Elecciones 2026: incertidumbre política amenaza la recuperación económica del Perú, según expertos
Desde el Observatorio Económico, Financiero y Social advierten que la fragmentación política, el ruido electoral y la desconfianza fiscal podrían frenar el crecimiento económico a solo 2,5% en 2026. Inversión, empleo y tipo de cambio ya muestran señales de tensión.
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A poco más de un año de las elecciones generales de 2026, el panorama político y económico que se vislumbra para el Perú está lejos de ser claro o estable. Según José Luis Nolazco, investigador del Observatorio Económico, Financiero y Social (EFS) de la Universidad de Lima, más allá de quién logre llegar a la presidencia, lo más probable es que se configure un Congreso profundamente polarizado y fragmentado, dificultando la implementación de cualquier hoja de ruta del Ejecutivo.
“Vamos a tener un Congreso bastante polarizado”, advierte Nolazco, al referirse al nuevo esquema bicameral que se aplicará en los próximos comicios.
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Con más de 40 candidatos en carrera, estima que el próximo o la próxima presidenta difícilmente contará con una mayoría sólida en el Legislativo, lo cual comprometería la viabilidad de sus políticas públicas.
A este escenario se suma un cambio institucional de alto impacto: será el Senado el encargado de definir quién asumirá cargos clave en el directorio del Banco Central de Reserva. Para Nolazco, esto implica un riesgo adicional para la continuidad y coherencia de la política económica, ya que dependerá en gran medida de la posibilidad de que Ejecutivo y Congreso compartan una visión económica común y logren formar alianzas.
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“Las medidas de política económica enfrentan un riesgo independientemente de quién va a ser elegido”, sostiene, y advierte que aún no existen hojas de ruta claras sobre lo que los candidatos plantearán para el país. Sin embargo, identifica tres temas que inevitablemente estarán en la agenda: el sistema de pensiones, la inseguridad ciudadana y el fomento a la inversión.
Desaceleración del crecimiento para 2026
Los últimos reportes del Observatorio EFS y del Fondo Monetario Internacional (FMI), que alertan sobre el impacto de la incertidumbre política local y la volatilidad global sobre las decisiones de inversión, consumo y empleo.
Y es que el crecimiento moderado pero sostenido del país “podría verse afectado según cómo entremos en la etapa preelectoral y la propia campaña”, advierte Julio del Castillo, responsable del Observatorio EFS, a este diario.
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Por ello, desde el observatorio proyectan un crecimiento del 3,5% para 2025, pero una desaceleración hacia el 2,5% —o, en el mejor de los casos, 3%— para 2026.
En cuanto al manejo económico actual, Nolazco es crítico respecto a cómo se ha manejado la credibilidad fiscal desde hace dos años. “Creo que ha habido un mal manejo desde el 2023 en las medidas y la forma de comunicar respecto al cumplimiento o no de la regla fiscal”, afirma.
Rememora que en contextos extraordinarios como la pandemia de 2020, el incumplimiento de la regla fiscal fue comunicado con claridad como una respuesta de emergencia. Sin embargo, en 2023 —pese a la recesión— no se explicó con la misma transparencia. Esto, señala, ha dañado la credibilidad fiscal del país, generando ruido incluso frente a medidas que podrían estar justificadas.
Sobre la permanencia del actual ministro de Economía, Raúl Pérez Reyes, en el cargo, Nolazco es escéptico pero evita emitir un juicio definitivo. “No es culpa de él, creo que es culpa del propio gobierno. Fomentan la inversión pero no terminan de cerrar el círculo, generando inestabilidad”, señala, en alusión a la volatilidad política que ya ha marcado a las últimas gestiones ministeriales.

Debate presidencial del año 2021. Foto: Agencia Anadolu
Elecciones que mueven el mercado
Las campañas electorales en el Perú suelen generar picos de volatilidad en variables clave como el tipo de cambio, el índice general de la Bolsa de Valores de Lima (BVL) y el riesgo país (EMBI). Estos efectos, conocidos como “efecto día de las elecciones”, reflejan la sensibilidad de los inversionistas ante la orientación económica de los candidatos.
“El país ha procurado ubicarse en posiciones medias. Solo hacia finales de este año podremos identificar con mayor claridad las posturas económicas de los principales aspirantes”, comenta el también magíster en Finanzas.
Durante las elecciones del 2021, el tipo de cambio superó los S/4,10 y tardó varias semanas en estabilizarse, afectando la capacidad de planificación financiera de miles de empresas que operan en soles y dólares. Si los candidatos de 2026 son percibidos como alejados del statu quo o poco predecibles, ese impacto podría repetirse o incluso amplificarse.
“Hacia fines de este año vamos a poder identificar con mayor claridad las posiciones de los candidatos”, señala del Castillo. Por ahora, se observa una división entre propuestas “más pro-mercado” y otras con un enfoque menos orientado al mercado, pero sin extremos evidentes.
Más allá del ruido financiero inmediato, lo más relevante es el efecto prolongado sobre las expectativas. A diferencia del tipo de cambio o el índice bursátil, que reaccionan en tiempo real, las decisiones de inversión empresarial se ajustan con rezago, una vez procesadas las señales del entorno.
Las expectativas pueden demorar hasta dos trimestres en normalizarse, y durante ese tiempo muchas empresas postergan decisiones clave de contratación o expansión, según detalla el informe del Observatorio.
Ausentismo y apatía en las urnas
Una de las señales más preocupantes para los analistas no proviene de los mercados, sino de las urnas. Desde 2006, el ausentismo electoral no ha dejado de aumentar. En las elecciones generales de 2021, alcanzó cerca del 30% en primera vuelta y 25 % en la segunda, según datos de la ONPE.
Todo indica que estas cifras podrían ser aún mayores en 2026. ¿La razón? Una combinación de apatía, fragmentación social y erosión de la confianza en el sistema político.
Esta desvinculación no sólo debilita la legitimidad de los futuros gobiernos, sino que también alimenta la incertidumbre del mercado ante la posibilidad de una elección impredecible o de perfiles presidenciales disruptivos.

Ausentismo electoral desde el 2006. Fuente: Observatorio Económico, Financiero y Social de la Universidad de Lima
Riesgos internacionales
A este panorama interno se suman vientos cruzados del escenario global. El FMI acaba de revisar a la baja su proyección de crecimiento mundial: de 3,3% a 2,8% para 2025 y de 3,3% a 3% para 2026. Las razones: un posible escalamiento de las tensiones comerciales, tasas de interés elevadas por más tiempo, volatilidad cambiaria y mayor polarización social en varias economías desarrolladas.
En las últimas semanas, algunos acuerdos entre potencias (como EE.UU.-China y EE.UU.-Reino Unido) han ayudado a moderar el pesimismo, y los precios de materias primas claves para el Perú como el cobre (que subió de USD/lb. 3,80 a 4,36) o el petróleo (estabilizado en US$/barril 62) han dado cierto respiro. Sin embargo, la situación sigue siendo volátil y altamente sensible a cambios políticos.
En ese contexto, sectores como el agroexportador y el textil se encuentran en la mira. El arancel del 10% impuesto por EE.UU. afecta directamente a productos peruanos como uvas, espárragos y frutas que compiten con países exentos (México, Canadá). A pesar de las ventajas estacionales de productos como los arándanos, la recomendación del Observatorio es clara: acelerar la diversificación de mercados hacia destinos como India, Alemania y Canadá.
¿Hacia dónde se inclinaría la balanza en 2026?
Aunque el Perú ha demostrado capacidad de recuperación y un entorno macroeconómico relativamente ordenado, los informes coinciden en que el mayor riesgo para el próximo año podría ser interno. La combinación de elecciones polarizadas, descontento social y expectativas frágiles puede convertirse en un obstáculo para sostener el crecimiento.
Para 2025 se espera un crecimiento del 3,3%, pero para 2026 las proyecciones oscilan entre 2,5% y 3%, dependiendo de la evolución del entorno internacional y, sobre todo, de las señales que emita la política local.
En otras palabras, el desempeño económico del Perú en 2026 ya no dependerá solo de la minería o las exportaciones, sino también —y de manera crítica— de la confianza que el sistema político logre recuperar antes de las urnas.




















