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Hermanas se creían poseídas y mataron a su papá para ‘sacar al diablo’

“Papá se entregó como un cordero y le empecé a cortar la piel”, dijo una de sus hijas. El cadáver con 150 puñaladas de Juan Carlos Vázquez yacía desnudo.

Silvina y Gabriela tenían 21 y 29 años, respectivamente, cuando sintieron que en su casa había presencias demoníacas. Foto: Twitter/Nacho
Silvina y Gabriela tenían 21 y 29 años, respectivamente, cuando sintieron que en su casa había presencias demoníacas. Foto: Twitter/Nacho

Las hermanas Silvina y Gabriela Vázquez asesinaron a su padre, Juan Carlos Vásquez, como parte de un ritual que pretendía hacer exorcismo por la supuesta presencia del diablo que habitaba en su hogar. El hecho sucedió en Villa Urquiza, un barrio de Buenos Aires, Argentina.

La Policía llegó al lugar luego de que los vecinos hicieran el llamado debido a que se oían gritos, cantos evangélicos y llanto imparable. En la casa, hallaron a Silvina ensangrentada y con un cuchillo en la mano mientras su padre Juan Carlos, de 50 años, se encontraba en el piso sin mostrar signos de vida.

Agentes que en ese momento trabajaron en el caso hablaron con el medio La Nación y aseguraron jamás haber visto una escena similar a la del 27 de marzo de 2000.

Silvina y Gabriela tenían 21 y 29 años, respectivamente, cuando comenzaron a sentir que en su casa había presencias demoníacas que estaban alterando sus vidas.

Casa donde habitaban las hermanas con su padre.

Casa donde habitaban las hermanas con su padre.

De acuerdo a las declaraciones de las hermanas, su padre también estaba viendo las señales de que algo no estaba bien dentro de su vivienda.

Algunos de los policías que cuidaban la escena del crimen llevaban varios rosarios colgados a su cuello por el temor de que la presencia del diablo continuara de alguna manera encerrada entre esas paredes que ahora estaban cubiertas de manchas de sangre.

Según los reportes médicos de las jóvenes, no tenían la intención de matar a su padre, sino de sacarle un demonio que, supuestamente, él tenía adentro.

El miedo era tan grande que los tres dormían en el mismo cuarto sobre colchones separados por el temor que sentían de estar solos en la casa de alquiler en la que vivían.

Supuestamente, las puertas se cerraban, había ruidos extraños, las camas se movían, las cortinas se abrían solas, todo esto sin mayor explicación alguna.

Desesperadas por una solución, las hermanas se dirigieron a la parroquia Santa María de los Ángeles, donde un sacerdote les indicó que era probable que existiera una presencia en su casa, por lo que tenían que echar agua bendita en el lugar y rezar mucho.

Escena con la que los policías se encontraron

Escena con la que los policías se encontraron

Silvina y Gabriela incluso hablaron con Jorge Eduardo Scarcella, el dueño del lugar, y le preguntaron si en la vivienda había muerto alguien o si algo violento había sucedido, ya que estaban seguras de que algo les estaba haciendo la vida imposible en su casa.

Sin embargo, el hombre negó conocer algún caso de ese tipo y lo peor llegó después para la familia Vázquez. Según recuerdan las hermanas, comenzaron a protegerse por medio de rituales que aprendieron, pero eso hizo que “lo que estuviera en su casa se molestara más”.

De acuerdo al relato de Gabriela durante la investigación, una noche vieron la cara del diablo en uno de los espejos de la habitación donde dormían y su padre rompió el objeto para no verlo más. Minutos después de hacer esto, el hombre comenzó a vomitar sangre.

Gabriela mencionó que en un momento Silvina, su hermana menor, comenzó a hablar en una voz que no era la de ella y a comportarse diferente, y aseguró que el diablo también había intentado meterse en ella.

La víctima, según el testimonio de Gabriela, había sido su progenitor, a quien, después de romper el espejo, se le había “metido el demonio adentro”. La noche del 27 de marzo fue el día en que decidieron realizar el exorcismo en la casa.

Por lo que declararon las autoridades forenses, todo indica que Juan Carlos estuvo de acuerdo con la decisión familiar porque no había señales en su cuerpo que indicaran algún tipo de resistencia.

Los muebles de la sala se movieron a los rincones y las tres personas, que supuestamente estaban siendo perseguidas por entidades malignas, se desnudaron y comenzaron con el ritual.

Alrededor de los tres cuerpos había biblias, libros de magia negra y blanca, también velas. “Había que rezar siete padrenuestros, siete avemarías, un pedido a Dios y siete glorias. Pero yo veía una bola dentro de papá, era como si tuviera un muñeco. Nos tomábamos de las manos y no pasaba nada”, comentó Silvina cuando estaba en custodia.

Puesto que nada ocurría, las hermanas decidieron que la única manera de rescatar a su papá era quitándole la carne de a poco. Al final, Juan Carlos tenía 150 puñaladas en el cuerpo y murió a causa de las heridas en su cabeza.

Cuando la Policía llegó al lugar, se podían escuchar gritos en toda la cuadra que decían: “¡Satán está acá, salió de él y ahora está con ella!” o “Satán gobierna el mundo, el mal nos busca para destruirnos”.

La casa parecía estar en un estado de deterioro como si hubiera sido abandonada, había restos fecales en el piso del baño, vómito en algunas de las habitaciones y todos los espejos estaban rotos.

Tras la muerte de Juan Carlos, las hermanas fueron transferidas, por decisión del juez que llevó el caso, a entidades psiquiátricas para tratar lo que parecía haber sido un “brote psicótico”.

Después de algún tiempo de evaluación de ambas por separado, los psiquiatras dedujeron que Gabriela no habría atentado contra su padre, únicamente Silvina.

Al parecer, el caso se trataba de una psicosis compartida en donde las hermanas, cuando estaban juntas, compartían síntomas y veían el mismo tipo de alucinaciones junto con su padre.

Debido a esto y según reporta La Nación, las hermanas no volvieron a tener contacto entre ellas, ni siquiera después de salir de la entidad psiquiátrica a los pocos años de haber ingresado por este caso. De hecho, actualmente no se tiene información reciente sobre ellas.

La casa, por otro lado, no tuvo buena suerte. A pesar de que el dueño intentó hacerle una “limpieza espiritual” y restauró todo su interior, nadie ha decidido mudarse a la vivienda de dos pisos después de lo que sucedió.