Por el lado del Ejecutivo es donde el estrés se manifiesta primero y causa mayores estragos. Ciertamente, me refiero a hechos recientes, como el largo e irresuelto conflicto minero en Tía María, pero no olvidemos fallas anteriores y mayores de conducción que han ido agotando la capacidad directiva de la “pareja presidencial”. Primero, en las relaciones con el Congreso, cuyo peso político se ha acentuado en desmedro del Ejecutivo y donde el oficialismo está a punto de perder su presidencia. Segundo, algo hace que los premieres se quemen políticamente tan rápido. Son coordinadores de un gabinete que no coordinan y cabezas nominales de una entidad que contiene un órgano de inteligencia que recibe órdenes superiores. Los constantes reemplazos, en realidad, reflejan el estilo perverso de gobierno de la propia “pareja presidencial”, que les quita piso y luego los deja caer. A esos dos factores se suma, para empeorar las cosas, uno tercero: las fallas de manejo económico y monetario de quienes fueran sus funcionarios estrella, las cabezas del MEF y el BCRP. No han prevenido ni podido manejar, a pesar de ser “mejores economistas”, el shock externo. Lo interesante es que la “pareja presidencial” se aferra a ellos y parece creerles lo que le dicen, que todo irá mejor, que se trata de hipos o situaciones superables. Pero mientras tanto ambas entidades se distancian e incluso critican mutuamente. EL MEF critica al BCRP por no prevenir el alza del dólar y la pérdida de reservas, mientras el BCRP increpa al MEF no haber estimulado mejor la inversión. En medio de estas tensiones económicas, la SUNAT, entidad clave en lo fiscal, está a punto de cambiar de cabeza y acaban de despedir abruptamente a sus mejores asesores tributarios. Finalmente, y para terminar, aumenta el descontento social y comienza a desbordar las localidades o regiones donde se origina. Actúan todavía no logran mayor convergencia, ni tienen gran apoyo popular, vemos que comienzan a articularse pueblos agrarios afectados por la minería, sindicatos y movimientos juveniles, adquiriendo (como se comienza a ver en el sur) una dimensión mayor que antes no existía.