Misterio y drama . Este domingo llega a los lectores de La República una de las películas más aplaudidas de Francisco Lombardi, protagonizada por José Luis Ruiz. Esto será posible gracias al ciclo Nuestro Cine y al increíble precio de S/.2,50., Federico de Cárdenas. Tercera colaboración de Francisco Lombardi con Augusto Cabada, con quien trabajó en los guiones de Caídos del cielo y Sin compasión. En sus inicios, la historia fue pensada como la adaptación de una novela de Jim Thompson –uno de los clásicos de la novela de serie negra–, pero el proyecto debió ser abandonado rápidamente al comprobarse que los derechos exigidos superaban cualquier posibilidad. Una apretada síntesis sería como sigue: cuatro terribles crímenes atemorizan Palle, tranquilo pueblo del norte. Crímenes cuya característica es la decapitación de las víctimas en algún salvaje ritual y la desaparición de sus cuerpos. El capitán Percy Corso (José Luis Ruiz) emprende la investigación y así conoce a Marina Castro (Ana Risueño), médica patóloga del hospital regional educada en España. Una relación surge entre ambos. Corso es presionado para resolver el caso por el alcalde de Palle (Jorge Rodríguez Paz), cuyo hijo Gino (Diego Bertie) es el abusivo donjuán local. Corso sospecha de Catalino Pinto (Gianfranco Brero), un arqueólogo experto en cultura Moche, a quien hace detener. Gino comienza a cortejar a María y Corso siente que los acontecimientos lo sobrepasan. La trama tiene la estructura clásica de las historias de asesino serial. En este caso, una serie de muertes que reproducen el ritual moche del Degollador, tal como se encuentra ilustrado en los murales de Túcume (transformado en Palle). Hay además un policía encargado de la investigación, un supuesto criminal y una mujer que atrae conflictos. Y en torno a ellos las presiones de la pasión, el poder local y la violencia. La cinta de abre y cierra en un presente que es posterior a los hechos narrados, intercalándose en el medio un amplio “flash-back” que corresponde a lo esencial de la historia. Acaso lo primero que hay que destacar es la habilidad del guionista para trenzar un pasado de violencia milenaria y un presente no menos violento. Es la mezcla de belleza y horror que está en la base de la historia. Hemos hablado de la referencia a Thompson en la primera fase del guión y la mención no es gratuita. Como ocurre a menudo en este maestro del policial estamos en un ambiente aparentemente tranquilo (muy bien aprovechado el paisaje urbano y rural costeño), cuya calma es alterada por hechos de insólita violencia. En torno a ellos, Lombardi desarrolla su habitual cine de personajes, logrando un parejo rendimiento de los actores, protagonistas o secundarios, con momentos estupendos de José Luis Ruiz (Corso), la española Ana Risueño, sin duda el personaje más libre y desconcertante de la historia (lo que queda explicado por su diferente background cultural) y un Diego Bertie a contracorriente de sus roles de galán. Pero habría que citarlos a todos: a Jorge Rodríguez Paz (en la línea de personajes con autoridad personal o social que ha hecho para Lombardi), a Gianfranco Brero (premiado en San Sebastián), al fallecido Gilberto Torres, etc. Hay novedades en la puesta en escena, que por primera vez trabaja espacios abiertos, a tono con una historia en la que los seguimientos y cruces de los personajes exigen recorridos y desplazamientos (aunque sean vistos con la cámara mirando desde el parabrisas de la camioneta). Y luego está su tratamiento franco y desenfadado del erotismo, con momentos de entrega física de los protagonistas (en especial la pareja central) que figuran entre los mejores del cine peruano, en un terreno en el que siempre ha fallado. También, y este es otro logro alcanzado, observamos igual soltura en las secuencias que enfrentan a dos o tres personajes en situaciones violentas o íntimas (una especialidad del cineasta tacneño) y las secuencias colectivas: la fiesta nocturna en Palle (con el diálogo entre Corso y el sargento) y luego el descubrimiento hecho por Corso del cortejo de Gino a Marina) es de lo mejor de Bajo la piel, pues integra el drama individual en el festejo colectivo. La figura que define la cinta es la del laberinto (plasmada en la secuencia de la visita a Túcume). Como en el viejo recinto moche, los protagonistas dan vueltas a ciegas sobre una realidad de violencia cuya investigación no remite a una verdad (hay un triunfo del mal que coincide con otros thrillers, pero también con tantos crímenes sin explicación ni castigo en el Perú de los años de guerra interna), tal como muestra la notable secuencia final. Habría mucho más que decir de Bajo la piel, pero hemos de concluir. No sin antes afirmar que, con La boca del lobo, estamos ante el mejor trabajo de Francisco Lombardi, una cinta de visión imprescindible. Lista de películas peruanas Bajo la piel. Francisco Lombardi (domingo 9 de diciembre). Paloma de papel. Fabrizio Aguilar (domingo 16 de diciembre). Alias la gringa. Alberto “Chicho” Durant (domingo 23 de diciembre).