Durante 36 años, el gobierno de Beijing prohibió que los padres chinos tuvieran más de un hijo bajo pena de multas excesivas. Los ricos pagaron las penalidades y formaron familias de más de tres miembros. Los pobres no tuvieron tanta suerte. O abortaban a sus segundos hijos o los criaban en el anonimato. , El video nunca fue exhibido, las autoridades chinas se encargaron de borrarlo. Pero las fotos que fueron tomadas con un celular siguieron otro camino. Llegaron a las redes sociales. Se hicieron virales. El 11 de junio de 2012 la imagen de Feng Jianmei junto al cuerpo sin vida de su bebé de siete meses, en la cama de un hospital, conmocionó al planeta. Feng, que entonces tenía 23 años, había sido forzada a abortar a pesar de su avanzado estado de gestación. La llamada "política del hijo único", vigente en China desde 1979, la obligaba a pagar una multa de 40 mil yuanes (unos 6 mil dólares) por tener a su segundo bebé. Como no tenía esa cantidad fue detenida y pasó por el horror del aborto por inyección química. El castigo fue tan cruel que sus captores dejaron el cuerpecito inerte de su niño en su propia cama. Tras el escándalo, tres funcionarios del municipio y la oficina de Planificación Familiar del condado de Zhenping, provincia de Shaanxi, fueron destituidos. Pero la política del hijo único no fue suspendida. Recién esta semana, el plenario del Partido Comunista decidió terminar con la prohibición. De acuerdo con la agencia Xinhua, el gobierno chino tomó esta decisión “como respuesta proactiva al envejecimiento de su población”. Curiosamente, los motivos que llevaron a implementar esta medida, hace 36 años, fueron totalmente opuestos. En 1979, cuando se creó el régimen del hijo único, se temía una incontenible explosión demográfica en el gigante asiático. De hecho, se calcula que la medida evitó el nacimiento de 400 millones de bebés, que se hubieran sumado a los 1,300 millones de habitantes que actualmente tiene China. Sin embargo, nunca estuvo claro cómo debían aplicarse las multas a quienes se saltaban la prohibición. En un informe fechado en julio de 2012, el diario colombiano Portafolio informó que las multas variaban de acuerdo a cada provincia, y que en las propias ciudades se diferenciaban por barrio y distrito. Un castigo para Zhang El mismo informe de Portafolio señalaba que la penalidad podía ir de tres a diez veces el ingreso anual de una pareja. Los empresarios de provincias ricas como Zhejiang o Guangdong, o de grandes ciudades como Shangai, podían llegar a pagar 75 mil dólares de multa. Pero hay personas que han pagado mucho más. Zhang Yimou es una celebridad en China. Es el director de conocidas películas de artes marciales como Hero (2002), La casa de las dagas voladoras (2004) y La maldición de la Flor Dorada (2006), además fue el director de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de 2008 en Beijing. A fines de 2013 fue denunciado por tener hasta siete hijos con diferentes mujeres. Los abogados que encabezaban la demanda pedían 164 millones de dólares como castigo. Ante la creciente indignación, Zhang reconoció en su cuenta de Weibo, el Twitter chino, que tenía tres hijos con su actual esposa y uno más con su anterior pareja. La multa que pagó fue mucho menor a lo calculado inicialmente: sólo un millón de dólares. Sin identidad La denuncia contra el famoso director de cine tenía un segundo objetivo: demostrar que los ricos podían evadir la ley del hijo único, mientras que los pobres estaban condenados a abortar o a tener niños no reconocidos por el gobierno. Y esa falta de identidad impedía que los menores fueran atendidos en los servicios de salud o que recibieran educación. "No pude tener chequeos regulares de salud cuando era bebé ni pude recibir ningún tipo de vacuna básica", dijo Li Xei en un reportaje publicado por la BBC. La joven de 20 años tampoco recibió instrucción de ningún tipo y aquello le impedía conseguir trabajo. La situación de Li se repetía en zonas rurales dondes los padres tenían más hijos para que les sirvieran de fuerza de trabajo. Su educación dependía de los sobornos que los padres pagaban a los maestros. Esa historia, terrible, empieza a cambiar de a pocos. (E.C)