Falta estrategia de Minsa para convencer a los aimaras para vacunarse
Desconfianza. En la comunidad de Pataza las mujeres tienen la seguridad que el virus es de las ciudades y no del campo. Por eso no usan barbijo y rechazan vacuna por miedo y desinformación.
Natalia Mamani Roque tiene 99 años. Desarrolla su vida sin temor a la COVID-19. “Acá no hay ese virus”, dice en aimara. Lo dice con convicción y asegura que los portadores son aquellos radicados en las ciudades. La vida de despreocupación de esta mujer longeva dedicada a la crianza de ganado ovino y agricultura es tal que no usa ningún tipo de cubreboca, salvo cuando tiene que salir de su natal Pataza, zona baja del distrito de Acora, al sur de Puno.
La falta de prevención de esta agricultora, frente a la pandemia, es la misma que distingue a la mayoría de habitantes de comunidades de la zona sur de Puno. Rechazan la vacuna contra la COVID-19 y por ello Puno sigue en los últimos lugares en inmunización.
“Solo las que están en (el programa) Juntos se vacunan. Los demás no. Todos dicen que con el tiempo mata”, dice Natalia que apenas se mantiene parada en un bastón.
El director regional de Salud de Puno (Diresa), Juan Carlos Mendoza Mamani, dice que posiciones como esta no ayudan a avanzar en la protección de la ciudadanía frente a la tercera ola.
El galeno dice que por más campaña de sensibilización que se haga, la desconfianza que se tiene hacia todo lo que venga del exterior del país los hace asumir que la enfermedad es parte de un complot para matar a los más ancianos. “Eso es un absurdo, pero así lo ven”, se queja Mendoza. Aunque a modo de culpa dijo que no están acercándose en su idioma nativo, ya sea el quechua o el aimara.
Manuel Chana, dice que las inyecciones contra la COVID-19, a sus demás paisanos les dejó la sensación de haber sido lesionados. El síntoma de dolor y debilidad en el brazo, lo sintieron sobre todo las personas adultas. “Hace doler y no deja trabajar. Por eso ya no quieren”, dijo.
Aseguró que sus hijos mayores les recomendaron que no acepten la inmunización. Están seguros que la pandemia no llegará a sus pueblos y que de modo natural tienen que adquirir anticuerpos. Sólo optan por los barbijos si viajan a hacer comercio local o cuando van a las capitales de provincia. Después hacen su vida con normalidad. Por estas fechas familias enteras se vuelvan a la chacra.
El antropólogo Juan Torres, dice que el Estado lanza campañas sin entender la idiosincrasia de los pobladores de las comunidades y sus particulares formas de ver las cosas.
“En las comunidades, sobre todo aimaras, la desconfianza a todo aquello que venga del exterior, siempre ha estado presente. Esta característica viene desde la colonia, porque siempre han sido engañados. Eso es generacional. Yo creo que al Ministerio de Salud le faltan estrategias de comunicación. Campaña no es instalar una carpa una vez a la semana. Pocos entienden lo que ellos piensan”, sentenció.
Últimos en la vacunación
Según la Unidad de Inmunizaciones de la Dirección Regional de Salud, la región Puno, se ubica en el puesto 22 con una sola dosis y ocupa el lugar 24 con dos vacunas. La meta en el altiplano era inmunizar a 967 mil personas. Con una sola dosis se logró inocular a 774 mil usuarios (75%). Con la segunda vacunación para completar la protección se preveían coberturar por lo menos la cifra de la primera campaña, pero solo se inmunizó a 607 mil personas (57%). Estas últimas estadísticas incluyen las nuevas vacunaciones enla campaña del 08 al 12 de enero.