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“Llevamos 8 años viviendo en un infierno psicológico”: testimonios desde el límite de Ucrania y Rusia

Días atrás, Vladimir Putin reconoció la independencia ucraniana de Donbás, el territorio ocupado por grupos separatistas. En ese momento, un corresponsal del diario Kommersant registró el sentir de los civiles de la zona del conflicto que explotó en 2014.

El coste de la vida humana suele ser, por encima de la potencial recesión económica y de los mercados internacionales, la pérdida más relevante en las guerras. Foto: EFE.
El coste de la vida humana suele ser, por encima de la potencial recesión económica y de los mercados internacionales, la pérdida más relevante en las guerras. Foto: EFE.

El conflicto militar entre Rusia y Ucrania detonó la madrugada de hoy, 24 de febrero de 2022, con la arremetida explosiva del ejército ruso en territorio ucraniano. Tres días antes el titular del país potencia, Vladimir Putin, argumentó en favor de la independencia de las Repúblicas Populares de Donestk y Lugansk; ambos territorios constituyeron un conflicto que data desde 2014, en el cual grupos separatistas ruso parlantes advirtieron la confrontación de fuerzas militares del Gobierno ucraniano.

Ese mismo día del reconocimiento de que Donestk y Lugansk pertecen a Ucrania, un corresponsal del diario Kommersant habló con diferentes civiles que le contaron por qué se dejaron de considerarse parte de Ucrania.

Crónica desde Donbás por el diario Kommersant

El narrador recorrió la República Popular de Donbás junto a un grupo de periodistas. Para ingresar, tuvieron que pasar la zona fronteriza de cinco kilómetros que permanecía cerrada para la prensa. El Centro de relaciones sociales del Servicio Federal de Seguridad de Rusia no respondió a las solicitudes de los corresponsales para cubrir las reacciones de la zona. Tuvieron que improvisar un camino alterno.

El carro donde transitaron era conducido por un señor con el ceño cada vez más fruncido. No dejó de mirar su móvil en el que se reflejaba una aplicación que cotizaba los valores rusos. Al cabo de un tiempo frenó el coche y les advirtió: “Si necesitan bajar a orinar, adelante, que voy a comprar algo de dólares”.

El narrador, después de evaluar el paradero donde se quedaría, decidió que sería Taganrog (Rusia, límite con Ucrania) el destino. La policía impidió el acceso a los campamentos temporales, pero algunos hoteles acogieron refugiados. Allí fue a recoger testimonios.

Esta es la transcripción de la primera entrevista que hizo el corresponsal del diario Kommersant en el lobby de un hotel de Taganrog, con una señora:

R: —Estamos protegidos por Rusia ahora, este es el resultado. Para nosotros eso significa mucho y vale mucho. Ahora esperamos podernos unir a Rusia, todo Donetsk está a favor. Creo que Lugansk también.

P: —¿Es de Donetsk? —preguntó el narrador.

R: —Sí, nací allí y viví toda mi vida allí, 68 años tengo. Mis padres están enterrados allí.

P: —¿Y antes de lo ocurrido en 2014 se consideraba rusa o ucraniana?

R: —Soy rusa en el alma, asiente la señora. Vivía en Ucrania, pero mi alma estaba en Rusia.

P: —¿En la época soviética cómo eran en Donetsk las relaciones entre rusos y ucranianos?

R: —Estaba todo bien, nada ni nadie nos separaba. Todos vivíamos más o menos igual, parecíamos una gran familia. Hablábamos ruso, nadie nos lo prohibía. La gente se nos dirigía en ucraniano y nos entendíamos. Mi madre era de un pueblo, solo hablaba ucraniano, en familia hablábamos ambas lenguas y eso no nos causaba la menor molestia. Teníamos una vida tranquila, íbamos a trabajar, sabíamos que cobraríamos el adelanto, luego el sueldo, que se nos pagaría la jubilación. Y ahora cobramos la jubilación solo gracias a Rusia.

P: —¿Y cómo fue la vida en la Ucrania independiente después de la URSS?

R: —Fue normal, ningún conflicto, todo bien, hasta 2014.

P: —A decir verdad, no la entiendo del todo. Vivió junto con los ucranianos en la Unión Soviética…

R: —Y muy bien vivimos.

P: —Luego, en la Ucrania independiente…

R: — Una vida completamente normal.

P: —¿Qué es lo que fue mal? ¿Por qué ha cambiado todo?

La mujer se queda pensando un rato.

R: —Verá… seguramente de manera inconsciente nos identificábamos más con Rusia. Bueno, lo digo por mí, por muchos conocidos míos, amigos, compañeras de clase. Siempre nos sentimos más cercanos a Rusia. Y en Ucrania occidental siempre nos consideró, bueno, ya lo sabe... Consideran que somos gente de segunda.

P: —¿Y en el día a día cómo se manifestaba eso? ¿Vio personalmente algo de este trato?

R: —Yo no. Pero algo flotaba en el aire, sabe. Empezó a sentirse realmente todavía con Yúschenko que era presidente entre 2005 y 2010. Empezando por aquellas elecciones empezó a notarse una especie de tensión. Flotaba en el aire que éramos distintos de ellos y que ellos debían tener más poder. Fue cuando todo empezó a rodar cuesta abajo. De no haber sido así, continuaríamos viviendo en paz...

P: —Pero no vivía en Ucrania Occidental, ¿en qué notaba las tensiones entonces?

R: —Conflictos no hubo, es verdad. Pero nosotros tendíamos a pensar que los nacionalistas, los llamábamos los de bandera, por el nombre de Bandera, desde el nacimiento, desde la infancia no veían con malos ojos. Todo eso se iba acumulando... y luego pasó lo que pasó. No sé cómo explicárselo, flotaba en el aire. Nadie suponía, claro está, que algo así pudiera ocurrir, pero fue lo que ocurrió en realidad.

Se queda pensativa y luego continúa con determinación:

R: —Desde siempre fue así: los de Bandera estaban contra nosotros. Porque pensamos de una forma distinta de su manera de pensar. “Moskali” nos llaman con desprecio y a nosotros también.

P: —¿Alguien la llamó así alguna vez? ¿A la cara?

R: —No, nunca. En mis 68 años nunca nadie me lo dijo. Pero en la tele se gritó aquel año “quien no está con nosotros, es un moskal”. ¿Acaso no ha pasado? Sí que ha pasado.

P: —Le habrían dicho que era una broma…

R: —Pero no tenía gracia, sabe. Ninguna. De los nuestros, de los de Donetsk, nadie fue al Maidán. Porque los nuestros trabajan y no andan por allí.

Esta es la segunda conversación que mantuvo el narrador. Se trata de un hombre llamado Igor (40) que encontró sentado con un niño pequeño en su regazo. El periodista del diario Kommersant le preguntó al tipo por la reunión del Consejo de Seguridad en la que Putin reconoció la importancia de referirse a Donetsk y Lugansk como territorios anexados a Ucrania. Dice así:

R: —Nosotros somos unánimes, llevamos 8 años esperando esta decisión. Es que llevamos 8 años viviendo en el infierno, un infierno psicológico en primer lugar. En 2017 huíamos de los ataques y mi mujer estaba embarazada. Le acaricia el pelo al crío y continúa: Vivíamos en Donetsk y dio un proyectil en nuestra mina. Se rompieron los cristales y quedó claro que había que huir. Teníamos por si acaso la maleta hecha, ya sabe, documentos, medicinas, ropa interior… —responde el hombre.

“Sé lo que es, porque en las últimas semanas los habitantes de las ciudades ucranianas a menudo publicaban las imágenes de sus maletas hechas, lo hacían por si Rusia atacaba. Y muchos rusos les decían en los comentarios, ¿pero, no les da vergüenza? Yo no puse este tipo de comentarios, pero tenía vergüenza igual. Y ahora la tengo, al escuchar a Igor, me avergüenza no haberme puesto a pensar nunca en si tenían hecha la maleta los habitantes de Donetsk”, añade el narrador.

Sigue la conversación:

R: —Eran las 4 de la mañana, era de noche, corrimos con mi mujer embarazada varias manzanas hasta la próxima parada. Porque el transporte no llegaba a nuestro barrio. Mi hijo no me creerá, cuando se lo cuente de mayor...

Le hago a Igor la misma pregunta, si se sentía ruso o ucraniano antes de la guerra. Responde con seguridad:

R: —Hasta 2014 me sentía ucraniano, ucraniano de origen ruso. Es normal, si uno vive, digamos, en Polonia un año, se acaba acostumbrando a su vida, a su música, a su sentido de humor, a su cocina, acabará sintiéndose un poco polaco también. Aquí ocurre lo mismo. Viviendo en Ucrania, te sientes ucraniano, la comida, las canciones, te identificas con los ucranianos. Pro un ucraniano con las raíces rusas, pensamos en ruso, nuestros chistes son rusos, el algo normal.

P: —¿Y antes de 2014, se ha topado con actitud despectiva por hablar en ruso, por sus orígenes rusos? —preguntó el periodista.

R: —He oído de mis conocidos que fuera de Donbás podía ocurrir eso. Por ejemplo no atiendan en un comercio, si hablas ruso, pero yo nunca lo he vivido. Y eso que entre2003 y 2006 recorrí todo el país. Trabajé como cámara en aquel período, viajamos muchísimo, Dniepropetrovsk, Kiev, Odesa... Me encantaría volver a dar una vuelta por Odesa... Visitamos pequeñas ciudades en el este de Ucrania y todos nos hablaban en ruso, sin ningún problema. Bueno, había ancianitos en las aldeas que solo nos hablaban en ucraniano. Y todo bien, nosotros lo dominamos. Pero principalmente hablábamos en ruso.

P: —¿Entonces, qué el que fue mal? ¿Por qué al final usted y sus vecinos abandonaron Ucrania?

R: —Espere, no hemos abandonado Ucrania —se agita el hombre—. Diría que fue Ucrania la que nos abandonó.

P: —¿Y qué fue para usted punto de inflexión?

R: —Sabe, no tengo tal punto. Se fueron acumulando las cosas: primero, el Maidán con el que personalmente no estaba de acuerdo. Luego empezó a irritar que en los canales de televisión ucranianos dijeran unas cosas y aquí estuviera pasando algo completamente diferente. Se dice que aquí hay Ejército ruso. Y en realidad en abril de 2014 no hubo por aquí ningún Ejército ruso.