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Pasaporte COVID-19 con microchip: cómo es el controvertido implante bajo la piel

En Suecia, una empresa que años atrás había desarrollado un microchip bajo la piel para reemplazar tarjetas de crédito u otra información, sumó el certificado de vacunación y afirmó que no es “una tecnología de vigilancia”.

En el microchip se puede guardar información que una persona suele guardar en su teléfono celular. Foto: Composición LR/AFP
En el microchip se puede guardar información que una persona suele guardar en su teléfono celular. Foto: Composición LR/AFP

En muchos países del mundo el pasaporte sanitario se ha vuelto un requisito indispensable para ingresar a cualquier lugar público. Tanto en Europa como en Latinoamérica se necesita el pase en donde figuren las dosis completas de la vacuna contra la COVID-19 para visitar centros comerciales, restaurantes o hasta incluso, para subir al transporte.

Estos carnets se pueden presentar en forma de papel o en modalidad digital, sin embargo, las pérdidas, olvidos, bajas de batería en los teléfonos celulares u otro tipo de contratiempos han sido resueltos por una compañía de Suecia llamada DSruptive Subdermals, la cual ha propuesto el uso de un microchip subcutáneo en donde se puede mostrar toda la información personal.

El microchip tiene el tamaño de un arroz. Foto: AFP

El microchip tiene el tamaño de un arroz. Foto: AFP

¿Cómo es el polémico chip COVID?

Este pasaporte que puede llevarse bajo la piel tiene el tamaño de un grano de arroz y puede leerse utilizando la misma tecnología que se usa para las operaciones sin contacto en cualquier establecimiento (NFC) que tienen las tarjetas bancarias. Así lo especificó la empresa a la agencia AFP.

La tecnología NFC (Comunicación de campo cercano) es una solución digital que permite conectar dispositivos de manera inalámbrica y muy sencilla de utilizar.

Esta tecnología es usada en Suecia desde hace años, pero ahora se le ha sumado la función de pase sanitario COVID. Miles de suecos lo reemplazan por llaves, tarjetas de crédito o boletos de transporte público.

“El implante se puede leer con un dispositivo exterior, que puede ser el propio teléfono móvil inteligente con función NFC inalámbrica, así que puedo ir a un restaurante o al cine y pasar mi mano por el teléfono para que aparezca en la pantalla la reserva o la entrada de cine. Esto mismo puede hacerse con el pasaporte sanitario”, sostuvo al diario español ABC Hannes Sjoblad, máximo responsable de DSruptive Subdermals, quien lleva el chip implantado.

Los ingenieros informáticos suecos han diseñado un certificado sanitario que puede llevarse implantado bajo la piel. Foto: AFP

Los ingenieros informáticos suecos han diseñado un certificado sanitario que puede llevarse implantado bajo la piel. Foto: AFP

La misma empresa sueca creadora de este aparato realizó una prueba con su personal en 2015. Se les instaló el microchip a más de 100 empleados con el objetivo de que realicen operaciones que les permita usarlo y así comprobar sus novedosas funciones como comprar bebidas solo con un movimiento de la mano.

El objeto se inyecta con una jeringa de manera rápida y fácil en el pulgar o la mano, es reversible. “Es una forma rápida, cómoda y despreocupada de llevar encima siempre lo necesario”, sostiene Erik a Aftonbladet, un programador de 32 años.

“Creo que responde a mis necesidades mejor que otros formatos y que protege mi integridad y la confidencialidad de mis informaciones personales”, afirma otra portadora del microchip, Amanda Back, que vive en Estocolmo y es responsable de un espacio dedicado a las nuevas tecnologías.

Joven prueba su chip subcutáneo. Foto: AFP

Joven prueba su chip subcutáneo. Foto: AFP

“Un microchip implantado cuesta unos cien euros en el caso de las versiones más avanzadas, comparado con las pulseras inteligentes, que cuestan generalmente el doble, es mucho más económico. Además un implante puede durar 30 o 40 años, mientras que una pulsera dura 3 o 4 años”, dice Sjoblad.

El empresario cuestionó que aún haya personas que vean “con gran inquietud” estos implantes y que la consideren “como una tecnología de vigilancia”. Además, recuerda que no mucho tiempo atrás, ciudadanos se negaban también a usar una tarjeta bancaria para pagar un producto o servicio.

“Los microchips no tienen batería y no pueden transmitir señales por sí mismos, no pueden decir dónde te encuentras y solo se activan en contacto con un dispositivo”, asegura y defiende que su uso sea voluntario y que si alguien intentara hacerlo obligatorio, él se opondría.

Pese a que muchos ciudadanos europeos quisieran contar con uno de estos microchips, la empresa ha aclarado que no comercializa los implantes directamente al consumidor. Por el momento, su uso está dirigido a compañías o instituciones.

Dsruptive especifica que se trata de “implantes pasivos” y que no tiene control sobre la información de los usuarios.

“Hoy en día millones de personas utilizan dispositivos portátiles de registro para rastrear pulso, sueño, temperatura y muchos otros parámetros de la salud. Los werables son caros, frágiles y de vida corta por el desgaste, mientras que los implantes representan una alternativa segura, asequible y robusta”, finalizan.

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