
Cada mañana, cientos de vecinas en diferentes puntos del país se reúnen frente a una olla vacía. Se detienen a pensar qué podrán cocinar ese día. No por alguna celebración, sino porque para muchas familias sigue siendo la única forma de acceder a una comida. Estas son las ollas comunes, que hoy en día se ven obligadas a operar con menos recursos y una demanda creciente, sosteniéndose con donaciones irregulares y los modestos aportes de quienes acuden a ellas, mientras las listas de beneficiarios se amplían y los insumos disminuyen.
Estas iniciativas, reconocidas como parte del Programa Complementario de Alimentación (PCA) y dirigidas a personas en situación de vulnerabilidad, dependen del trabajo solidario de la comunidad para garantizar la preparación diaria de alimentos. Hoy esta propuesta se encuentra en crisis, tocando la puerta del Estado para intentar aumentar el presupuesto de S/2.25 que reciben por beneficiario. “Ya la hubiera cerrado, pero todas estas personas se quedarían sin comer”, menciona Edith Acurio para La República, quien se encarga de alimentar a casi 100 vecinos de la agrupación de familias 'Andy y su Pueblo', en Carabayllo.
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Acurio destaca la ayuda de los demás beneficiarios: "Los casos sociales vienen a ayudar todas las mañanas, cocinamos dos personas mínimo", dice. Según comenta, no cuenta con agua para cocinar desde hace más de un mes, por lo que se han visto obligadas a comprar bidones de S/ 20 semanales para poder realizar sus comidas. "Son cuatro tanques, son S/80 mensuales", explica. “Estamos comprando, pero hay veces, así como hoy día, que realmente no tenemos nada, y ni siquiera el proveedor privado puede venir", relata Edith.
A esto se suma la dificultad en la calidad de los insumos que recibe: “Ahorita los víveres no son de calidad”. Nos dan un arroz pésimo que, cuando lo cocinas en la mañana, a veces no granea. Para la tarde se pone duro, ya no es comestible. Los adultos mayores ya no pueden comer porque no tienen buena dentadura. Hay que deshacer el arroz con la mano”, expresa.
En cuanto a los demás alimentos, Acurio señala que reciben aceite y, en ocasiones, carne: “Nos dan bofe, que es un producto que solo se usa en una comida, y tres cajas de chanfainita. Sería bueno que se diversifiquen los productos". Edith también detalla las dificultades con los presupuestos del Estado y los subsidios extraordinarios: “El presupuesto de víveres debería ser para 20 días, pero solo me duran 10 a 12, porque atiendo a 85 personas. Tenemos que pagar nuestra comida y usar esa plata para comprar más o tocar puertas. Antes, el presupuesto estaba en S/6 por persona; ahora, en S/2.25. No nos alcanza”.
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Sobre la operatividad de la olla, Acurio explica que cocinan con dos personas diariamente, de 8:00 a.m. a 11:30 a.m. aproximadamente, algunas desde las 6:30 a.m., para atender a niños que van al colegio temprano. Estos últimos, afirma, han presentado problemas de salud: “Los niños beben agua del caño y algunos han tenido parásitos. Hemos podido llevar el agua a un laboratorio, nos dijeron que no debe ser usada para tomarse”.
Según la especialista en nutrición y coordinadora de la Plataforma por la Seguridad Alimentaria, Jessica Huamán, los contaminantes biológicos generados por bacterias y parásitos pueden causar diarrea, mala absorción de nutrientes y desnutrición aguda. Los metales pesados, que se encuentran en los bidones adquiridos, por su parte, compiten con el hierro e inducen anemia. Incluso los contaminantes físicos pueden provocar problemas gastrointestinales. “Una parasitosis evita que el niño absorba nutrientes. Puede generar desnutrición aguda”, advierte.
La situación afecta también a los pacientes y adultos mayores que requieren comida a domicilio: “Hay personas oncológicas o postradas. Una compañera les lleva su menú todos los días”. Al respecto, una de las beneficiarias con afecciones en el hígado afirma que debe complementar la dieta indicada por el doctor con verduras propias, debido a que la olla entrega, en su mayoría, alimentos altos en carbohidratos. "Tengo que comprar mis verduras para hacer mi sopa y poder comer. Yo quisiera que realmente ayuden a la olla, porque hay muchas personas que lo necesitamos", comenta.
Un informe de la Defensoría del Pueblo emitido en julio de este año y realizado con 912 ollas confirma que el 11.4% de los beneficiarios tiene entre 0 y 5 años, y el 18% entre 6 y 17 años. También se registra la presencia de personas con discapacidad (3%) y adultos mayores (1%).
“Hemos recogido información y las familias nos manifiestan que el grueso de los alimentos que consumen es el almuerzo de las ollas comunes, muchas ni desayunan ni cenan”, afirma la especialista. Respecto al presupuesto, comenta: “Una ración de S/3 ya era ínfima frente a los S/16 que cuesta una dieta saludable en el Perú, según la FAO”. Aun así, el Estado mantiene ese monto mientras la inflación alimentaria continúa elevando los costos. "Las propias lideresas exigen que la ración suba a S/4, aunque la propuesta técnica que elaboramos junto a la Red de Ollas Comunes recomienda S/9 por ración para asegurar una alimentación adecuada", comenta.
La especialista advierte que la reducción presupuestal ha significado menos variedad y menor calidad. Beneficiarias y cocineras reportan que ahora reciben principalmente arroz y menestras difíciles de cocinar. Huamán alerta que la aceptabilidad disminuye cuando el producto no es óptimo, lo que hace que parte de los insumos no pueda aprovecharse.
Asimismo, han identificado que, cuando llegan las proteínas, suelen concentrarse en los primeros días del mes y luego desaparecen de las raciones. De acuerdo a su análisis, el Estado distribuye alimentos por grupos, cereales, menestras, grasas y no por nutrientes. Esto provoca platos “que llenan, pero no nutren”. "El aporte calórico oficial indica que el Estado solo cubre el 30% del requerimiento diario, pero un almuerzo debería cubrir alrededor del 40%", afirma.
Esta realidad tiene efectos severos en la infancia. La nutricionista explica que la desnutrición crónica surge “cuando el niño consume menos proteínas de las que debería”, y que la anemia ferropénica (falta de hierro) se agrava. “Si no consume proteínas, no hay cómo trasladar el hierro por todo el cuerpo”, señala. Asimismo, revela que un hallazgo reciente de su equipo muestra que muchos niños atendidos por ollas comunes también están desarrollando sobrepeso y obesidad, pues reemplazan proteínas por carbohidratos. “Están empezando a comer solo para llenarse, no para nutrirse”, alerta.
Respecto a otros beneficiarios, como mujeres embarazadas, considera que las raciones actuales no cubren las necesidades mínimas de hierro necesarias: una mujer requiere 18 mg y una gestante de 27 a 30 mg, cantidades no alcanzadas por las raciones analizadas. En adultos mayores, por otra parte, la entrega de proteínas enlatadas altas en sodio es problemática. “No sería adecuado que se den carnes enlatadas porque pueden subir la presión, pero es lo que se entrega”, asevera Huamán. Para personas con diabetes, platos cargados de carbohidratos agravan la condición.
Huamán indica que ciertas ollas han implementado sus propios mecanismos para mejorar la calidad de la comida: recuperación de alimentos de mercados y chacras, biohuertos, huertos urbanos y crianza de animales menores. Sin embargo, estas iniciativas parecen ser no escuchadas. "La mayoría recibe apoyo de agencias internacionales y organizaciones civiles", recalca la especialista.
Fortunata Palomino, vicepresidenta de la Red de Ollas Comunes de Lima Metropolitana, confirma que, tras la última reunión sostenida con el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), las representantes de las ollas comunes fueron informadas de que el presupuesto asignado para 2025 se mantiene sin cambios respecto al año pasado. El monto por beneficiario continúa siendo S/ 2,25, pese a los reiterados pedidos para que sea incrementado.
Sin embargo, también expresa que el Congreso aprobó recientemente una ley que otorga facultades al Midis para redirigir recursos subejecutados de otros programas sociales y, mediante un decreto de urgencia, ampliar el presupuesto destinado a las ollas. La decisión final se tomará entre mayo y junio del próximo año, una vez que se conozca qué programas tienen remanentes.
Durante la reunión, la organización también expuso problemas recurrentes vinculados al Programa de Entrega de Alimentos (POA). Señalaron, por ejemplo, en una ocasión, haber recibido pescado congelado en mal estado. Esto obligó a las lideresas a pedir el cambio del producto, lo cual se realizó. "Pasó en distritos como Carabayllo y Villa María del Triunfo", recuerda.
Respecto al agua, Palomino indica que fue comunicada que este suministro será atendido mediante un decreto de urgencia suplementario, cuyos contratos con empresas cisterna ya están en etapa final. "La distribución debería iniciar los primeros días de diciembre", indica.
La propuesta de las dirigentas también incluye que el presupuesto llegue directamente a las presidentas de ollas, quienes rendirían cuentas de su uso. Sostienen que el sistema actual, con municipalidades como intermediarias, incrementa retrasos. Asimismo, se propuso instalar una mesa de trabajo multisectorial, para lo cual tendrán respuesta en un mes. "Participarán el Midis, MEF, Produce, el Ministerio de Desarrollo Agrario (Midagri) y el Ministerio de Energía y Minas", comenta.
"Me hubiese gustado que se considere un presupuesto diferenciado para las ollas comunes, considero que esto mejoraría la situación en la que nos encontramos", menciona.
Para Silvana Vargas, exministra de Desarrollo e Inclusión Social, las limitaciones estructurales de las ollas comunes se deben a que "si bien ambas son estrategias de respuesta frente a la emergencia alimentaria, se trata de modalidades muy distintas en su lógica, alcance y perfil de la población que atienden". Según indica, el marco legal del Programa Complementario de Alimentación (PCA) no se ajusta a las necesidades específicas de las ollas, y existe una falta de comprensión sobre estas diferencias, lo que dificulta su atención adecuada.
Además, considera que existen fallas de coordinación y comunicación que reflejan la ausencia de voluntad del Estado para "considerar las particularidades de las ollas y proponer rutas específicas que respondan a sus necesidades". Explica que, aunque las ollas han demostrado ser instrumentos eficaces para combatir la inseguridad alimentaria y fomentar actividades complementarias como huertos urbanos, recuperación de alimentos y empoderamiento comunitario, su integración al PCA no reconoce plenamente este potencial. "Creo que se les ha tratado de imponer un modelo para resolver sus problemas, cuando lo que debería hacerse es entender el que ya tienen para generar alternativas metodológicas más flexibles, alejadas de los enfoques de talla única”, indica.
Establece que es responsabilidad del Midis y del MEF reconocer que las ollas comunes no son simplemente una modalidad más del PCA, sino un modelo liderado principalmente por mujeres que requiere atención específica y territorializada, y que la asignación de recursos y alimentos, aunque tiene implicaciones políticas, necesita garantizar técnicamente la llegada oportuna y equitativa de los insumos, con mecanismos que fortalezcan la participación de las lideresas y las socias en los comités en la toma de decisiones.
Afirma que una medida permanente sería la creación de un programa nutricional integral, que contemple no solo la provisión de alimentos, sino también la atención a la comunidad, la voz de quienes gestionan las ollas y la voluntad política para mantener un enfoque adaptado a sus particularidades.
Edith recuerda los inicios de la olla común: “Empezamos en la pandemia, como la mayoría de las ollas. Nos reunimos varios vecinos, traíamos de nuestra casa lo que había. Empezamos con la abuelita, el tío Fabi, que han sido fieles hasta ahora. Una señora que se llama Nancy nos dio una cocina y nos ayudó con ollas más grandes. A veces recogemos productos de los mercados y nos enfrentamos al maltrato de la gente, pero seguimos adelante”.
Tras emitir este pronunciamiento, el Midis afirmó a este medio que, para el año 2025, se aprobaron más de S/ 126 millones para que los gobiernos locales realicen la compra de alimentos destinados a las ollas comunes. Asimismo, detallaron que se asignó más de S/ 19 millones para el subsidio económico que se entrega directamente a estas organizaciones con el fin de complementar la canasta alimentaria, en particular para la adquisición de alimentos frescos y variados.
"El MIDIS gestiona oportunamente los recursos presupuestales que son transferidos a los Gobiernos Locales para la adquisición y distribución de la canasta alimentaria a los comedores y ollas comunes a nivel nacional, lo cual permite la entrega de alimentos preparados a los usuarios de dichas organizaciones", precisaron.
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