Documental sobre una masacre: “Uyariy” de Javier Corcuera
Obra maestra de Javier Corcuera, Uyariy, estrenada en agosto último en Juliaca y ovacionada en la última edición del Festival de Cine de Lima, debe ser vista y discutida para entender no solo nuestros últimos conflictos sociales, sino igualmente un reclamo no atendido de la población: la falta de justicia.
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El pasado sábado 9 de agosto, en Juliaca, el cineasta peruano Javier Corcuera estrenó su última película documental: Uyariy. La República estuvo presente en aquella ocasión. Esa función estuvo dedicada a los familiares de las víctimas y heridos de la masacre de peruanos acaecida a finales de 2022 e inicios de 2023. El contexto no era otro que la llegada a Palacio de la hoy expresidenta Dina Boluarte tras la destitución de Pedro Castillo. Miles de peruanos del sur se levantaron para exigir nuevas elecciones y las fuerzas del orden pusieron de manifiesto toda su logística represiva. El desenlace: murieron 50 ciudadanos, entre niños y adolescentes. A este número se suman más víctimas mortales no relacionadas directamente con el referido conflicto. En total, murieron, en el periodo de tiempo indicado, 61 personas.
Ese mismo documental estuvo programado para los días de cierre de la última edición del Festival de Cine de Lima, llevado a cabo también en agosto. Cientos aplaudieron de pie el documental. Fue, sin duda, un acontecimiento. Uyariy (escuchar en quechua) no solo revelaba, una vez más, el oficio de Javier Corcuera para contar historias reales e incómodas. No es nada poco. Una de las reglas de la narrativa, en cualquiera de sus registros, indica que debe haber una distancia de tiempo para abordar un hecho histórico y más si este está teñido de sangre (hay que aterrizar la impresión y macerar la intención de denuncia). La distancia es necesaria, pero más importante es el enfoque del proyecto. Contados cineastas lo consiguen y el enfoque de Corcuera, bajo la extraordinaria fotografía de Mariano Agudo, fue conducir la narración mediante los testimonios de los familiares. La poca distancia de tiempo, se deduce, no fue problema para Corcuera.

La música, la otra protagonista de "Uyariy". Imagen: Difusión.
Uyariy comienza con imágenes de archivo de lo que fueron los días iniciales de las protestas. Las imágenes no nos sitúan en una ciudad específica del interior, pero de a pocos, el carácter de Uyariy se canaliza hacia lo que pasó en Juliaca el 9 de enero de 2023. Ese día fueron asesinadas 18 personas. Cuando Corcuera se enteró de lo que sucedió ese fatídico día, decidió que debía contar esa historia. Esta es una de las razones de la urgencia que plantea Uyariy, pero la misma no es la base de la configuración formal (de haber sido así, no estaríamos hablando de un documental sólido, sino de un trabajo marcado por las buenas intenciones), sino su espíritu. Uyariy existe porque quiere denunciar una injusticia y ser igualmente un testimonio de lo que es: gran cine.
Madres, padres y hermanos cuentan el dolor por la pérdida del ser querido. Esos testimonios, que vienen con música (marca de la poética de Corcuera), más los escenarios de Juliaca y Puno, nos llevan a un tramo de Uyariy que se debe subrayar: la historia de la rebelión de Huancho-Lima en 1923, la cual guarda estrecha relación, en cuanto a intención de reclamo (una buena educación, a saber), con lo que pasó en Juliaca el 9/1/2023. Es decir, 100 años después.
Uyariy es una obra maestra. Formalmente, asistimos a pinceladas gracias a la fotografía y la música (a cargo de Edith Ramos); y su contenido de denuncia, está marcado por la poesía. Pensemos en Dominga Hancco, quien canta una canción de su autoría, “Lágrimas de madre”, por su hija asesinada. Si otra lectura le podemos dar a Uyariy, esta sería un llamado a la justicia. Lo que falta en Perú, en el mundo. Vale la pena buscar en plataformas Uyariy.























