Riccardo Galeazzi-Lisi, el médico corrupto que hizo que un papa explotara dentro de su ataúd
El codicioso galeno del Vaticano realizó uno de los procesos de embalsamamiento más fallidos en la historia, con resultados catastróficos, luego de que el papa Pío XII muriese en octubre de 1958.
Era otoño del año 1958 cuando inició la agonía del papa Pío XII: al sumo pontífice le quedaba poco tiempo de vida. A su ayuda llegó un grupo bien equipado de doctores y especialistas, entre ellos Riccardo Galeazzi-Lisi, el 'archiatra pontificio’, forma ceremonial de denominar al médico de cámara del sumo pontífice desde la época del imperio romano, médico que fue el culpable de las filtraciones sobre el estado de salud del máximo representante de Dios en la Tierra a cambio de dinero.
Incluso, una de las decisiones de Galeazzi-Lisi sería denominada como la "descomposición en vivo más rápida y repugnante que recuerda la historia", posterior a la muerte de su paciente, Eugenio María Pacelli, el papa Pío XII, quien tuvo un pontificado particularmente duro que coincidió con los años de la Segunda Guerra Mundial.
El papa Pío XII, quien colaboró con el rescate de muchos judíos en Roma. Foto: ABC
El 'archiatra corrupto'
Según detalla el medio español ABC, el deseo de Galeazzi-Lisi de usar su puesto para ganar dinero se hizo evidente desde los primeros problemas de salud de Pío XII, cuando el médico comenzó a vender ilegalmente información confidencial a los periódicos.
El hombre al que el papa había considerado en otros tiempos de su entera confianza llevó en uno de los bolsillos de su chaqueta una cámara de fotos y, sin pudor alguno, mientras el hombre de fe se encontraba agonizando, hizo varias instantáneas, sin mediar palabra con los demás presentes.
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A Galeazzi-Lisi, revistas como París Match y varias editoriales italianas le habían prometido nada menos que 3.200 dólares a cambio de las fotografías, y unos 20.000 más por narrar sus intimidades con el fallecido.
Carente de escrúpulos, este oftalmólogo de profesión había, además, negociado un acuerdo: cuando el papa muera, el galeno debía levantar una de las ventanas de la residencia como señal.
Con lo que no contó el médico fue con las altas temperaturas que golpeaban Roma aquellos días. El 8 de octubre, alguien alzó los cristales y el error provocó el caos. Varios medios se adelantaron e informaron antes de tiempo: “Il papà è morto”, pero al papa todavía le quedaban algunas horas. Tal y como afirma N. Castro en "La salud de los papas: medicina, complots y fe".
Una explosión y la "descomposición en vivo más rápida y repugnante que recuerda la historia"
Tras la muerte del sumo pontífice, Galeazzi-Lisi tomó la responsabilidad de realizar el embalsamamiento de rigor, un proceso que según la tradición se debe practicar a todos los papas.
Sin embargo, en vida, Pío se había negado a ser sometido a este proceso, por lo que el galeno le ofreció preservar su cuerpo utilizando otro proceso.
Según informó The New York Times, en ese momento, se trataba de una curiosa alternativa llamada "ósmosis aromática", desarrollada por Galeazzi-Lisi y el cirujano Oreste Nuzzi, que se asemejaba al utilizado por los primeros cristianos.
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"Los dos médicos dijeron que una de las ventajas de su método era que el cuerpo embalsamado no tenía que ser despojado" de los órganos vitales, escribió el Times el 14 de octubre de 1958.
El procedimiento consistía en la inmersión del cadáver en una misteriosa combinación de aceites de hierbas aromáticas y resinas para desoxidar el cuerpo y, posteriormente, envolver el cadáver con celofán durante casi 24 horas, sin retirar los órganos vitales del fallecido.
El resultado fue un completo desastre. En la cara del fallecido aparecieron varias arrugas, el cabello se le encaneció, una extraña sustancia negra salió por los orificios de su cara y el vientre se le hinchó por la acumulación de gases.
Sin embargo, eso no fue lo peor. La peste que empezó a emanar el cuerpo era insoportable, según refiere José María Zavala en "Papas, tras los muros del Vaticano", al punto que ni los guardias podían contener las náuseas.
Algunos informes de periódicos estadounidenses dijeron que los cuatro guardias suizos que vigilaban el féretro del papa incluso se cambiaban cada 15 minutos debido al hedor.
Galeazzi-Lisi estudió Medicina y se especializó en oftalmología. Fue nombrado médico personal de Pío XII. Foto: Perfil
Durante el traslado del cuerpo, el cual se encontraba envuelto en celofán, la cavidad torácica del papa explotó, generando un sonoro estruendo.
Martín Caraega escribió en Pontifex Maximus que “cuando la carroza funeraria hizo un alto en la Basílica Laterana para el primer rito funerario, un desconcertante ruido como de un pequeño petardo se escuchó dentro del ataúd y provocó que se abriera”.
Asimismo, según informó el medio Perfil, este hecho fue denominado como la "descomposición en vivo más rápida y repugnante que recuerda la historia de la medicina forense".
Su expulsión de la Santa Sede
Esto puso fin a la carrera en el Vaticano de Galeazzi-Lisi. Fue reprendido y desterrado por el sucesor de Pío, el papa Juan XXIII y el Consejo Médico Italiano lo expulsó de la organización.
En 1960 trató de dar su versión de los hechos en un libro (Dans l’ombre et dans la lumière de Pie XII) que, casualmente, volvía a presentar las fotografías del papa durante su agonía y el embalsamamiento.
Luego de su expulsión y el de todos sus descendientes, le prohibieron pisar el suelo de la ciudad. Según informó ABC, acabó sus días ejerciendo en la frontera francoitaliana.