Sociedad

14N: aún siguen esperando justicia y reparación

A dos años. Más de 70 heridos con lesiones serias, así como la muerte de Inti Sotelo y Bryan Pintado, dejó la excesiva represión policial en las protestas de noviembre del 2020 para exigir la salida de Manuel Merino. Seis de ellos relataron a La República lo que sucedió y cómo eso les cambió la vida. Dos años después, su recuperación es una lucha constante.

14N
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Crónica

A dos años de las protestas contra el régimen de Manuel Merino, no hay justicia para los jóvenes que resultaron gravemente heridos en la represión policial indiscriminada, en que disparaban bombas lacrimógenas, perdigones de plomo y hasta canicas de vidrio directamente al cuerpo de los manifestantes.

El reportero Alonso Balbuena es uno de ellos. Estaba en los alrededores de Palacio de Justicia filmando la primera marcha nacional, realizada el 12 de noviembre del 2020. Llevaba su credencial en una mano y su celular en la otra. En ese momento sintió un impacto en la pierna.

“La Policía avanzaba hacia mí, con el palo en la mano. Les grité: ya me disparaste, no me pegues. Me pongo debajo de un poste de luz y recién veo que de mi pantalón salía sangre, me remango y veo que tengo un hueco en la pierna y la tibia expuesta”.

Los médicos le advirtieron que si se infectaba tenían que amputársela. Por suerte, no fue necesario, pero tiene una considerable perforación en ese lugar, como huella permanente.

Ese mismo día, y muy cerca de él, estaba Gloria Alejandro, una estudiante de Educación de la Universidad de San Marcos. Recalca que había una indignación acumulada de ver cómo el país se estaba hundiendo en una política donde imperaban intereses de poder.

“Fue una motivación para salir a las calles a defender la democracia que se estaba perdiendo, porque las personas que estaban en el Congreso pensaban que podían hacer lo que querían, así como pasa ahora”.

Le sorprendió que de un momento a otro la Policía empezara a lanzar bombas lacrimógenas. Todos corrieron y se dispersaron. En su huida, cruzando la rampa del Metropolitano, Gloria cayó y se fracturó el pie izquierdo. Jóvenes que estaban organizados para dar auxilio vendaron su pie.

Pero la fractura fue mayor. Hoy tiene clavos y placas en el pie. Ha recuperado la movilidad con las terapias de rehabilitación que pudo pagar. Emocionalmente también se está recuperando, aunque anota que “hay subidas y bajadas”.

Aprender de nuevo

Dos días después, el 14, la represión se volvió más violenta. Jon Cordero estuvo esa noche. Fue con un amigo a protestar por la indignación que sentía contra los políticos. Él estaba cerca de la estación del Metropolitano de Colmena y recuerda que los manifestantes estaban tranquilos, solo gritando arengas y, de un momento a otro, les dispararon.

“Había un cordón policial, que de la nada empezó a tirar bombas lacrimógenas. La gente estaba a más de 100 metros y solo gritaban arengas... A mi amigo le disparan una bomba lacrimógena directamente al cuerpo... Me doy la vuelta para buscarlo y sentí como un pequeño cortocircuito que me cegó unos segundos”, señala.

Era el impacto de un perdigón de plomo en la columna, que casi lo dejó parapléjico. Los médicos le dijeron que no volvería a caminar. Tuvo que aprender de nuevo.

Con esfuerzo y terapias, ahora puede movilizarse con muletas, pero no tiene sensibilidad en la pierna izquierda, no puede tomar mucha agua porque necesita ayuda de una sonda para orinar y sufre de dolores casi permanentes.

Ya no puede practicar body surf ni otros deportes, pero está decidido a salir adelante. Está estudiando Nutrición en la Universidad de San Marcos y está decidido a continuar.

“A pesar de la situación, yo trato de llevar una vida tranquila. Voy a terminar mi carrera y aportar a mi país”, dice con una sonrisa en el rostro, acariciando a su fiel Apolo, a quien adoptó hace ya casi 9 años.

Volver a la vida

Albert Ñahui también resultó gravemente herido. Estaba ayudando a apagar las bombas lacrimógenas cuando sintió un golpe en la cabeza. No sabe qué fue, solo que la lesión fue tan grave que le hundió la frente.

“Estuve en Nicolás de Piérola con Abancay. Vi que la gente salía corriendo y gritando. La policía estaba disparando a quemarropa. Parecía una película”, relata.

Estuvo dos semanas en coma, le hicieron tres operaciones y salió del hospital seis meses después. “Cuando desperté no podía moverme, era como si algo me aplastara, demoraba en responder. Poco a poco fui recuperándome”, dice el exinfante de Marina, sintiendo que ha vuelto a la vida.

Lleva una placa de titanio y ha perdido casi toda la visión del ojo izquierdo, así como el olfato. Se cansa al leer y ha tenido que postergar sus estudios para ponerse a trabajar.

Con sus ahorros

Hanns Licera recibió un impacto en la rodilla derecha, y por negligencia no fue operado en el hospital a donde fue trasladado de emergencia. Solo le pusieron un una férula de yeso. Nueve meses después tuvo que costear con sus ahorros una cirugía para retirarle los trozos de cartílago que tenía incrustados.

Pese a todo, sigue teniendo dolor y no ha podido llevar todas las terapias porque ha tenido que salir de Lima por trabajo.

Los médicos le han dicho que tarde o temprano tendrá que colocarse una prótesis en la rodilla.

Todo cambió

José Piedra Montalvo fue herido con una bomba lacrimógena. Le cayó directamente al rostro y le dejó una marca en el pómulo izquierdo, que aún es notoria. Estuvo en la protesta ayudando a apagar estos artefactos, sin pensar que uno de estos le dejaría una huella imperecedera.

“Al moverme, me agacho y siento el impacto de la bomba lacrimógena en el rostro. Desde allí mi vida cambió completamente”, refiere.

Dejaron de convocarlo para los trabajos que solía tener de actuación o modelaje por la cicatriz que aún se nota en pómulo izquierdo.

Al salir del hospital donde le suturaron la herida vio llegar a un joven que parecía estar moribundo. Era Inti Sotelo, una de las víctimas mortales de la protesta.

Aún no comprende por qué la Policía usó tanta violencia contra los manifestantes. Como el resto de heridos, está tratando de rehacer su vida, y como los demás, también pide la justicia y reparación que siguen pendientes.

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Testimonios

Alonso Balbuena (26)

“Creo que la consigna fue: apaga esta marcha como puedas, tienes carta blanca para hacer lo que creas conveniente”.

Silenciar. Fue uno de los cuatro periodistas heridos. Piensa que quisieron callarlos para que dejen de informar.

Jon Cordero (26)

“Le dijeron a mi madre que posiblemente ya no podría volver a caminar, que no había ninguna solución”.

Efectos. El impacto le fracturó la columna. Fue sometido a dos operaciones y ahora tiene dos placas de titanio y 6 clavos.

Albert Ñahui (24)

“Sentí un impacto en la cabeza... me toco la cara y estaba toda llena de sangre... me llevaron cargando”.

Consecuencias. Estuvo dos semanas en coma y le hicieron tres operaciones. Perdió la visión izquierda y el olfato.

Gloria Alejandro (27)

“La herida que queda es la falta de justicia, ya que archivaron la denuncia constitucional y no porque hayan faltado argumentos”.

Fractura. Tiene clavos en el pie. Recobró la movilidad porque pudo pagarse las terapias de rehabilitación.

José Piedra Montalvo (35)

“Estuvimos cerca de los policías conversando tranquilos, pero de pronto comenzaron las bombas lacrimógenas”.

Cicatrices. El impacto de la bomba lacrimógena dejó huellas en el rostro, afectando su trabajo como actor y en eventos.