Sociedad

El pésimo servicio de los trenes que van a Machupicchu

El tren de los pobres. La periodista Zaida Tecsi viajó en el llamado servicio nacional que ofrece la empresa concesionaria. No solo se forman largas colas para conseguir un cupo, en los vagones, los turistas nacionales viajan parados sin guardar la distancia social, una amenaza para alentar el COVID.

05.30 del domingo 7 de noviembre. Pasajeros subieron en el paradero informal llamado Chilca. Como no encuentran asiento viajan parados y apretujados.
05.30 del domingo 7 de noviembre. Pasajeros subieron en el paradero informal llamado Chilca. Como no encuentran asiento viajan parados y apretujados.

Cusco. El viaje en tren a Machupicchu, con boleto de turista nacional, es una verdadera odisea. Quisimos vivir la experiencia. Fue tortuoso.

La travesía comienza con la compra del ticket. La separación se efectúa de manera presencial en la estación de Wanchaq, ciudad de Cusco. La cola demora de dos a tres horas. Hay que madrugar para alcanzar cupo. La empresa PeruRail, cuyo accionista es el excandidato presidencial Rafael López Aliaga, ofrece dos servicios: el tren local y el turístico. El boleto del primero cuesta S/ 24 ida y vuelta, mientras que en el turístico, el más barato, vale 50 dólares y el más caro llega hasta $ 100. Un visitante nacional, con los bolsillos ajustados, pelea por la primera opción donde los cupos son restringidos. El llamado tren local prioriza a pobladores de Machupicchu. Entonces los cupos son limitados para el turista local o nacional.

Luego hay que tomar un colectivo o una minivan para trasladarse hasta la estación de Ollantaytambo (Urubamba). Partimos a las 3 de la mañana de Cusco para abordar el tren de cinco de la mañana.

El ingreso al terminal de Ollantaytambo es estricto. Exigen mascarilla y protector facial, protocolos de bioseguridad rigurosos.

El tren parte puntual. Los rostros cansados se iluminan con la idea de que en poco tiempo pisarán el santuario inca más admirado del mundo. Después de un recorrido corto, el tren se detiene y un bullicio se escucha a lo lejos. “Estamos en Chilca, aquí vienen los que no consiguieron pasajes para viajar como sea”, nos comenta nuestra eventual compañera de viaje.

Observo por la ventana a decenas de personas que corren a los vagones con desesperación. No importa sino hay asientos disponibles. Suben. Viajan parados y aglomerados.

“Es el colmo. Nos obligan a usar protector facial para que al final nos lleven a todos como sea. Aplastados. Aquí nos podemos contagiar”, refunfuña a mi costado una pasajera. “Hemos comprado con un mes de anticipación nuestro pasaje para ir sentados, pero de qué sirve si igual meten gente así, como si fuéramos animales. Esto es indignante”, contesta otro pasajero.

Entre el tumulto, aparecen dos trabajadores de PeruRail para cobrar los pasajes de los parados. Luego de una hora y media de viaje a lo largo de alrededor de 60 kilómetros, llegamos a Aguas Calientes, el distrito que acoge la maravilla mundial. Al bajar del tranvía, otra vez las colas para comprar el boleto del bus que conduce por 30 minutos al santuario inca. Con boleto en mano, los turistas deben continuar en otra cola para abordar el vehículo.

Después de relajarse con el paisaje espectacular de Machupicchu, el retorno es igual de tortuoso. La desesperación de quienes aún no tienen un cupo asegurado genera una interminable cola en la puerta de la estación. Los que sí lo tenemos entramos directamente. En la puerta, dos trabajadores controlan el ingreso. “Tren local a la izquierda”, dicen.

La indicación es necesaria porque, por un lado, está la sala de embarque del tren turístico, una infraestructura cerrada y por el otro lado, un espacio sin paredes y con techo de calamina. Esa es la sala de embarque de los pasajeros del tren local. A diferencia de la ida, los usuarios parados suben también desde la estación. “Lo importante es que conocimos Machupicchu. ¿Aguantaremos? Es larguito, casi dos horas, aunque sea nos sentaremos en el suelo”, comentan dos viajeras sin asiento.

Llegamos a Ollantaytambo casi a las 9 de la noche. A esa hora hay que abordar nuevamente un vehículo para volver a Cusco. Es la aventura y el riesgo de conocer Machupicchu. Así se viaja a la ciudadela en tren local apretujados con riesgo de contagiarse de COVID-19. Para esta crónica se buscó la versión de la empresa. No respondieron.

En entrevistas anteriores, los representantes de PeruRail, dicen que el tren local es un servicio social y no una obligación contractual. Esta empresa es una de las dos que operan en la línea férrea concesionada a Ferrocarril Trasandino hasta el 2034.

Quejas de nunca acabar

Darwin Baca, alcalde de Machupicchu, asegura que el turismo nacional sufre maltrato. “Los peruanos son los más atropellados. Quien tiene la capacidad para pagar los costos altos del tren, solo pueden ser los turistas extranjeros a quienes recibimos con los brazos abiertos, pero qué hay con el turista nacional. Son ellos los que en la pandemia nos han ayudado de alguna manera”, dijo.

Baca recordó las protestas contra PeruRail en diciembre del año pasado. Luego de la convulsión y el cierre de la vía férrea, se instalaron mesas técnicas. “A la fecha no hay resultados, los problemas no han terminado”, agregó.

Enfoque

Javier Ramírez, gerente regional de Salud Cusco

Cada institución debe cumplir los protocolos de bioseguridad. Eso significa distanciamiento de manera estricta. Aún estamos en pandemia. En el transporte se debe tener especial cuidado con el aforo por el tiempo en el que se viaja. Recomendamos como dicen las normas, el aforo al 100% de pasajeros sentados. No se deben admitir parados.

Cualquier espacio con más aforo del permitido es un riesgo que podría ser un punto de contagio de COVID-19. El ambiente debe estar ventilado. Los encargados de seguridad en el trabajo de la empresa de trenes también deben cumplir su función. Llevar a pasajeros parados no solo pone en riesgo la salud pública sino también la salud de sus trabajadores .

Indecopi ya aplicó sanciones

La jefa de Indecopi en Cusco, Paola Aragón, explicó que el tren local no está exento de los reclamos por ser un servicio social. “Es cierto que es un servicio que no forma parte del contrato de concesión y que no están obligados a brindarlo. Igual existe una contraprestación y, por tanto, puede haber denuncias, no importa que sea social”, dijo.

Aragón indicó que se impuso una multa a PeruRail antes de la pandemia por llevar pasajeros con mayor número de la capacidad de los vagones en el tren local. Aclaró que el aforo anteriormente incluía un número determinado de pasajeros parados.

“Hay que tener en cuenta que ahora hay una regulación especial por la pandemia, Habría que saber cuál es el aforo permitido ahora y si este se supera, se configuraría una infracción”, remarcó.