Nicanor de la Fuente Sifuentes, Nixa, el poeta eterno
Antenor Orrego, el descubridor de Vallejo, señaló que Nixa estaba llamado a una tarea trascendente dentro de la poesía latinoamericana y que su obra sería tan aplaudida como vilipendiada.

Escribe: Eduardo González Viaña
En diciembre de 1999, Mirko Lauer visitó Chiclayo y conversó con Nicanor de la Fuente Sifuentes (Nixa), el poeta peruano más añejo del siglo XX.
Se trataba de una investigación académica sobre el modernismo y sería publicada por la revista Hueso Húmero. Nicanor había sorprendido a Mirko con lo que él llamaba “una irreverencia amable”.
Ocho años después, también yo visité a Nixa, quien había comenzado a ser el poeta peruano más viejo del siglo XXI. Nicanor de la Fuente (San José, Pacasmayo, 16 de septiembre de 1902 – Chiclayo, 15 de marzo de 2009), estaba por cumplir 105 años en el 2007 cuando fui a su casa en Chiclayo. Antes de entrar, divisé en la placita colindante una pequeña estatua suya erigida por el municipio.
Mi primera intención fue preguntarle cuál era el secreto de su jubilosa longevidad. Pero no lo hice y hablamos más bien de su poesía y de sus andanzas.
Nixa ha sido siempre un hombre de vanguardia, tanto en su obra literaria como en su actitud de vida. Su libro Las barajas y los dados del alba (1938) fue una revelación y un tren impetuoso que arrollaba los cánones de lo tradicional y llevaba por los caminos una nueva, fresca y despeinada poesía.
Hombre de su época, con el corazón puesto en la izquierda, participó en las luchas anarquistas de comienzos del siglo XX. Luego concurriría a la fundación del Partido Socialista de José Carlos Mariátegui y, por fin, al establecimiento del APRA con Haya de la Torre.
Persecuciones y cárceles por razón de sus ideas han menudeado sobre él. Pero nada lo hizo cambiar, ni siquiera el tiempo que pasó encerrado en el penal del Sexto durante la dictadura de Odría.
-Hola, paisano -dijo al verme llegar. Estaba al día de mis modestas publicaciones-. Es un honor que hagas una parada y vengas a visitar a este viejo amigo.
Una gentil periodista chiclayana, Tatta Torres (quien fallecería poco después), preparó la visita. Antes de llegar a la casa, le pregunté a ella en qué estado de salud se hallaba el poeta.
-Nunca he visto un viejo tan guapo -fue su respuesta.
Mis artículos son solo periodísticos y no tratan de hacer crítica literaria. En el presente caso, se trata de una celebración de la actividad y el genio de un hombre. Antenor Orrego, el descubridor de Vallejo, señaló que Nixa estaba llamado a una tarea trascendente dentro de la poesía latinoamericana y que su obra sería tan aplaudida como vilipendiada.
Recuerdo algunos versos suyos y debo confesar que al leerlos siempre me aflora la risa:
“Para evitar incendios
en la caseta del escándalo
se suplica al público
no tocar los
BOTONES ELÉCTRICOS DE LOS SENOS.
Los relojes
desde lo alto de las torres
con los brazos cruzados sobre el tiempo
vigilan los pasos de las horas,
PERTENECEN A LA POLICÍA SECRETA NACIONAL...
también
denuncian los complots comunistas de la vida...
hacen confinar beligerancias
proletarias
y deportar ideas...”.
-¿Cuál es tu secreto, Nixa? —le pregunto.
-Las mujeres.
No me sorprende. Ese mismo año, le había propuesto matrimonio a una señora viuda como él, aunque medio siglo menor.
-También podríamos ser compañeros sentimentales —le susurró al oído.
-¿Estás loco, Nixa? —respondió la dama—. Acabo de llorar a mi marido y ¿quieres que dentro de diez años te llore a ti?
Guardo el honor y el asombro agradecido al recordar que mi novela Vallejo en los infiernos (2007) fue prologada nada menos que por un amigo personal de Vallejo.
“He leído la novela y me he sentido de vuelta en esos asombrosos tiempos que también a mí por suerte me tocó vivir.
Gracias, César Vallejo, por habernos dado tanta poesía que nos hace temblar y soñar. Gracias, Eduardo, porque con tu libro seguiremos soñando y temblando por todo lo que dure este misterio”.
Me apresuro a terminar esta nota porque ya me he perdido en el tiempo y nadie me ha hablado hoy día de Nixa. Supongo que, vivo o difunto, debe de estar escribiendo su artículo cotidiano para La Industria de Chiclayo o creando poesía irreverente allá en las nubes o donde le toque.


















