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Espectáculos

Nidia Bermejo: ¿cuándo volvería al Perú y por qué siente mucha admiración por Puno?

Antes de mudarse a México, el rubro audiovisual peruano gozó de su talento: María Josefa en el teatro, Felícitas en la TV y Gabriela en el cine. ¿A qué se dedica ahora?

La actriz peruana migró al país azteca en 2019, cuando interpretaba a Felícitas en "De vuelta al barrio". Foto: composición de Jazmín Ceras/La República/archivo de Nidia Bermejo
La actriz peruana migró al país azteca en 2019, cuando interpretaba a Felícitas en "De vuelta al barrio". Foto: composición de Jazmín Ceras/La República/archivo de Nidia Bermejo

Nidia Bermejo sustituye “poco a poco” por “paso a paso”,  “tratar” por “encontrar”. Desde los 23 años —ahora tiene 43— destierra de su glosario íntimo cualquier salpicadura de indecisión: “Hay que dignificarse”, afirma. Digno, según la RAE, significa merecedor de algo: tal vez una carrera artística que se desplazó de Perú a México en 2019; tal vez una espiritualidad con audiolibros y ayahuasca; tal vez un picaflor-mascota. Tal vez solo la certeza de caminar bien, bajo sosiego. “Le pongo el valor que yo quiero a las cosas porque son especiales para mí”. 

Calcular la dosis de aprecio lo aprendió en la soledad de su niñez: “Mis hermanos ya eran muy grandes y ya no jugaban tanto conmigo. Recuerdo ver a mi familia mirando la tele en una habitación aparte y yo en el jardín chancando plantitas, jugando a la tiendita con envolturas de papel. Tenía muchos momentos mágicos entre las cortinas. Me acuerdo mucho dando vueltas entre las cortinas”. 

Y a los 6 años, como replicando a Calle 13 —uno de los grupos de su playlist— en la canción “Vamo’ a portarnos mal”, tomó su primer curso de teatro. “¡Suban el telón, abran las cortinas!”, entona René. 

 Izquierda: Nidia, de tres años. Derecha: Nidia, de seis años, junto con sus padres: Joaquín y Clorinda. Foto: archivo de Nidia Bermejo / composición de Álvaro Lozano / La República

Izquierda: Nidia, de tres años. Derecha: Nidia, de seis años, junto con sus padres: Joaquín y Clorinda. Foto: archivo de Nidia Bermejo / composición de Álvaro Lozano / La República

—¿Fue parte de la dinámica escolar o de un taller de verano?

—Fue un taller de verano en el trabajo de mi papá (...). Mi profesora se movía muy bonito y tenía una trenza muy larga. Pilar, creo que se llamaba (...). Ella nos mandó a traer ropas antiguas y nos las pusimos, usamos sombrero, guantes, perlas y cosas así. Dijo: “Uno piensa que el teatro es maravilloso, pero esto también es teatro. Ustedes ya están caracterizados para hacer teatro”. Y eso me abrió otro pensamiento.

Hacer teatro. Hacer teatro. Hacer teatro. El eco tras la afirmación de Pilar duró una década y, a los 16, aunque saldara con Medicina u Odontología la curiosidad de quienes le preguntaban qué carrera seguiría, optó por el arte: “Terminé el colegio y me metí al TUC (Teatro de la Universidad Católica)”.

Interpretó a María Josefa en “La cautiva” y a Gabriela en “La hora final”. Telones y cámaras. Dos escenarios que, aunque con diferente lenguaje de producción, compartían una temática histórica y, de paso, familiar para Nidia Bermejo: el terrorismo. El inicio y el remate de la época más lacerante del país. 

—¿Cómo te preparaste para tu papel en “La hora final”?

—Fue increíble porque estaba con tres finalistas y yo decía: “Es que me tienen que escoger porque yo estoy empapada de esto” (...). Cuando me escogieron yo estaba en el taxi y saltaba de alegría, y el taxista saltaba de alegría. No me conocía, pero me decía: “Qué bueno, qué bueno” (...). Para mí fue todo un sueño trabajar con Eduardo Mendoza porque yo lo considero como uno de los mejores directores que tenemos en Perú. Y fue un logro muy bonito para el momento que estaba viviendo porque ya me tocaba tener un personaje que conozca bien (...). Es una película a la que le tengo harto cariño, respeto.

El cariño y el respeto también los guarda para Puno, la ciudad cuna de Joaquín Bermejo Ramos y de Clorinda Pineda Calvo, sus padres. “Me fascina todo lo que hay por allá, me parece otro planeta”.

—¿Cuándo fue tu primera visita a Puno?

—Tenía seis años aproximadamente y conocí a la abuelita bailando en la calle (risas), porque allá la gente baila en la calle en épocas de carnaval. (...) Mi abuelita estaba de rompe y raja bailando con unos danzarines, y ese es el recuerdo más bonito que tengo. De ahí empezó a ser mágico porque había muchos estímulos artísticos: todos los tíos se disfrazaban, todos los tíos bailaban, todos los tíos pertenecían a un grupo de música… Mi mamá me pregunta de dónde he salido actriz, y yo digo: “¡Ay! ¿Cómo me dices eso si toda la familia es artista?”. 

La última vez que viajó a la Ciudad del Lago Sagrado fue en 2018, cuando asumió el papel de Mama Ocllo. Después decidió colgar el mandil de Felícitas en “De vuelta al barrio” y migrar a México. Inauguró así su lista de mudanzas: en Lima su único historial le pertenecía al jirón Noruega, en Cercado; en el país del chile, en cambio, transitó por la colonia Roma, Condesa, Escandón, Álamos y, hoy, Coyoacán. 

“He viajado mucho, pero nunca me había mudado. Entonces la sensación de mudanza para mí fue un viaje más. Y tengo la sensación de que voy a regresar a Perú. Entonces, es ampliar siempre el territorio. Estoy aquí, vivo aquí, pero estoy tan conectada con Perú que posiblemente regrese para un proyecto pronto”. 

—Sin embargo, ¿la posibilidad de volver a vivir en Perú no tiene fecha? ¿Te has planteado algún intervalo?

—No, la pandemia me ha revelado eso: que ya no puedo hacer planes a largo plazo. Este año sí pienso volver a Perú a fin de año y quedarme hasta los dos primeros meses del próximo (...). Continúo haciendo casting para series, para películas, incluso para publicidad.

Continúa, asimismo, nutriendo su currículo, su alma: de lunes a viernes, de 5 a 10 p. m., y los sábados, de 10 a. m. a 3 p .m., su agenda la ocupa el Programa de Perfeccionamiento Actoral (PPA) en el Conservatorio de Actuación. “Estamos haciendo Tennessee Williams y antes estuvimos haciendo Chejov con personajes que nunca me han dado. O sea, nunca hice de rusa, nunca hice de gringa de los 50, nunca, nunca (...). Y si el mundo es grande, tenemos que crecer respirando todo lo que nos da”, relata. 

—¿Consideras algún mantra o aforismo como el eje de tu vida?

—En el Programa de Perfeccionamiento Actoral nos están enseñando a tener un mantra cada día, por decirlo así, un mantra, una palabra, un lema. Siempre nos pregunta Diego del Río (director artístico) cómo vienes y cómo te vas (...). Creo que todos los días hay que crear un objetivo: hoy voy a aprender a escuchar, hoy voy a aprender a observar, hoy voy a aprender a amar, hoy voy a aprender a colaborar, hoy voy a aprender a recibir. 

—¿Cuál es la crisis más grande que has vivido hasta ahora en México?

—Pues mis crisis quizá son insignificantes para las verdaderas crisis que veo en las noticias, pero creo que vivir ahora de mis ahorros la podrían considerar crisis algunas personas (...). Pensé que iba a tener hijos a esta edad, pero no, no fue así. Y me siento super bien de que no haya sido así. Entonces me replanteo cada año: ¿en verdad quiero tener hijos?, ¿en verdad quiero casarme?, ¿en verdad quiero cumplir el estándar con las expectativas que las personas tienen para mí? 

 Nidia Bermejo recorre México en bicicleta. Foto: Instagram / composición de Álvaro Lozano / La República

Nidia Bermejo recorre México en bicicleta. Foto: Instagram / composición de Álvaro Lozano / La República

Y acerca de expectativas, la artista se ha ejercitado bastante: si bien su mayor alegría profesional fue ser la imagen simultánea en tres  pancartas —teatro, cine y televisión— en 2017, su mayor decepción —convertida luego en combustible— fue recibir noes: “Me acostumbré a recibir tantos que junté todos los personajes donde no había sido seleccionada, hice mi tarea de ver todas las películas o series donde no fui seleccionada y llegué a una conclusión: no estaba preparada para asumir ese proyecto en ningún sentido”.

 El crecimiento llegó con paciencia y se reforzó hace poco gracias a Pimpal, el ave que durante tres semanas se abrigó en su departamento para sanar con flores, insectos y azúcar, y luego partir: “El picaflor evolucionaba a pasos agigantados. Este animalito, que debe tener un cerebro chiquitito, se esforzaba, entrenaba, se estiraba todos los días para poder volar”. Nidia Bermejo, por ahora, surca la esfera mexicana y cuenta con una pista de aterrizaje siempre libre: Perú.

Correctora web y columnista del espacio Glosario azul en La República. Periodista piurana (Udep) con experiencia en el género argumentativo y narrativo, y en la docencia de la gramática española.