Se suele repetir que el Congreso actual es mejor que el anterior, lo que está aún por demostrarse. Pero sí se puede afirmar que hay un rasgo que ambos comparten, y es su tendencia a la fragmentación. Durante el toledismo, este fue un vicio constante del Legislativo, al punto que 29 de sus miembros acabaron como independientes o en un grupo parlamentario distinto al que fue el suyo cuando fueron elegidos. El mismo fenómeno se registra en el actual Congreso, y basta con remitirse a lo ocurrido en los primeros 10 meses, en los cuales hemos asistido a un festival de abandonos y divorcios. Lo iniciaron los tres congresistas que lideró Torres Caro, y que batieron todos los records de transfuguismo, puesto que abandonaron el PNP incluso antes de haber juramentado. Siguió la separación "por etapas" de los congresistas del PNP y UPP, que acabaron escindidos en dos grupos con 22 miembros cada uno. El último desgaje ha sido el de Renovación Nacional, que abandonó la bancada de la alianza Unidad Nacional, aunque sufriendo de paso una escisión, pues de los tres representantes con que contaba la minúscula agrupación de Rafael Rey hubo uno, el congresista Galarreta, que prefirió quedarse en UN. Y hay rumores de nuevos alejamientos en las filas del PNP y UPP. Los tiempos en que la argamasa doctrinaria mantenía la cohesión y disciplina parecen enterrados, salvo en lo que se refiere al PAP. Lo paradójico es que, a pesar de esta tendencia centrífuga, nuestros parlamentarios han sido incapaces en ponerse de acuerdo en torno a una norma para penalizar el transfuguismo. El Congreso del toledismo se pasó cinco años discutiéndola, y en el actual es un tema que ni siquiera se toca, acaso porque el actual oficialismo, encarnado por el PAP, es el mejor cohesionado, y espera ver en balcón la ruptura de los otros grupos. Sin embargo, parece haber un acuerdo de fondo, al menos entre los miembros de la Comisión de Constitución, para frenar esta tendencia. De ahí la propuesta lanzada para trasladar la elección del Congreso de la primera a la segunda vuelta. Esto permitiría que, al surgir dos finalistas entre los candidatos presidenciales de la primera vuelta, el voto para los miembros del Legislativo se agrupara en torno a ellos, constituyendo así dos sólidos bloques de mayoría y minoría. La iniciativa merece ser tomada en cuenta, aunque solo funcionaría para el 2011. ¿Y ahora? Sin una ley contra el transfuguismo, parece inevitable que el archipiélago congresal vaya en aumento. Se suele repetir que el Congreso actual es mejor que el anterior, lo que está aún por demostrarse. Pero sí se puede afirmar que hay un rasgo que ambos comparten, y es su tendencia a la fragmentación. Durante el toledismo, este fue un vicio constante del Legislativo, al punto que 29 de sus miembros acabaron como independientes o en un grupo parlamentario distinto al que fue el suyo cuando fueron elegidos. El mismo fenómeno se registra en el actual Congreso, y basta con remitirse a lo ocurrido en los primeros 10 meses, en los cuales hemos asistido a un festival de abandonos y divorcios. Lo iniciaron los tres congresistas que lideró Torres Caro, y que batieron todos los records de transfuguismo, puesto que abandonaron el PNP incluso antes de haber juramentado. Siguió la separación "por etapas" de los congresistas del PNP y UPP, que acabaron escindidos en dos grupos con 22 miembros cada uno. El último desgaje ha sido el de Renovación Nacional, que abandonó la bancada de la alianza Unidad Nacional, aunque sufriendo de paso una escisión, pues de los tres representantes con que contaba la minúscula agrupación de Rafael Rey hubo uno, el congresista Galarreta, que prefirió quedarse en UN. Y hay rumores de nuevos alejamientos en las filas del PNP y UPP. Los tiempos en que la argamasa doctrinaria mantenía la cohesión y disciplina parecen enterrados, salvo en lo que se refiere al PAP. Lo paradójico es que, a pesar de esta tendencia centrífuga, nuestros parlamentarios han sido incapaces en ponerse de acuerdo en torno a una norma para penalizar el transfuguismo. El Congreso del toledismo se pasó cinco años discutiéndola, y en el actual es un tema que ni siquiera se toca, acaso porque el actual oficialismo, encarnado por el PAP, es el mejor cohesionado, y espera ver en balcón la ruptura de los otros grupos. Sin embargo, parece haber un acuerdo de fondo, al menos entre los miembros de la Comisión de Constitución, para frenar esta tendencia. De ahí la propuesta lanzada para trasladar la elección del Congreso de la primera a la segunda vuelta. Esto permitiría que, al surgir dos finalistas entre los candidatos presidenciales de la primera vuelta, el voto para los miembros del Legislativo se agrupara en torno a ellos, constituyendo así dos sólidos bloques de mayoría y minoría. La iniciativa merece ser tomada en cuenta, aunque solo funcionaría para el 2011. ¿Y ahora? Sin una ley contra el transfuguismo, parece inevitable que el archipiélago congresal vaya en aumento.