El cine peruano se puso de moda. Filme dirigido por Javier Fuentes-León llega este domingo a los lectores de ‘La República’ a solo S/2.50. La historia cuenta con: Manolo Cardona, Tatiana Astengo y Cristian Mercado., Federico de Cárdenas/ La historia, con guión del propio Javier Fuentes-León, ocurre en un puerto de pescadores del norte, un lugar donde todos se conocen, pequeño, creyente y que practica el ritual de “ofrecer” a sus muertos y sepultarlos en el mar. Allí encontramos al pescador Miguel (Cristian Mercado) y su esposa Mariela (Tatiana Astengo), recién casados y en espera de su primer hijo. Miguel está enamorado de Mariela, pero a la vez tiene ua relación clandestina con Santiago (Manolo Cardona), un pintor llegado al puerto. Cuando Santiago es víctima de un accidente, se le “aparece” a Miguel. Al mismo tiempo se descubren retratos de Santiago desnudo hechos por el pintor, los que desatan las habladurías del vecindario. La trama El filme llega este domingo a los lectores de La República a solo S/. 2,50 como parte de la colección El cine peruano se puso de moda, que que iniciamos hace dos semanas con la entrega de Madeinusa. La película es, en lo fundamental, la historia de un proceso de toma de conciencia en el cual el protagonista, Miguel, deberá aceptarse tal cual es y lograr no solo eso, sino que lo acepten su mujer y quienes lo rodean, lo que requiere de una dosis de coraje para vencer los prejuicios y superar el tabú que acompaña a una relación que la pequeña comunidad rechaza. Enunciada así, la propuesta de Javier Fuentes-León parece demostrativa y didáctica, cuando es exactamente lo contrario, pues el realizador escapa a todo reduccionismo por su matizado planteamiento de los sucesivos conflictos entre los personajes, debidamente asumidos gracias a una dirección de actores en que destaca muchísimo la madurez de Tatiana Astengo –formidable en su rol de esposa enamorada y engañada– y sobre todo la habilidad con que Cristian Mercado logra encarnar a alguien que vive dos pasiones con similar intensidad, pero que no logra resolver el dilema entre una vida hogareña y la arriesgada vida de clandestinidad y secreto que comparte con Santiago. Convence algo menos Manolo Cardona, cuyo Santiago es por momentos demasiado consciente. Pero las virtudes de esta cinta no se limitan a una adecuada química de actores, pues el realizador trabaja un clasicismo seguro que se traduce en una incorporación del paisaje y sus distintos elementos –el mar, la costa, el clima veraniego– a las necesidades de la historia, cuyos personajes confrontan sus sentimientos con la geografía de una especie de territorio mágico en el que lo inexplicable y lo esotérico ocupan su lugar sin provocar rupturas en el relato. Así ocurre con la desaparición de Santiago (una elipsis radical que debe ser completada por el espectador) y con sus reapariciones, para las que Fuentes-León se vale del mismo recurso empleado anteriormente en Doña Flor y sus dos maridos, es decir que el personaje –en este caso preso en el limbo por no haber sido sepultado– solo sea visto por Miguel y no por los otros. El recurso no es gratuito: sirve para contraponer lo secreto y lo público en la relación y marcar el inicio de la evolución del protagonista. Con habilidad y conocimiento del cine, el realizador trabaja un relato que persuade sin necesidad de estridencias. No estamos ante una tragedia, pues la cinta utiliza una variación de la figura del triángulo amoroso –base de tantos dramas y melodramas- para modular un relato que alcanza un tono sobrio y contenido, que en sus mejores momentos se mueve en una atinada relación con su entorno y en el que los sentimientos, intensos o amortiguados, se expresan con gran pudor. De ahí deriva su universalidad, que logra tocar a los más diversos públicos. Cualesquiera que sean los desafíos que Javier Fuentes-León enfrente en su futuro, Contracorriente quedará en su naciente obra como una apreciable carta de presentación. Contracorriente Dirección y guión. Javier Fuentes-León. Reparto. Tatiana Astengo, Manolo Cardona y Cristian Mercado