Con ‘El arte del asesinato político’ quedé enganchado por la capacidad narrativa de Francisco Goldman, su rigurosidad y nervio. Se trataba de la crónica de uno de los asesinatos más escandalosos desde el fin de la guerra civil en Guatemala: el del obispo y coordinador de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, Juan Gerardi. Y esta semana un lado muy distinto de Goldman es el que me mantuvo en vilo: su melancolía. El desorden, la desnudez y el auténtico deseo de darle sentido a la vida, al tiempo y a las cosas, empañadas todas del duelo por la muerte de su esposa Aura, son la arteria por la que Goldman nos lleva en un recorrido por el México DF –por ratos teñido de surrealismo– como solo un hombre que habita su inmensidad a fondo, con la mirada atenta, aunque con la distancia perenne del extranjero, lo puede hacer. Lleva el título de uno de los poemas de Efraín Huerta; el que, precisamente, habla de amor, muerte, pérdida y un recorrido por las calles del DF: “Circuito interior”. El Circuito interior de Goldman es todo eso y también una aproximación al complejo entramado político y social mexicano, el paradigma de la violencia, la religiosidad, la fiesta, el aventurarse a conducir por sus avenidas con la consciencia tomada por la adrenalina (casi como se hace en Lima, digamos) y el fantasma de Aura en todo. El DF es una de las ciudades más fascinantes del mundo y recorrerla con Goldman, lejos de la frivolidad de la mirada de postal con que suelen contentarse sus visitantes, es una experiencia que le hace justicia.