Carmen McEvoy: “Castillo debe enmendar el rumbo y asumir el rol que la historia le dio”
Entrevista a la historiadora, quien lamenta que el jefe del Estado no asuma la “importancia y transcendencia” de su cargo. “Pareciera que el presidente Castillo tiene un serio problema para advertir sus yerros”, señala.
La historiadora Carmen McEvoy señala que había mucha esperanza por la llegada de un maestro rural a la Presidencia de la República, frente a una serie de gobiernos con graves denuncias de corrupción, pero advierte que la población no tardó en desilusionarse por su improvisación y falta de transparencia. Sostiene que, sin duda, se puede mejorar, pero para ello primero se debe admitir el error; sin embargo, dice que parece que Castillo “tiene un serio problema para advertir sus yerros”.
Con seis meses de gobierno, ¿considera que Pedro Castillo es un presidente de izquierda? Muchos lo anunciaban como comunista o, al menos, un socialista. ¿Tiene ese perfil?
Probablemente lo sea, pero pareciera que o no se siente muy cómodo o la idea de una izquierda, digamos democrática, no cuadra en sus propios esquemas que se refieren directamente a la política sindical, además de la regional que ha instalado en Palacio de Gobierno. Yo me atrevería incluso a proponer la idea de un presidente que sigue a pie juntillas, aunque lo niegue permanentemente, el viejo modelo patrimonialista y prebendario que ha regido por siglos la historia del Perú. La empleomanía le llamaban en el siglo XIX, que consiste en asaltar el Estado para distribuir sus beneficios entre los allegados de turno. Por otro lado, para poder responder adecuadamente sobre la matriz ideológica de un maestro, que no protesta ante el retroceso de las reformas educativas, sería necesario conocer cuál es el programa o plan, pero sobre todo escuchar sobre sus líneas maestras. Pero lamentablemente, salvo un puñado de generalidades, Castillo es un jefe de Estado que no comunica incluso en situaciones límites para su propia administración.
Últimas noticias del gobierno del presidente Pedro Castillo hoy, domingo 26 de diciembre. Foto: composición LR
¿Qué inclinación política ve usted en el presidente?
Castillo es un sindicalista con una mirada cortoplacista que no lo beneficia a él, y mucho menos al Perú. Aparentemente la primera magistratura de la Nación le ha quedado holgada. Y no me sorprende, e incluso intento comprender su difícil situación. El Estado peruano es una maquinaria sumamente complicada y la falta de experiencia del presidente, unida a su costumbre de moverse en los círculos pequeños de quienes considera leales (sus coterráneos), están jugando definitivamente en su contra. Existían muchas esperanzas, y lo dije en un artículo, en torno al símbolo del maestro rural que llega, en el bicentenario de la independencia, luego de una sucesión de gobiernos manchados por la corrupción. Estas esperanzas van siendo decepcionadas, y no lo digo yo sino las encuestas. Porque más allá del racismo que nos devora, hay una desilusión que no tiene que ver con su origen provinciano, profesor, campesino o rondero, como él se autodefine, o por haber sido víctima –todavía como presidente– de la discriminación; porque aquellos argumentos no justifican todos los hechos insólitos que ocurren, un día sí y otro también, en estos seis meses de gobierno. Castillo decepciona por su poca claridad en las decisiones de gobierno y su poca transparencia. Pensamos que sería diferente, un presidente distinto a los anteriores, pero por lo que vemos hasta hoy ha resultado en heredero del sistema patrimonial que solo una reforma política profunda logrará desmantelar, y esta no parece estar entre los objetivos de su presidencia.
¿Qué es lo que más le preocupa del gobierno de Pedro Castillo a estas alturas?
Que hasta el momento no haya podido demostrar que es el presidente de la República del Perú, lo que conlleva la expresión de una dignidad y un respeto por una serie de protocolos que el profesor Castillo parece desconocer. Preocupa que no entienda que es el eslabón de una cadena bicentenaria que, tal vez, por su afán fundacional no reconoce, lo que no lo ayuda a asumir la carga histórica que viene con una Primera Magistratura, que demanda a gritos ser dignificada a través del respeto por un cargo supremo. La nación peruana, su ciudadanía, le ha otorgado el poder para llevarnos a un derrotero seguro, luego de vencida la pandemia. En mi opinión, Castillo no asume la importancia y trascendencia de una posición que demanda muchísimo de parte de quien la ostenta y, en ese sentido, hay tres aspectos que no ha logrado resolver: hacer respetar el principio de autoridad; ponderar por sobre todo la capacidad técnica y no el amiguismo o compadrazgo al momento de definir sus equipos; y la comunicación en cuanto a las decisiones de un gobierno del cual depende el futuro de millones de peruanos.
Pedro Castillo participa en clausura del año en Academia Diplomática
¿Cree que la situación puede mejorar? ¿Tiene optimismo? ¿O percibe que esto puede convertirse en un suceso más del círculo vicioso de la inestabilidad política de los últimos años?
Sin duda siempre hay oportunidades para enmendar, para corregir. Pero solo se corrige cuando se advierte el error, cuando uno lo asume como tal y se siente convencido de la necesidad de rectificar. Lamentablemente, pareciera que el presidente Castillo tiene un serio problema para advertir sus yerros. El cargo que ostenta, además de ciertas cualidades como el liderazgo, o la empatía, exige también una aptitud reflexiva y la capacidad de rectificar. Parece que el presidente Castillo no asume que los seres humanos somos imperfectos y nuestra grandeza está en aceptarlo, aprendiendo de los errores cometidos e incluso creciendo a partir de los mismos.
En tanto, de quienes piden la salida del mandatario, ¿les cree cuando dicen que buscan el bien común?
Primero que nada, hay que recordar que el concepto del bien común no lo inventan los vacadores ni el presidente Castillo y su partido. Tuvimos en 1822 un grupo de constituyentes, liderados por el ilustre chachapoyano Toribio Rodríguez de Mendoza, que justamente discutieron que el bienestar de la República estaría siempre en peligro si se imponían los “intereses personales” sobre el bien general. Pienso que, a casi doscientos años de instalada la República, la discusión va por ahí. No hemos logrado construir los sistemas de control, tanto en el Poder Legislativo como en el Ejecutivo, para defender los intereses del Perú contra los de una confederación de mercachifles que buscan acceder al poder para satisfacer ambiciones personales, sean estas un puesto público, una ley favoreciendo sus negocios o un contrato millonario en desmedro del colectivo social. ¿Cuánto se hubiera podido hacer con los miles de millones de dólares que sistemáticamente nos han robado? Es momento de que la sociedad civil ejerza su poder y no permita que la idea del bien común sea usada como bandera de la corrupción, que destruye esperanzas y futuro.
Aprobación del jefe de Estado subió de 25 a 28% y su desaprobación cayó de 65 a 60%, según IEP. Foto: Composición de Jazmín Ceras /GLR
¿A estas alturas es la salida del presidente Castillo la fórmula para sacar al Perú adelante, para que el dólar baje, la economía se restablezca y la COVID-19 no nos siga matando con esta nueva ola y las que vendrán?
Definitivamente no. Sin embargo, vuelvo a lo dicho anteriormente, un jefe de Estado debe ejecutar sus decisiones con autoridad, a través de sus equipos ministeriales técnicamente competentes, y comunicando de la mejor manera sus acciones a la ciudadanía que espera hoy más que nunca certidumbres y no eventos que avergüenzan: como el show de la deportación de venezolanos o las reuniones con proveedores del Estado entre gallos y media noche. Castillo falla y a veces hasta parece que pretendiera tomarnos el pelo, desviando la atención en una victimización personal, que luego de ser elegido primer mandatario carece de fundamento. El presidente tiene que enmendar el rumbo y asumir el rol que la historia le ha otorgado a un maestro rural cajamarquino. De esa manera, los que no lo votaron dejarán de pensar que su salida es la única solución a nuestros problemas seculares.
Y sobre el primer proceso de vacancia, ¿qué fue lo que más le indignó de quienes la impulsaron?
Bueno, lo dije en las redes sociales, era una tremenda ironía que la congresista Patricia Chirinos, que como chalaca conozco por su asociación con Chimpum Callao (que robó al Callao recursos y futuro), además de los cuestionamientos en La Perla donde fue alcaldesa, se erigiera en la “reserva moral” del Perú. Lo que no significa aceptar la pobre actuación del presidente Castillo, llevando a personajes como Bruno Pacheco a deshonrar nada menos que la Secretaría General de Palacio de Gobierno, sino más bien entender el nivel paupérrimo de una oposición que en lugar de plantear propuestas concretas de desarrollo vive obsesionada con vacar al presidente, sin prever el caos político y social que ello puede provocar.
Crítica. Es ironía que Chirinos quiera ser la reserva moral. Foto: Congreso
¿Hasta qué punto nuestra democracia podrá soportar estas constantes trifulcas y que la interpretación de la Constitución se lleve al límite?
Buena pregunta. En realidad, no se trata propiamente de la democracia que es, en la práctica, a la luz de todos nuestros problemas históricos recientes, un proyecto en construcción. De lo que se trata es de saber si los peruanos resistiremos todos estos ataques a las instituciones tutelares de la República. Vemos que se ha llegado a un punto tal en el que la corrupción y los hechos irregulares o sombríos al más alto nivel se han normalizado. Si es así como lo percibimos, si es así como la mayoría silenciosa lo está sintiendo, sin duda la democracia, como sustento de la República, se verá seriamente afectada, porque ya no representaría legítimamente los deseos y esperanzas de la ciudadanía, sino la de pequeños grupos de poder como los que, desafortunadamente, intentan asociarse al régimen en teoría liberador y progresista del presidente Castillo. Y acá recuerdo a Mariano José de Arce denunciando en 1823 que la República peruana era un simulacro, hago votos porque ello no vuelva a ocurrir por el bien del Perú, que no merece una enésima desilusión.
Uno escribe para enfrentar sus demonios
Usted ha escrito cuatro libros durante esta terrible pandemia, ¿cómo ha sido ese desafío?
Bueno, tres de ellos –Entre el océano Pacífico y los Andes: La Expedición Libertadora en perspectiva histórica (IEP, 2021); Terror en lo Cañas: Violencia política luego de la Guerra del Pacífico (Taurus, 2021), y Trocito: un pedazo de tela que quería ser bandera (Penguin Random, 2021)– fueron escritos en equipo. Eso para mí fue casi una terapia porque estuve acompañada por colegas queridos en una etapa difícil y dolorosa para la humanidad. Organizar, escribir y editar nos mantuvo ocupados y creo que el tiempo invertido rindió sus frutos y ahí están los libros, hasta un cuento infantil escrito a cuatro manos con mi hija Mariana, para dar cuenta de que nos mantuvimos productivos con la muerte al lado.
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Tengo entendido que también produjo un texto usted sola, de manera muy personal y especial...
Respecto al libro que escribí en solitario, La República agrietada: Ensayos para enfrentar la crisis (Planeta, 2021), como su nombre lo indica, el desafío consistió en colectar reflexiones, artículos, viejos y nuevos ensayos, música e incluso memorias de mi infancia y mi vida en general para resistir el confinamiento y la pérdida de amigos y familiares. Como muy bien afirma la gran Joan Didion, que nos dejó el pasado viernes, uno escribe para vivir, para entender el mundo, para enfrentarse con sus demonios, y creo que eso fue lo que finalmente hice en la pandemia. Creo haber aprendido bastante sobre mí misma y un poco más sobre el Perú, a quien seguiré dedicando mi tiempo y mi cariño.