Un megatsunami de 200 metros fue captado por satélites: sus ondas sísmicas recorrieron el mundo durante 9 días
Una ola gigantesca se levantó en Groenlandia tras el colapso de una montaña, desencadenando un fenómeno inusual que fue registrado por satélites y sismógrafos en todo el mundo.
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En las costas de Groenlandia, una señal inusual comenzó a aparecer de forma simultánea en los sismógrafos repartidos por todo el planeta en septiembre de 2023. No se trataba de un terremoto, ya que el pulso era lento, regular y persistente, y se mantuvo activo durante nueve días completos.
El registro mostraba un ritmo constante, con picos que subían y bajaban cada 92 segundos. La vibración era demasiado débil para que las personas la sintieran, pero lo suficientemente potente como para hacer oscilar el lecho rocoso desde Alaska hasta Australia. Ningún terremoto convencional se comporta de ese modo, lo que obligó a los investigadores a buscar otra explicación.

A medida que el clima se calienta, los derrumbes glaciares se volverán más comunes y podrían convertirse en un riesgo Foto: IStock
El origen estaba en un fiordo remoto de Groenlandia
Las pistas condujeron al fiordo Dickson, un estrecho corredor de agua rodeado por acantilados de más de 900 metros de altura. Imágenes satelitales recientes revelaron una cicatriz fresca en una de las laderas: una enorme porción de montaña había desaparecido. Algo colosal había impactado el agua y puesto en movimiento todo el fiordo.

Imagen obtenida por el satélite Sentinel-2 en el fiordo Dickson con medidor de deslizamiento de rocas. Foto: Nature
El 16 de septiembre de 2023, más de 25 millones de metros cúbicos de roca y hielo se desprendieron y cayeron de golpe en el fiordo. El volumen fue tal que bastaría para llenar 10.000 piscinas olímpicas. El impacto levantó un megatsunami de aproximadamente 200 metros de altura, una de las olas más grandes jamás registradas, según el estudio publicado en Nature.
La ola recorrió el fiordo, chocó contra un promontorio y regresó con fuerza, causando daños valorados en unos 200.000 dólares en una estación científica deshabitada en la isla Ella. Pero el episodio no terminó con el paso inicial de la ola.
Un fiordo que comenzó a “latir”
Tras el impacto, el agua quedó atrapada entre las paredes rocosas y empezó a oscilar de un lado a otro, un fenómeno conocido como seiche. Modelos computacionales mostraron que la superficie del fiordo subía y bajaba decenas de metros de forma rítmica, como si un pistón gigante presionara repetidamente el fondo marino.

Megatsunami con mediciones de la altura de la superficie del mar observadas de la ola que sacudió la Tierra. Foto: Nature
Esa oscilación sostenida fue la responsable de la señal sísmica global. A diferencia de los terremotos, que producen registros caóticos y breves, los sismógrafos captaron picos suaves, regulares y casi inalterables durante más de una semana. Aunque los modelos discrepan sobre la altura exacta de la oscilación —entre 8 y 30 metros—, todos coinciden en el origen: una ola generada por un deslizamiento masivo, no por actividad tectónica.
“Cuando nos embarcamos en esta aventura científica, todo el mundo estaba desconcertado y nadie tenía la menor idea de qué causaba esta señal”, dijo Kristian Svennevig del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia.
Un rompecabezas científico internacional
El extraño evento movilizó a más de 70 científicos de 41 instituciones. Equipos de campo documentaron nuevas marcas en los acantilados, mientras supercomputadoras recreaban la trayectoria del derrumbe y la respuesta del fiordo. La combinación de observaciones sísmicas, imágenes satelitales y simulaciones numéricas permitió reconstruir el fenómeno con un nivel de detalle inédito.
Los investigadores subrayan que el calentamiento global jugó un papel clave. El hielo glaciar que antes sostenía la ladera se ha ido debilitando por el aumento de la temperatura del aire y del océano, elevando el riesgo de colapsos similares. Un episodio comparable ya ocurrió en 2017 en el fiordo Karrat, donde un tsunami causó víctimas mortales.
Satélites clave para detectar riesgos futuros
El estudio también demuestra el valor de los satélites de nueva generación. A diferencia de los sistemas tradicionales, la misión SWOT puede mapear amplias franjas de agua con gran resolución, lo que permite observar procesos extremos incluso en regiones remotas como los fiordos árticos.
El fiordo Dickson se encuentra cerca de rutas turísticas de cruceros. Aunque no había embarcaciones en la zona cuando ocurrió el megatsunami, el evento refuerza la necesidad de sistemas de alerta temprana que integren datos satelitales y sísmicos en tiempo real. Incluso los rincones más silenciosos del planeta, advierten los científicos, pueden esconder fuerzas capaces de hacer vibrar la Tierra entera.





















