Alejandro Palomas: “Elegí la soledad para poder oírme”
El escritor español, premio Nadal 2018, habla de su novela “Una madre”, durante su paso por la FIL Lima 2019.
Por: María Morales Isla
La soledad, los secretos, las crisis personales, los problemas de la vida misma son los temas que recorre Una madre (Ed. Destino), del español Alejandro Palomas, escritor invitado a la FIL Lima 2019. Su novela, la primera de una trilogía, narra la cena de Nochevieja de Amalia y sus tres hijos: Emma, Silvia y Fer. Un encuentro donde los personajes se enfrentan a sí mismos.
Una madre tiene como eje la familia, ¿es mostrar sus oscuridades?
Cuando escribí Una madre no buscaba nada. Yo escribí Una madre porque me di cuenta de que llegaría el día en que mi madre no estaría. Empecé a tomar consciencia de eso. No hubo un planteamiento previo. Hubo simplemente humanidad. Yo intentaba dialogar con el dolor que me suponía a mí la pérdida de mi madre.
¿Surge como una función catártica?
Lo que pasa es que yo reflexiono mucho en el diván, cuando me analizo. Cuando escribo ya no reflexiono tanto, es más un monólogo interior, un fluir de la conciencia. Me dejo llevar totalmente. Hay una confianza en que el inconsciente va a hablar.
Una madre es una novela de pérdidas. ¿Hay una visión de la soledad?
Ahí se cuela mi vida personal. Escribe un hombre (Fer) que es solo, pero muy consciente de la propia soledad. Yo elegí la soledad para existir. Vivo solo en el campo, en una casa, con mi perro, en un sitio donde no hay nada. Elegí vivir solo para poder oírme.
¿También te permite llevar a los personajes al límite?
Mi forma de escribir es intensa emocionalmente. Mis personajes siempre están al límite de sí mismos. Yo los obligo mucho a mirarse. Creo que es la forma de sacar lo mejor y lo peor de cada uno. Es para que el lector los conozca de verdad. Me gusta que haya una relación íntima entre el lector y los personajes, que el lector forme parte de la novela.
Por eso, el uso de diálogos.
Es la única manera de que tú estés como escuchando, como si tuvieras alguien al lado, pero llega un momento en que no puedes evitar intervenir. Entonces, ya estás dentro. Me gusta escribir diálogos y es lo que más fácil me sale.
Pero cuando hablas del dolor, como el caso de Emma, tomas distancia...
Es el momento en que yo necesito la distancia, porque Emma es un arquetipo especial. Emma hubiera sido capaz de ser así hasta el final de sus días. Todos los días yendo a ese sitio, sin decir nada a nadie. No hay un puente a ninguna parte, hasta que la descubre y se acabó. Cuando dices una verdad ya no puedes volver. Cuando Amalia ve a Emma, prácticamente no la ve, pero se da cuenta de lo que está pasando su hija, se reordena como madre. Allí ves a una Amalia totalmente distinta.
Todo ocurre en un día. ¿Hay una idea del encierro?
Sí. Juego con espacios y umbrales de tiempo muy acotados. En esta son 12 horas. No los dejo salir de un sitio, soy muy dramático al escribir. Cuando escribo siempre pienso en teatro. Yo los veo desde arriba, como en un escenario, los controlo. Yo quiero que reboten contra la pared los unos con los otros. Eso a la hora de llevar al teatro, que estamos en ello, es fácil. No quiero que escapen a ninguna parte.
El humor intensifica , pero también agiliza la novela
Uno de los miedos que tuve cuando terminé esta novela fue lo del sentido del humor. Uno cree que tiene un sentido del humor muy especial, pero no. De pronto, la novela empezó a funcionar muy bien en España por eso. Entienden mi sentido del humor e hizo que tenga éxito.
Abismos interiores
Amalia empieza a vivir, tras la separación. Su actitud se extiende hacia los demás personajes…
Se extiende a partir de ella, que les hace de espejo. Se miran en ella y ven esa intensidad que los pone nerviosos, pero que a la vez les está enseñando. Ella está viviendo su vida. Son ellos los que no lo aprovechan. Tiene que ver también con que ella es una mujer muy mayor. A mí me sirven mucho los personajes mayores, porque les saco eso, ya he vivido, me queda poco tiempo de vida, qué hago con lo que me queda. Los pongo en una situación de un tiempo corto, pero ella también ve que le queda poco tiempo. Hay dos prisas distintas.
¿Escritura psicoanalítica?
Sí. Soy un escritor de esa vía. Me gusta presentar personas que parecen una cosa y luego ir destapando, yendo hacia abajo, no hacia atrás. ¿Qué hay en las aguas? Estamos circulando en una capa de hielo. Luego, debajo de esa capa vemos a alguien que está patinando, pero hacia abajo. Es él, pero es su cara “b”. Esa cara está hundida en unas aguas frías, que es a lo que quiero llegar. Es llegar hasta el fondo, cueste lo que cueste.
Una madre de Alejandro Palomas.