No se trata solo de la admiración que despierta el personaje histórico sino de la capacidad de su texto capital para seguir suscitando nuevas inquietudes, invitando a aventurar miradas nuevas sobre problemas viejos, pensar los cambios históricos que ha experimentado el mundo en el siglo transcurrido y la manera cómo estos redefinen las relaciones entre la cultura y la política, los grandes temas de la reflexión de Mariátegui. ,Vuelvo a La Habana y como siempre esta bella ciudad me depara sorpresas. Un evento académico me permite retornar y esta venida es especial, porque es la primera después de la muerte de Fidel Castro. Me interesa profundamente conocer cómo su desaparición física ha afectado la vida de la gente. Lo más llamativo para mí es la desaparición de Fidel de la iconografía oficial. Ya no se ven grandes murales o afiches con su rostro. La imagen del Che sigue presente, sobre todo en el arte y la artesanía popular, pero la única imagen de Fidel que vi en este viaje figuraba en un afiche que invitaba a una exposición histórica. Su efigie ha sido remplazada por la bandera cubana. Esto es consecuencia de una decisión del propio Fidel. La prensa mundial silenció su última voluntad, por la que dispuso que no se le dedicara ningún reconocimiento que pudiera alimentar el culto a la personalidad: explícitamente, que no se pusiera su nombre a ninguna calle, ninguna plaza, no se le erigiera ningún monumento, ni se colocara su retrato en ninguna oficina estatal. El gobierno cubano ha cumplido escrupulosamente su encargo y así han desaparecido de las calles los grandes murales y los afiches con su imagen y la del Che. El efecto es sorprendente. Siento que Fidel, desaparecido de la iconografía oficial, está hoy más presente en la memoria de los cubanos. Las razones son evidentes. Salvo Bolívar, ningún otro latinoamericano ha ejercido una influencia en la historia nacional, continental y mundial comparable con la suya. Viajé a La Habana invitado al Simposio Internacional “90 años de los 7 ensayos de José Carlos Mariátegui”. El evento fue organizado por la Asociación Internacional de Peruanistas (AIP), la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana y Casa de las Américas, y contó con el auspicio de la Embajada del Perú en Cuba y el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. Fue un evento académico muy rico que bien merecería una crónica completa. Sorprende la vigencia de José Carlos Mariátegui en el imaginario latinoamericano cuando nos acercamos al centenario de los 7 ensayos... No se trata solo de la admiración que despierta el personaje histórico sino de la capacidad de su texto capital para seguir suscitando nuevas inquietudes, invitando a aventurar miradas nuevas sobre problemas viejos, pensar los cambios históricos que ha experimentado el mundo en el siglo transcurrido y la manera cómo estos redefinen las relaciones entre la cultura y la política, los grandes temas de la reflexión de Mariátegui. El evento contó con la asistencia de ponentes de Perú, Cuba, México, Estados Unidos, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y Ecuador y las ponencias que se presentaron muestran el gran impacto que los 7 ensayos y la revista Amauta tuvieron en la vida político intelectual de muchos países de América Latina y el Caribe. Sorprende el entusiasmo que Mariátegui despierta hoy entre jóvenes investigadores latinoamericanos, que no tratan de buscar en él respuestas a los problemas actuales sino reivindican su mirada totalizadora sobre el conjunto de los problemas de una sociedad como la peruana con distintos grados de desarrollo relativo, con profundas injusticias sociales y problemas en su constitución como nación, debido a cómo la colonización española organizó la estructura social y la dinámica del conflicto en nuestras sociedades, escindiéndolos no solo desde el punto de vista clasista sino del de género y del étnico racial. De las numerosas ponencias presentadas reseño la de Ricardo Portocarrero Grados, exdirector de la Casa Museo Mariátegui, sobre la génesis de los 7 ensayos... Portocarrero propone una entrada original investigando la base material sobre la cual se constituyó el trabajo intelectual de Mariátegui. El Amauta debió articular el trabajo periodístico, con el que se ganaba la vida, con el trabajo político. Para eso tenía que disponer de la autonomía suficiente para opinar sin estar sometido al control de los propietarios de los medios de comunicación hostiles al proyecto socialista que él impulsaba. Mariátegui desplegó entonces una notable capacidad como empresario. Paralelamente a la fundación de la revista Amauta debió crear una imprenta propia, la Editorial Minerva, que sostuviera sus proyectos políticos y culturales. Ricardo Portocarrero y el nieto del Amauta, José Carlos Mariátegui-Ezeta (felizmente José Carlos Mariátegui tiene también nietos que lo enorgullecerían) vienen trabajando fondos bibliográficos que muestran la gran capacidad de gestión del fundador del socialismo peruano para conseguir los préstamos bancarios que le permitieran importar la maquinaria de Italia para la imprenta, así como organizar todo el sistema de distribución de la revista a nivel nacional e internacional, que asegurara su continuidad. Mariátegui sigue sorprendiéndonos.