droga llega a las narcopistas de Pasco y Ucayali
“El terminal de Puerto Ene es un lugar donde salen, en su mayoría, vehículos de servicio público con pasajeros que van llevando consigo droga y los choferes saben lo que llevan”, explicaron fuentes de inteligencia de la Policía Antidrogas.
“Hay antecedentes de que esos mismos transportistas, que llevan la droga, también transportan pasajeros. Pueden trasladar de 200 a 400 kilos de droga”, precisaron las fuentes.
“La ruta que tomaron los periodistas es principalmente de la droga que sale hacia Pangoa o Mazamari y que tiene como destino llegar a Palcazu (Pasco) o Atalaya (Ucayali), desde donde la mandan al exterior por las pistas clandestinas”, añadieron, al mismo tiempo que confirmaron que por esa zona la seguridad es muy reducida.
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El dato
El Puerto Ene es el punto de partida de los cargamentos de droga que provienen del Vraem, que se camuflan en las camionetas de transporte de pasajeros.